EL PAPEL DEL PSICÓLOGO EN LA ADAPTACIÓN A LA IMAGEN CORPORAL DE MUJERES CON CÁNCER DE MAMA

18 Abr 2008

Julia Sebastián (1), Dimitra Manos (1), Nuria Mateos (2), Mª José Bueno (2)

(1) Universidad Autónoma de Madrid e (2) Instituto de la Mujer

La psicooncología representa en la actualidad una de las áreas de mayor relevancia de nuestra disciplina en el campo de la salud. Las implicaciones de un diagnóstico de cáncer suponen una situación altamente estresante que desafía los recursos físicos, psicológicos y sociales del individuo que la padece y de su entorno.

En el caso del cáncer de mama, su diagnóstico y tratamiento conlleva una readaptación en varias direcciones. En primer lugar, implica tener que afrontar la propia enfermedad, con su significado de amenaza para la vida, la necesidad de tratamientos agresivos, la incertidumbre sobre si el tratamiento dará resultado y su carácter crónico y, en numerosos casos, deteriorante; pero, además, las características simbólicas del órgano afectado influyen en la vivencia de la propia enfermedad. El cáncer de mama para algunas mujeres supone una amenaza en cuanto a su identidad como mujer.

En este sentido, el pecho representa para muchas mujeres de nuestra cultura un elemento significativo de su identidad femenina, de su sexualidad y de su maternidad. Por consiguiente, está cargado de significado social y cultural. Por otra parte, la importancia que se da al cuerpo de la mujer y las presiones que se ejercen para que se parezca a un ideal de belleza socialmente establecido, pueden convertirse, en este momento, en una importante fuente de malestar psicológico, ya que la mujer sufre cambios físicos notables como consecuencia de los tratamientos. A la pérdida del pecho se puede unir la preocupación por la pérdida del cabello (y vello corporal), la retención de líquidos y el aumento de peso como otras posibles fuentes de angustia.

 

Los cambios en la imagen corporal en mujeres con cáncer de mama conllevan una serie de sentimientos y actitudes negativas que es necesario ayudar a elaborar y asumir y, en esto, los psicólogos podemos jugar un papel importante. Pero, además, la representación que tengamos de nuestra imagen corporal está estrechamente unida a la autoestima y a la sexualidad, a sentirnos aceptados, deseados, valorados positivamente y a sentir que pertenecemos a un género. Algunas mujeres se sienten poco femeninas tras la extirpación de la mama -o que son «menos mujeres»-, se niegan a reconocerse en el espejo, o entienden que parte que su atractivo ha quedado seriamente menoscabado como consecuencia de la cirugía y otros tratamientos.

En la mayoría de los programas de intervención grupales que se desarrollan con mujeres con cáncer de mama se incluye el trabajo terapéutico con la imagen corporal. Precisamente, en el programa para la mejora de la calidad de vida elaborado por nuestro equipo trabajamos aspectos que tienen que ver con la recuperación del autocuidado, el contacto afectivo con su cuerpo, la elaboración de las pérdidas y el cuestionamiento y redefinición del modelo de belleza imperante.

Los resultados que hemos obtenido comparando un grupo de mujeres que asistieron al mismo frente a un grupo que no lo realizó, van en la línea de una mejora progresiva en su percepción de su imagen corporal. Al final del programa (3 meses después de iniciarlo), ver su cuerpo desnudo y su cicatriz no les creaba tanto rechazo y, muchas de ellas, empezaron a volver a verse atractivas y a cuidar su imagen y vestimenta. Más importante aún es el hecho de que, seis meses después de la finalización del programa su imagen corporal mejoró aún más y, sobre todo, difería notablemente del grupo de mujeres que no habían asistido al programa y que mostraban –en este periodo de seguimiento- un empeoramiento de la misma. Estos resultados pueden sugerir que lo que han aprendido en el programa les ha permitido reconsiderar y elaborar esta cuestión hacia una mejoría significativa.

Parecidos, aunque no idénticos, fueron los efectos del programa en la autoestima de las mujeres que participaron en él. Seis meses después de la conclusión del programa, las mujeres se sentían más seguras de sí mimas y admitían tener cualidades positivas y motivos de orgullo personal, es decir, tenían una autoestima más alta que antes de realizar el programa. Sin embargo, la autoestima de las mujeres que no participaron en el programa fue disminuyendo progresivamente a lo largo del tiempo y a los seis meses se observaron unas diferencias muy notables con el otro grupo, debido a sus bajas puntuaciones.

 

Además, puesto que el tipo de cirugía puede ser una variable relevante en la imagen corporal de las mujeres con cáncer de mama, comparamos el grupo de mujeres mastectomizadas (extirpación total de la mama) con el grupo de mujeres que habían recibido una cirugía conservadora o tumorectomía (extirpación parcial del pecho afectado). Los resultados señalaron, al igual que en la literatura científica, que las mujeres con tumorectomía gozaban de una imagen corporal más positiva que las pacientes mastectomizadas.

Los resultados de nuestro trabajo demuestran que una intervención psicológica, estructurada y en grupo, puede ayudar a estas pacientes a superar el shock emocional que supone la enfermedad y el tratamiento, así como aceptar su nueva imagen corporal como parte de su identidad. La eficacia de dicha intervención se hace más evidente cuando observamos que el proceso seguido por las mujeres que no fueron atendidas profesionalmente se desarrolló en la dirección contraria, con un claro empeoramiento.

Por último, es importante mencionar que la mejoría en la imagen corporal y la autoestima fue acompañada por una mejoría en la calidad de vida y en la adaptación de las pacientes a la enfermedad (medidas por otras escalas). Así, encontramos que las mujeres que participaron en el programa, tenían menos depresión y malestar psicológico, menos síntomas físicos, sentían menos preocupación ansiosa acerca de su padecimiento y mostraban más optimismo y estaban más dispuestas a enfrentarse de manera proactiva a su enfermedad.

Sobre las autoras:

 

Julia Sebastián Herranz. Profesora Titular de la Facultad de Psicología Universidad Autónoma de Madrid. Co-directora del Máster de Especialización en Psicología Clínica y de la Salud de la U.A.M. Coordinador del área de Psicología Clínica y de la Salud del Centro de Psicología Aplicada (U.A.M.). Especialista en Psicología de la salud de la mujer. Profesora del Máster de estudios interdisciplinares de género (U.A.M.).

 

Dimitra Manos. Licenciatura y especialización en Psicología Clínica en EE.UU y Doctora en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Ex-profesora de Psicología de la Universidad de Saint Louis, Madrid Campus. En la actualidad, trabaja en la Unidad de Psicoterapia de ASISA e imparte clases en el Máster de Psicología Clínica de la Universidad Autónoma de Madrid.

 

Nuria Mateos de la Calle. Licenciada en Psicología. Máster en Sexualidad y Valoración de discapacidades. Psicóloga del programa de «Intervención Psicológica para la mejora de la calidad de vida de mujeres con cáncer de mama» (Instituto de la Mujer) que se desarrolla en el Hospital La Paz. En la actualidad psicóloga en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer.

 

María José Bueno Casas. Licenciada en Psicología, especialista en Educación para la Salud y en Violencia de Género. Trayectoria profesional vinculada a la intervención y formación en diferentes aspectos de la salud de las mujeres. Psicóloga del programa de intervención psicológica para la mejora de la calidad de vida de mujeres con cáncer de mama (Instituto de la Mujer) hasta diciembre de 2004.

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