DEFICIENCIA DE YODO E INTELIGENCIA EN ESCOLARES

8 Jul 2008

José Antonio Muela Martínez (1), Ana García León (1), Rosario Torres Barahona (1), Piedad Santiago Fernández (2) y Federico Sóriguer Escofet (3)

(1) Universidad de Jaén, (2) Universidad de Granada y (3) Hospital Universitario Carlos Haya de Málaga

 

El yodo es un elemento fundamental para el normal crecimiento y desarrollo físico y mental de la persona. El yodo excretado por la orina (yoduria) es prácticamente equivalente al ingerido, lo que ha hecho que la medición de la yoduria sea un parámetro muy útil cuando se quiere valorar el estado nutricional de este elemento en la población. El criterio aceptado es el que se sitúa en 100 µgI/litro de orina (OMS/UNICEF). Por debajo de esta cifra, la ingesta de yodo se considera insuficiente, aumentando el riesgo de padecer algunos de los llamados Trastornos por Déficit de Yodo.

En la literatura científica de la que se dispone se ha demostrado la relación existente entre cociente intelectual y déficit de yodo y, aún cuando hay menos estudios, también se ha informado de la relación entre el déficit de este elemento con otras capacidades intelectuales, como atención, personalidad, capacidades psicomotoras y motivación o rendimiento escolar.

La metodología de la mayoría de estos trabajos (españoles y también extranjeros) consiste en la comparación de las capacidades mentales mostradas por una población que habita en una zona yododeficitaria, con las presentadas por otra población residente en otra zona no yododeficitaria. Esta metodología presenta dos problemas: en primer lugar, el hecho de comparar dos poblaciones que residen en lugares distintos y que difieren en el nivel de yodo, a menudo implica que no es esa la única diferencia entre ambas poblaciones. Normalmente, el déficit de yodo suele darse en regiones más deprimidas social, cultural y económicamente y esas diferencias pueden contaminar la comparación. En segundo lugar, al comparar los habitantes de distintas zonas entre sí, se asume que todas las personas de la zona deficitaria tienen déficit de yodo y, al contrario, que todos los habitantes de la zona no deficitaria están exentos de dicha deficiencia. Esto no siempre es así.

Los objetivos del presente estudio fueron los siguientes:

1. Averiguar si hay diferencias entre distintas capacidades intelectuales presentadas por habitantes de zonas yododeficitarias, frente a las mostradas por los habitantes de zonas no yododeficientes en la provincia de Jaén.

2. Determinar si existen diferencias en las capacidades intelectuales mostradas por los habitantes de la misma zona (sea yododeficitaria o no) al dividirlos en alta y baja yoduria.

En el estudio que aquí se reseña participaron 760 niños de 5º curso de Primaria y 2º curso de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), escogidos de 13 localidades de menos de 5.000 habitantes de la provincia de Jaén. La edad de los escolares evaluados estuvo comprendida entre los nueve y los dieciséis años.

Además del nivel de yoduria de los niños, se midió el cociente intelectual de éstos, así como aspectos verbales y manipulativos de la inteligencia; también se midieron las práxias constructivas y la atención sostenida; y, finalmente, se evaluó la conducta disruptiva de los niños en el ámbito escolar por medio de informes suministrados por los profesores para cada niño.

Lo más novedoso en este trabajo es el hecho de no haber partido de una zona con endemia bociosa para realizar el estudio (condición común en muchas de las investigaciones anteriores). Así, en el presente trabajo (primer objetivo) se analizaron las diferencias intelectuales que existían según la zona, deficiente o no, pero teniendo en cuenta que las zonas yododeficientes de la provincia de Jaén no presentan deficiencias tan extremas como las normalmente utilizadas en la literatura.

Lo más relevante es la ausencia de diferencias en las variables intelectuales. De esta forma, al no encontrar esas diferencias entre las zonas yododeficientes o no de la provincia de Jaén, cabría concluir, erróneamente, que no existen alteraciones psicológicas asociadas al déficit de yodo en dicha provincia.

Cuando el diseño se hizo más complejo (segundo objetivo) al incluir en cada una de las zonas el nivel de yoduria de los sujetos (más o menos de 100 µg I/litro de orina), no se trataba ya de comparar el desarrollo intelectual de los habitantes de dos zonas distintas en cuanto a ser o no deficitarias en yodo, sino de comprobar tales diferencias intelectuales en función de la yoduria presentada por los sujetos dentro de la misma población. Efectivamente, con esta metodología, sí aparecen diferencias en el CI y en la conducta disruptiva entre alta y baja yoduria, pero sólo en la zona yododeficiente; indicando así que es la conjunción de los dos factores (baja-yoduria y zona-yododeficiente) lo que en realidad afecta al desarrollo intelectual infantil (menor CI y peor comportamiento en clase).

El hecho de que la zona yododeficiente presente un peor comportamiento escolar de los sujetos puede explicarse tomando el cociente intelectual como factor mediador. Posiblemente, los niños con un CI inferior tengan más dificultades para seguir el curso de las clases, al contrario de los que presentan un CI más elevado. Estas dificultades pueden llevar a que el niño no entienda las explicaciones y deje de prestar atención, haciendo otras cosas inadecuadas en el ambiente escolar (hablar, molestar a los compañeros, etc.). No sería, entonces, el déficit de yodo la causa directa de la conducta inadecuada del niño, sino la disminución de las habilidades intelectuales que dicho déficit conlleva.

 

El no darse más que diferencias en esas dos variables (CI y conducta escolar disruptiva), podría indicar que el déficit de yodo no es lo suficientemente pronunciado como para afectar a otras variables intelectuales más concretas (como psicomotricidad, atención o inteligencia manipulativa o verbal). Sin embargo, el hecho de que dicha deficiencia, por leve que sea, afecte a estas dos variables, ya es lo suficientemente importante como para tenerlo en cuenta.

El artículo original en el que se basa este trabajo puede encontrarse en la revista Psicothema: Muela, J. A., García, A., Torres, R., Santiago, P., Sóriguer, F. (2008). Efectos de la deficiencia de yodo sobre variables intelectuales en una población infantil española. Psicothema, 20 (2), 279-284.

Sobre los autores y autoras:

José Antonio Muela Martínez es Profesor Titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Jaén y responsable del grupo de investigación Evaluación e Intervención Psicológica (código HUM-836 de la Junta de Andalucía). Ha dirigido una tesis doctoral sobre este tema y ha publicado numerosos trabajos en este campo. Es especialista en Evaluación Psicológica.

Ana García León es Profesora Titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Jaén y directora del mismo. Cuenta en su haber con múltiples trabajos en esta línea de investigación y en el campo de la Psicología de la Personalidad.

Rosario Torres Barahona es Licenciada en Psicología por la Universidad de Jaén. Ha realizado su trabajo de investigación doctoral sobre este tema. En la actualidad, trabaja en una asociación de niños con trastornos del desarrollo.

Piedad Santiago Fernández es Doctora en Medicina por la Universidad de Granada y Especialista en Endocrinología, Metabolismo y Nutrición. Su tesis doctoral versó sobre esta temática y ha publicado numerosos trabajos en este ámbito.

Federico J. Casimiro Sóriguer Escofet es Doctor en Medicina y Jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición en el Hospital Universitario Carlos Haya de Málaga. Es responsable del grupo de investigación CTS-119 de la Junta de Andalucía. Ha dirigido numerosas tesis doctorales y posee un amplio número de publicaciones sobre esta materia.

NOTA: Actualmente, los autores de este trabajo están desarrollando un proyecto de investigación sobre déficit de yodo y gestación, que se lleva a cabo en la capital jiennense y en Osuna (Sevilla) y cuenta con la participación del Servicio de Atención Primaria de Salud, el Servicio de Radiología del Complejo Hospitalario de Jaén y el Laboratorio de Hormonas del Servicio de Endocrinología del Hospital Carlos Haya de Málaga.

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