NIÑOS Y NIÑAS SOLDADO: CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS E INTERVENCIÓN

20 Jul 2010

Flora Blom y Noemí Pereda – Universitat de Barcelona

La existencia de menores soldado es una cuestión dolorosa e incómoda para la comunidad internacional. Dolorosa, por el sufrimiento que podemos imaginar de estos niños en situación de guerra, e, incómoda, por nuestra necesidad de creer que los niños son buenos, inocentes e incapaces de ser autores de actos similares. Hay niños que están siendo utilizados para luchar en guerras, que fueron iniciadas por personas adultas ajenas a ellos, guerras cuyo significado a menudo ni logran comprender. Plantear esta cuestión usando la dicotomía víctima-agresor, como tan a menudo se usa para hablar de violencia, exige ir más allá de la clasificación en una u otra categoría. Si el agresor es quien comete un acto de violencia contra otras personas, como ocurre con muchos niños y niñas soldado, estos agresores son a su vez víctimas necesitadas de apoyo (Wessells, 1998).

El concepto de niños y niñas soldado no se refiere únicamente a un menor que ha llevado un arma, sino que incluye a todo niño o niña menor de 18 años que forma parte de cualquier fuerza o grupo armado en la condición que sea: como cocinero, mensajero, reclutados con fines sexuales o en matrimonio forzoso (UNICEF, 1997; Lorey, 2001; Uppard, 2003). Se estima que, a pesar de los intentos por condenar esta práctica a nivel legal, unos 300.000 niños y niñas menores son utilizados como soldados a nivel mundial (UNICEF, 2002).

Existen diversas formas en que estos menores se han unido al grupo armado, desde el reclutamiento forzoso, a la abducción o la unión voluntaria, si bien esta última decisión muchas veces está condicionada por la extrema pobreza y las pésimas condiciones de seguridad que imperan en algunas zonas. Además, hay que contemplar que algunos pueden unirse por ideología o por vengar a familiares fallecidos a manos del grupo enemigo (Uppard, 2003). Una vez ingresan en el grupo, de la forma y por los motivos que sea, la salida de éste es muy difícil. Por un lado, se ven expuestos a amenazas directas y frecuentemente han sido sometidos a un proceso de adoctrinamiento muy intenso y, por otro, salir significa muchas veces quedarse desprotegido o morirse de hambre (Barenbaum, Richkin y Schwab-Stone, 2004). Además, una vez se les ha asociado con un grupo armado, el retorno a sus comunidades puede ser muy complicado, ya que frecuentemente son rechazados y marginados.  

Consecuencias psicológicas e intervención

Dado el estado de caos en que a menudo se encuentran las regiones tras o durante el conflicto armado, realizar estudios controlados para valorar el impacto y las consecuencias que tiene el haber sido niño soldado sobre la salud mental de los menores es una tarea compleja. Los escasos estudios al respecto apuntan hacia la existencia de consecuencias variadas, tanto en tipología como en intensidad. Se pueden dar síntomas postraumáticos, de ansiedad, depresión, trastornos de conducta, sintomatología derivada del abuso de substancias, desregulación de los impulsos agresivos y de la conducta violenta, junto a fuertes sentimientos de pérdida y desarraigo. Si bien todos estos síntomas podrían darse en niños que han padecido los efectos de una guerra, los niños y niñas soldado han vivenciado una serie de experiencias distintas a los demás niños expuestos a conflictos bélicos, sobre todo en lo que respecta a su participación activa en la violencia y al consumo de tóxicos que suele darse en los grupos armados.

En cuanto al trastorno por estrés postraumático (TEPT), existen posturas distintas entre los teóricos, destacando su elevada prevalencia entre estos menores, a la vez que se argumenta que no deben aplicarse etiquetas procedentes de otro ámbito cultural sino regirse por el sistema de significados de cada cultura (Wessells y Monteiro, 2006). Este mismo argumento existe en relación con la intervención. Machel (1996) advierte que la forma en que estos niños afrontan y reaccionan a los acontecimientos estresantes vividos puede variar significativamente de una cultura a otra y, aunque puede haber algunos síntomas «universales», la forma en que cada cultura los expresa y les da significado es distinta. Un programa de intervención debería tener en cuenta el contexto cultural de cada lugar en que se implementa. Para ello se debe trabajar desde el sistema de creencias y significados de cada grupo, usando aquellos recursos de los que la comunidad ya dispone para hacer frente a situaciones de crisis o para ayudar a las personas a sanarse emocionalmente. La clave de la eficacia de las intervenciones provenientes de la propia cultura radica en que a menudo lo que cambia es la percepción que la comunidad tiene de los niños y niñas soldado y que éstos tienen de sí mismos, dejando de ser agresores o malditos (Boothby, 2006; Williamson, 2006). En este sentido, la combinación de aspectos de la tradición cultural con aspectos de la psicología empírica podría aumentar la eficacia de la intervención. Una propuesta sería el intentar combinar el regreso a la vida normal del menor, con sus familiares, asistiendo a la escuela, relacionándose con otros niños y niñas, con la atención psicológica que fuera necesaria y beneficiosa para ellos (Williamson, 2006).

Los escasos estudios sobre resiliencia y factores de protección en niños soldado constatan que gran parte de ellos consiguen salir adelante y reintegrarse en su comunidad aunque, evidentemente, a muchos les continúe pesando su pasado (Boothby, 2006; Williamson, 2006). MacMullin y Loughry (2004) plantean que, si bien existen pruebas a favor de la eficacia de los programas de intervención, se desconocen todavía qué aspectos específicos de cada programa están contribuyendo, y, en qué medida, a las mejoras observadas. No hay que olvidar que la recuperación a largo plazo de los niños soldado va a depender, en gran parte, de la recuperación de su comunidad (Uppard, 2003; Wessells, 1998) y que la rehabilitación psicológica y reintegración social de los menores soldado es parte del proceso de reconciliación y reconstrucción de la sociedad y una obligación, de acuerdo con el artículo 39 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Niños (United Nations, 1989).

Referencias bibliográficas:
Barenbaum, J., Ruchkin, V. & Schwab-Stone, M. (2004). The psychosocial aspects of children exposed to war: Practice and policy initiatives. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 45(1), 41-62.
Boothby, N. (2006). What happens when child soldiers grow up? The Mozambique case study. Intervention 4(3), 244-259.
Lorey, M. (2001). Child Soldiers: Care & protection of children in emergencies. A field guide. Washington DC: Save the Children.
Machel, G. (1996). Impact of armed conflict on children. New York, NY: United Nations.
MacMullin, C. & Loughry, M. (2004). Investigating psychosocial adjustment of former child soldiers in Sierra Leone and Uganda. Journal of Refugee Studies, 17(4), 460-472.

UNICEF (1997). Cape Town Principles and Best Practices on the Recruitment of Children into the Armed Forces and on Demobilization and Social Reintegration of Child Soldiers in Africa.
Disponible en:
http://www.unicef.org/emerg/files/Cape_Town_Principles(1).pdf.
UNICEF (2002). Adult wars, child soldiers: Voices of children involved in armed conflict in the East Asia and Pacific region. Bangkok: UNICEF, Eastern and Southern Africa Regional Office.

United Nations
(1989). Convention on the Rights of the Child. Disponible en:
http://www.unhchr.ch/html/menu3/b/k2crc.htm (acceso 2 febrero 2009).
Uppard, S. (2003).
Child soldiers and children associated with the fighting forces. Medicine, Conflict and Survival, 19(2), 121-127.
Wessells, M. G. (1998). Children, armed conflict, and peace. Journal of Peace Research, 35(5), 635-646.

Wessells, M. G. & Monteiro, C. (2006).
Psychosocial assistance for youth: Toward reconstruction for peace in Angola. Journal of Social Issues, 62(1), 121-139.
Williamson, J. (2006). The disarmament, demobilization and reintegration of child soldiers: Social and psychological transformation in Sierra Leone. Intervention, 4(3), 185-205.

El artículo original en el que se basa esta noticia puede encontrarse en la revista Anuario de Psicología:
Blom, F. y Pereda, N. (2009). Niños y niñas soldado: Consecuencias e intervención. Anuario de Psicología, 40(3), 329-344.

Sobre las autoras:

Flora Blom. Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona en 2007 y Master Oficial en Psicología Clínica y de la Salud, especialidad infantojuvenil, en 2009 por la misma universidad. Posgrado en Terapia Breve Estratégica, Institut d’Estudis de la Sexualitat i la Parella. Trabaja con niños y niñas diagnosticados con TDAH; maestra de inglés en educación infantil; colaboradora en la ICIF Fundació Privada Teresa Gallifa.

Noemí Pereda. Doctora en Psicología por la Universidad de Barcelona en 2006. Se ha especializado en la temática de la victimiología infantojuvenil, destacando los malos tratos y el abuso sexual. Ha publicado diversos artículos y capítulos de libro sobre esta área de estudio. Actualmente, trabaja como profesora en la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona. Imparte docencia en los estudios de grado de Psicología y Criminología, así como en postgrados y masters de varias universidades. Dirige el Grupo de Investigación en Victimización Infantil y Adolescente (GReVIA) de la Universidad de Barcelona desde 2009.  

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