Una nueva declaración de consenso de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) subraya la interconexión crítica y bidireccional entre la salud mental y la enfermedad cardiovascular (ECV), enfatizando la necesidad urgente de integrar la evaluación y el manejo de la salud mental en la atención cardiológica rutinaria.
Este exhaustivo documento, titulado «2025 ESC Clinical Consensus Statement on mental health and cardiovascular disease», ha sido desarrollado por un equipo multidisciplinar de expertos bajo el patrocinio del Comité de Guías de Práctica Clínica de la ESC, y respaldado por importantes asociaciones como la European Federation of Psychologists’ Associations (EFPA) y la European Psychiatric Association (EPA). Su objetivo es proporcionar una visión profunda del impacto de la salud mental en la ECV y viceversa, así como estrategias para prevenir o minimizar sus efectos negativos. Este ambicioso trabajo busca transformar la práctica clínica cardiovascular, que a menudo subestima la importancia de la salud mental, hacia un enfoque más holístico e integrado.

La interconexión crucial entre salud mental y enfermedad cardiovascular
Este documento de consenso concibe la salud mental como un continuo complejo que abarca desde un bienestar óptimo hasta estados de enfermedad mental grave. Según la literatura científica la relación entre la salud mental, los problemas de salud mental y la salud cardiovascular es intrínseca y multidireccional, es decir, ambas se influyen mutuamente de forma significativa.
Sin embargo, tal y como se señala en la guía, a pesar de esta fuerte asociación, existen problemas persistentes en la práctica clínica. Entre ellos, la falta de cribado, ausencia de evaluación, comunicación y manejo sistemáticos y adecuados de la salud mental en la rutina cardiológica. También se observa una investigación limitada sobre cómo mejorar la salud cardiovascular en personas con problemas de salud mental y la escasez de orientación para el cuidado de individuos con enfermedad mental grave, a pesar de la evidencia de peores resultados cardiovasculares en este grupo. Además, se ha descuidado la importancia de las familias y cuidadores, cuyas necesidades de salud mental también se ven afectadas, añaden los expertos.
Para abordar estas deficiencias, el documento propone la formación de un equipo psico-cardíaco (Psycho-Cardio team), compuesto por profesionales de cardiología, salud mental (psicólogos, psiquiatras), enfermería y otros profesionales aliados, para brindar una atención integral y centrada en la persona. Este enfoque se basa en los principios ACTIVE: Acknowledge (Reconocer la importancia de la salud mental), Check (Evaluar sistemáticamente), Tools (Usar herramientas validadas), Implement (Implementar prácticas centradas en la persona), Venture (Involucrar a todos los actores para el cambio) y Evaluate (Evaluar el progreso y las necesidades).
Impacto de la salud mental en el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular
Según se recoge en el documento de consenso, la salud mental no solo se ve afectada por la ECV, sino que también es un determinante clave en su desarrollo en individuos sin enfermedad cardiovascular preexistente. Así, los estados de salud mental positiva, como el optimismo, la resiliencia y el bienestar subjetivo, se asocian con un menor riesgo cardiovascular. Por el contrario, factores de estrés psicológico y social como el estrés crónico, el estrés laboral, el desempleo, un estatus socioeconómico bajo, la discriminación percibida, las relaciones sociales deterioradas son potentes factores de riesgo para el desarrollo de ECV, equiparables a los factores de riesgo somáticos tradicionales, indican los expertos.
Asimismo, los problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT) se reconocen como factores de riesgo independientes para la aparición de ECV. El documento cita como ejemplo la depresión, que se ha demostrado que es un factor de riesgo cardiovascular tan fuerte como los factores de riesgo somáticos tradicionales, aumentando el riesgo de insuficiencia cardíaca, fibrilación auricular y muerte cardíaca súbita. Por su parte, la ansiedad también se asocia con un mayor riesgo de ECV y mortalidad cardiovascular y el TEPT, a menudo derivado de eventos traumáticos, se vincula con desequilibrios autonómicos, inflamación elevada y estilos de vida poco saludables, lo que contribuye a una mala salud cardiovascular.
La responsabilidad de los profesionales es evaluar estos riesgos
Teniendo en cuenta este conocimiento, los profesionales de la salud tienen la responsabilidad de estar informados sobre estas asociaciones, estar alerta durante las consultas, brindar orientación y derivar a los individuos en riesgo, tal y como indican los expertos que han elaborado la guía. Asimismo, la gestión del estrés y la promoción del bienestar mental son componentes esenciales de la prevención cardiovascular integrada, de forma que los expertos recomiendan encarecidamente la inclusión del cribado de depresión, ansiedad y TEPT en la evaluación del riesgo cardiovascular.
Salud mental y enfermedades cardiovasculares existentes
La presencia de una enfermedad cardiovascular puede, a su vez, desencadenar o agravar problemas de salud mental significativas. Los expertos recogen la evidencia que muestra que eventos agudos como síndromes coronarios agudos o arritmias pueden generar miedo a la muerte, indefensión y respuestas emocionales negativas intensas. Incluso sin un diagnóstico formal de trastorno mental, los pacientes pueden experimentar preocupaciones existenciales, miedo a la recurrencia y estrés relacionado con el tratamiento y los cambios en el estilo de vida, lo que afecta negativamente la calidad de vida.
Una elevada prevalencia de problemas de salud mental
¿Cuál es la prevalencia de problemas de salud mental en personas con ECV? A este respecto la guía señala que los problemas específicos de salud mental en personas con ECV son prevalentes y tienen un impacto en el pronóstico significativo:
- Depresión: Es el problema de salud mental más común en personas con ECV, con una prevalencia global estimada del 18%. Se asocia con un peor pronóstico cardiovascular, aumentando el riesgo de mortalidad por todas las causas, eventos cardiovasculares recurrentes y rehospitalizaciones. Además, la depresión afecta negativamente el autocuidado y la adherencia a la medicación, a los cambios de estilo de vida y a los programas de rehabilitación cardíaca.
- Ansiedad: La prevalencia de ansiedad en personas con ECV oscila entre el 28.9% y el 32.9%. Su impacto en el pronóstico cardiovascular es más complejo y puede ser dependiente del tiempo, con un efecto negativo en la enfermedad coronaria estable, pero menos claro en la insuficiencia cardíaca. Curiosamente, la ansiedad puede, en algunos casos, fomentar la adherencia al tratamiento, aunque los trastornos de ansiedad suelen estar asociados con estilos de vida poco saludables y menor participación en la rehabilitación cardíaca, indica la guía.
- Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) inducido por enfermedades cardíacas (CDI-PTSD): Se refiere a síntomas o trastorno de estrés postraumático que surgen de un evento cardiovascular agudo o intervención. Su incidencia es heterogénea. Se vincula con peores resultados físicos y emocionales, incluyendo un mayor riesgo de mortalidad y eventos cardiovasculares, aunque es difícil separar los efectos del TEPT de los del evento desencadenante. Además, el CDI-PTSD se ha relacionado con la falta de adherencia a la medicación y la actividad física.
La salud mental de los cuidadores informales
La guía examina también cómo el impacto de la ECV se extiende a la salud mental de los cuidadores informales, quienes a menudo experimentan un coste significativo en su propio bienestar, incluyendo un mayor riesgo de ansiedad, depresión y TEPT. Por ello, los expertos recomiendan adoptar un enfoque holístico que incluya la evaluación y el apoyo al bienestar de los cuidadores.
Identificación de problemas de salud mental en personas con ECV
Dada la alta prevalencia e impacto de los problemas de salud mental en la ECV, el documento sugiere que la evaluación del estado de salud mental debería ser una estrategia rutinaria en el ámbito cardiológico.
El cribado debe considerar quién, cuándo, qué herramientas y con qué frecuencia. Así, se recomienda el cribado tras un nuevo diagnóstico de ECV o un evento agudo, periódicamente (anualmente) y cuando esté clínicamente indicado. Los expertos señalan, además, que es crucial que el cribado vaya acompañado de la responsabilidad de abordar y proporcionar opciones de derivación y tratamiento adecuadas a los pacientes.
Recomendaciones para el tratamiento
El tratamiento de los problemas de salud mental en pacientes con ECV debe establecerse desde un enfoque de atención escalonada (stepped care), adaptado a la gravedad de los síntomas, las preferencias del paciente y los recursos disponibles, indica la guía. A este respecto, la comunicación efectiva, la educación y el apoyo son fundamentales para una atención centrada en la persona, fomentando el diálogo abierto y la toma de decisiones compartida.
El documento reconoce como principal línea de tratamiento para los problemas de salud mental en estas personas, las intervenciones psicológicas, entre las que se incluye la terapia cognitivo-conductual (TCC), la psicoeducación, el apoyo social y las técnicas de manejo del estrés.
Los expertos también subrayan los beneficios de la actividad física regular, que mejora tanto la salud física como el bienestar psicológico en pacientes con ECV y depresión, así como el abandono del tabaco.
Respecto a las intervenciones médicas, incluyendo la farmacoterapia, si bien pueden ser necesarias para pacientes con problemas de salud mental diagnosticadas o síntomas graves, los expertos recuerdan que el uso de antidepresivos en pacientes con ECV requiere una cuidadosa selección, ajuste de dosis y monitorización debido a posibles efectos secundarios a nivel cardiovascular (como la prolongación del intervalo QTc, el riesgo de sangrado y las interacciones medicamentosas). De esta forma, aconsejan evitar las benzodiazepinas como terapia de primera línea para la ansiedad y la depresión debido a su uso excesivo y a los riesgos asociados, especialmente en el uso a largo plazo.
En definitiva, la guía reconoce que el abordaje de estos pacientes debe evolucionar hacia modelos integrados que superen la fragmentación por especialidades, con equipos multidisciplinares (Psycho-Cardio teams) que coordinen la atención física y mental.
Enfermedad Mental Grave (SMIE) y Enfermedad Cardiovascular y otras poblaciones y situaciones específicas
El documento dedica un apartado específico a la enfermedad mental grave y la ECV, explicando el elevado riesgo cardiovascular en esta población, la etiología multifactorial y las disparidades en el manejo, así como recomendaciones para su tratamiento.
A este respecto, la literatura científica muestra que las personas con enfermedad mental grave (SMIE), como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, tienen un riesgo cardiovascular significativamente mayor y una menor esperanza de vida en comparación con la población general.
Asimismo, los expertos recuerdan que los medicamentos antipsicóticos pueden inducir factores de riesgo cardiovascular modificables, como el aumento de peso, el síndrome metabólico, la hiperglucemia, la dislipidemia, la prolongación del intervalo QTc y la taquicardia. Por lo tanto, es crucial realizar una evaluación regular del riesgo cardiovascular en personas con SMIE, independientemente de la edad, idealmente antes de la prescripción de antipsicóticos y, posteriormente, de forma anual.
Finalmente, la guía examina la salud mental en poblaciones y situaciones específicas y su relación con la ECV, incluyendo diferencias de sexo y género, adultos mayores, poblaciones socioeconómicamente desfavorecidas y pacientes con cáncer (cardio-oncología), destacando la necesidad de enfoques individualizados.
Conclusiones y futuras direcciones
Tras la revisión de la literatura científica, la guía publicada por la ESC destaca la necesidad imperiosa de integrar la evaluación y el manejo de la salud mental en la práctica cardiovascular rutinaria. Para alcanzar este objetivo, los autores insisten en que se requiere un esfuerzo coordinado para combatir el estigma asociado a los problemas de salud mental, especialmente en el ámbito de la enfermedad mental grave (SMIE), donde las brechas en la prevención y atención cardiovascular son significativas.
Así, si bien se han desarrollado avances en la atención a las personas con ECV, los expertos remarcan la gravedad de la persistencia de algunos problemas, como la falta de cribado y manejo sistemático de la salud mental en cardiología, la limitada investigación sobre cómo mejorar la salud cardiovascular en personas con problemas de salud mental, la escasez de orientaciones y protocolos para el abordaje de la enfermedad mental grave (SMIE) en este contexto, y el descuido de las necesidades de los cuidadores, entre otros. Por este motivo concluyen que resulta fundamental desarrollar e implementar modelos de atención cardiovascular integrados y holísticos, codiseñados con pacientes y cuidadores, y adaptados a las condiciones y recursos locales, puesto que «La atención cardiovascular es óptima si está centrada en la persona y busca mejorar la salud general, incluyendo la salud mental como componente integral».