La salud mental se ha consolidado como un factor central en las trayectorias educativas y laborales de la población europea. La pandemia de la COVID-19 marcó un antes y un después, al multiplicar los casos de ansiedad, depresión y otros trastornos, con efectos directos sobre la participación académica, el absentismo y las oportunidades de desarrollo profesional. Los problemas psicológicos no solo repercuten en la calidad de vida individual, sino que también limitan la cohesión social, la equidad en Educación y la productividad económica.
Estas son algunas de las conclusiones recogidas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, Organisation for Economic Co-operation and Development) en su nuevo informe sobre el Panorama de la Educación, un documento a través del cual analiza el estado de la Educación a nivel mundial, recogiendo información clave sobre el rendimiento de las instituciones educativas, el impacto del aprendizaje en los distintos países, el acceso y la participación en la educación, la inversión económica en este sector y la organización escolar, entre otros muchos aspectos.
El documento ofrece una visión transversal que recorre todos los niveles del sistema educativo, desde la educación infantil temprana hasta la formación terciaria y el aprendizaje de adultos. De este modo, analiza tanto la organización y composición del personal en la primera infancia, como los indicadores de acceso, participación y rendimiento en la enseñanza primaria y secundaria, así como los resultados vinculados al logro educativo y las oportunidades laborales en la educación superior. Incluye también datos sobre la formación a lo largo de la vida, conectando los distintos tramos educativos con factores de salud mental, bienestar socioemocional y condiciones laborales del personal docente.

Impacto de la pandemia y desigualdades en el acceso a la atención
El informe recuerda que los confinamientos implementados durante la crisis sanitaria tuvieron un efecto negativo sobre la salud mental en todos los países de la OCDE, generando un incremento notable en las tasas de ansiedad, depresión y otros desórdenes psicológicos.
Sin embargo, a pesar del reconocimiento creciente de su importancia, la atención en salud mental sigue sin estar incluida en muchos sistemas de salud universales, lo que amplía las desigualdades por nivel socioeconómico y género: las mujeres reportan mayores tasas de ansiedad y depresión, y los individuos con menores ingresos encuentran más barreras para acceder al cuidado y a la atención que necesitan debido a los costes de bolsillo.
Además, el estigma asociado a los problemas psicológicos constituye un obstáculo adicional. En algunos países, persiste la creencia de que acudir a un psicólogo es un signo de debilidad, lo que retrasa la búsqueda de ayuda y agrava los síntomas depresivos. La OCDE advierte de que este retraso aumenta la dificultad de acceso a la educación y la plena participación en el mercado laboral, creando un círculo vicioso que repercute en la inclusión social y económica.
Educación, salud psicológica y condiciones sociales
La relación entre logro educativo y resultados en salud mental está sólidamente establecida. Las investigaciones citadas por la OCDE demuestran que las personas con menor nivel educativo tienen más probabilidades de experimentar trastornos psicológicos y menos acceso a tratamientos eficaces.
La perspectiva sociológica del «proceso de estrés» resalta que los estresores no se distribuyen de forma aleatoria, sino que responden a condiciones sociales y económicas. Así, los individuos con bajo nivel educativo enfrentan con mayor frecuencia situaciones de estrés, disponen de menos recursos personales y redes de apoyo y, en consecuencia, sufren mayores impactos en su desarrollo cognitivo, emocional y social.
El informe subraya que esta desigual distribución produce un bucle negativo: la mala salud mental socava la motivación y la perseverancia necesarias para continuar los estudios, lo que afecta al rendimiento académico y a la obtención de credenciales educativas. A su vez, la ausencia de estas credenciales limita el acceso a mejores oportunidades de empleo y, con ello, a ingresos superiores, reforzando las desigualdades estructurales.
Infancia, juventud y salud mental en la Educación
El informe de la OCDE subraya que la atención a la salud mental y al bienestar debe comenzar desde las primeras etapas educativas. En la educación infantil temprana (ECEC), la integración de personal especializado, entre ellos psicólogos, logopedas y orientadores, permite responder a las necesidades cognitivas, psicológicas, emocionales y sociales de los niños y niñas, favoreciendo un desarrollo equilibrado y la detección temprana de dificultades. Estos profesionales aportan intervenciones adaptadas y orientación consultiva, promoviendo prácticas más inclusivas y sensibles a la diversidad.
El documento destaca que algunos países ya han incorporado equipos multidisciplinares en este nivel educativo. Lituania, por ejemplo, emplea psicólogos, logopedas, educadores artísticos e instructores de natación, que contribuyen tanto al apoyo individualizado como a las actividades grupales de desarrollo. En Corea, los centros de primera infancia incluyen docentes de educación especial que adaptan la enseñanza a las necesidades de cada niño, garantizando así que las discapacidades o necesidades especiales no supongan un obstáculo insalvable para el aprendizaje.
La OCDE insiste en que el fortalecimiento del apoyo socioemocional y de la atención a las necesidades educativas especiales en la infancia constituye una inversión esencial a largo plazo. Una adecuada intervención temprana no solo mejora la participación escolar y el compromiso académico, sino que también previene problemas de ansiedad, depresión o absentismo en etapas posteriores, reforzando la confianza, la autorregulación y la perseverancia que sostendrán el rendimiento académico a lo largo de toda la trayectoria educativa.
De igual modo, la Organización advierte de que factores como la exposición a la violencia, junto con problemas de salud mental o adicciones, pueden acentuar la vulnerabilidad de los y las jóvenes en su paso de la escuela al empleo. Estas circunstancias, cuando se combinan con la falta de redes de apoyo familiares o sociales, incrementan el riesgo de abandono educativo y de exclusión laboral.
Salud mental y mercado laboral: absentismo y productividad
El documento establece un vínculo claro entre los problemas de salud mental y el mercado laboral. De acuerdo con la OECD, se observa que quienes presentan problemas de salud mental tienen menos probabilidades de mantener un empleo estable, participan en menor medida en el personal laboral y presentan mayores tasas de absentismo.
Estos efectos son más acusados en mujeres y adultos mayores, dos colectivos en los que el impacto de la ansiedad, la depresión y otros problemas psicológicos se traducen en una mayor vulnerabilidad laboral y en limitaciones para el progreso profesional.
La Organización resalta que los entornos de trabajo de alta exigencia cognitiva y flexibilidad pueden ofrecer estímulos intelectuales protectores para la salud mental, siempre que no vayan acompañados de elevados niveles de estrés o largas jornadas laborales. No obstante, las ocupaciones de menor cualificación, más físicas y demandantes, tienden a concentrar mayores riesgos para la salud, lo que agudiza las desigualdades sociales y educativas.
Bienestar, disfrute de la vida y síntomas depresivos
Los indicadores de bienestar incluidos en el informe muestran que las personas adultas con estudios terciarios reportan, en promedio, mayor disfrute de la vida en comparación con quienes tienen niveles educativos inferiores. Así, el 75% de las personas con educación superior declara haber disfrutado de la vida «todo o casi todo el tiempo» durante la semana anterior, frente al 71% con educación secundaria y el 61% con niveles inferiores.
Sin embargo, la relación no siempre es lineal: en países como Suecia, las personas adultas con estudios superiores presentan tasas más bajas de disfrute vital que aquellas con niveles educativos inferiores, un hecho que la OCDE atribuye a factores como el estrés laboral y las elevadas exigencias profesionales.
En paralelo, los datos del International Social Survey Programme (un programa de colaboración transnacional que realiza encuestas anuales sobre diversos temas relevantes para las ciencias sociales), muestran que los síntomas depresivos son más frecuentes entre adultos con menor nivel educativo: en Corea, el 27% de quienes no habían completado la secundaria inferior declararon sentirse deprimidos en las últimas cuatro semanas, frente a solo el 1% de los adultos con educación terciaria en Estados Unidos.
España en el contexto europeo
En el caso de España, los datos recogidos en el informe reflejan patrones similares a los del promedio de la OCDE. Los/as adultos/as españoles/as con estudios terciarios reportan mejor salud percibida y mayor bienestar que aquellos/as con niveles educativos más bajos.
Asimismo, se confirma que la salud física y la salud mental constituyen un pilar esencial para el desarrollo de competencias y para la empleabilidad futura. La OCDE destaca que los estudiantes con buena salud psicológica están más comprometidos académicamente, presentan mayor autoconfianza, autocontrol y responsabilidad, y muestran un mejor desempeño educativo y laboral a lo largo del tiempo.
Apoyo especializado y atención a necesidades especiales
El informe de la OCDE también pone de relieve la importancia de contar con personal especializado dentro de los equipos educativos, especialmente en la educación infantil temprana (ECEC). La incorporación de psicólogos, logopedas y orientadores escolares contribuye a responder de manera más eficaz a las necesidades de desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños. Estos/as profesionales aportan orientación consultiva e intervenciones adaptadas, favoreciendo prácticas inclusivas y mejorando la calidad global de la atención educativa.
Como señalábamos anteriormente, la experiencia de algunos países europeos ilustra este papel. En Lituania, por ejemplo, los centros educativos emplean de forma estable a psicólogos, logopedas, educadores artísticos e instructores de natación, que ofrecen tanto apoyos individualizados como actividades grupales de desarrollo. De forma similar, en Corea se incorporan docentes de educación especial para adaptar la enseñanza a las necesidades de cada niño.
El informe enfatiza que este tipo de apoyos especializados son esenciales para garantizar la inclusión de quienes presentan discapacidades o necesidades educativas especiales, evitando que estas condiciones limiten su desarrollo académico y social. La presencia de personal con formación específica permite diseñar itinerarios de aprendizaje más flexibles y equitativos, asegurando que todos y todas los/as estudiantes, independientemente de sus circunstancias, puedan alcanzar un adecuado bienestar y un desempeño educativo positivo.
Conclusiones generales del informe
El informe de la OCDE concluye que la educación y la salud mental están profundamente entrelazadas. Un mayor nivel educativo protege frente a los problemas depresivos y de ansiedad, facilita el acceso a redes de apoyo familiar, mejora las oportunidades de cuidado especializado y promueve trayectorias vitales más saludables. Al mismo tiempo, la mala salud mental constituye un obstáculo grave para la permanencia en la educación, el rendimiento académico y la transición hacia empleos de calidad.
La organización enfatiza que las políticas educativas deben integrar de forma más clara indicadores de salud mental, socio-emocional y bienestar, reconociendo que el rendimiento escolar no se explica únicamente por la adquisición de habilidades cognitivas, sino también por la capacidad de los y las estudiantes de manejar el estrés, mantener la perseverancia y sostener la motivación. Solo con este enfoque integral, afirma la OCDE, será posible avanzar hacia una educación más equitativa y una sociedad más cohesionada, reduciendo las desigualdades que afectan especialmente a quienes viven con discapacidades, necesidades educativas especiales o limitaciones derivadas de trastornos psicológicos.
Se puede acceder al informe completo desde la página de la OECD o bien directamente a través del siguiente enlace:
OECD (2025). Education at a Glance 2025: OECD Indicators. OECD Publishing, Paris, https://doi.org/10.1787/1c0d9c79-en.