Las estadísticas por problemas de salud mental en niños y niñas y adolescentes no dejan de aumentar. Detectar las señales iniciales de malestar o estrés y promover estrategias eficaces de afrontamiento puede marcar la diferencia entre la recuperación y un mayor deterioro. Así lo afirma la American Psychological Association (APA) en un artículo publicado recientemente en su página institucional.

El estrés ha dejado de ser un fenómeno exclusivo de los adultos. Hoy en día afecta profundamente a niños, niñas y adolescentes, con consecuencias serias para su salud física y mental, tal y como se ha venido alertando en Infocop en numerosas ocasiones. El estrés prolongado en jóvenes puede derivar en hipertensión, debilitamiento del sistema inmunológico, obesidad, enfermedades cardíacas, ansiedad y depresión —estas últimas en un aumento preocupante entre la población más joven-.
Según refleja el artículo publicado por la APA, los diagnósticos de ansiedad en niños de entre 3 y 17 años aumentaron un 29 %, y los de depresión un 27 %. Continúa explicando que, durante la pandemia, los servicios de emergencias detectaron un incremento preocupante de casos relacionados con autolesiones, envenenamientos por consumo de drogas y trastornos alimentarios en los y las adolescentes. Esta realidad nos obliga a preguntarnos cómo detectar que un niño o una niña o un adolescente está en crisis y cómo ayudarle.
Señales de estrés en adolescentes.
A diferencia de los adultos, los adolescentes no siempre pueden identificar o verbalizar que están estresados. Por esta razón, es importante que los adultos cercanos aprendan a reconocer ciertas señales que pueden estar indicando que “algo no anda bien”:
- Irritabilidad y/o enfado frecuente: la aparición de estallidos emocionales, discusiones constantes o actitudes desafiantes pueden estar indicando que existe una acumulación de tensión.
- Cambios drásticos en el comportamiento: el adolescente o la adolescente puede volverse retraído, evitar actividades con las que antes disfrutaba o actuar de manera impulsiva.
- Alteraciones del sueño: dormir demasiado o muy poco, sufrir insomnio o despertarse varias veces durante la noche puede estar indicando que existe tensión o ansiedad.
- Descuido de las responsabilidades: una disminución en el rendimiento escolar, el olvido de tareas o desinterés general puede indicar que sucede algo.
- Cambios en la alimentación: comer compulsivamente o perder el apetito pueden ser signos de malestar.
- Síntomas físicos sin causa aparente: la aparición de dolores de cabeza, de estómago, fatiga o visitas frecuentes a los servicios médicos pueden estar ligados al estrés emocional.
¿Cómo puedo ayudarlos?
Según señala la APA, una intervención a tiempo y bien contextualizada puede prevenir trastornos mayores y favorecer en los y las jóvenes la adquisición de herramientas para enfrentar distintos desafíos. Algunas estrategias eficaces que deben promoverse en los adolescentes incluyen:
- Establecer una rutina saludable: dormir entre 8 y 10 horas, mantener una alimentación equilibrada y realizar al menos 60 minutos diarios de actividad física son pilares fundamentales para mantener la salud psicológica.
- Fomentar la expresión emocional: hablar abiertamente con adultos de confianza, escribir un diario o participar en actividades artísticas son formas de canalizar emociones difíciles para los y las adolescentes. Es importante que sientan que los adultos que les rodean son figuras seguras para que confíen y expresen lo que sienten.
- Fomentar la conexión con la naturaleza y el juego libre: el contacto con espacios verdes ayuda a reducir los niveles de ansiedad y mejorar el estado de ánimo. Además, el juego no estructurado permite liberar tensión.
- Aplicar técnicas de mindfulness: los programas de meditación y atención plena han demostrado contribuir a reducir significativamente el malestar emocional y psicológico en adolescentes. El solo hecho de escribir sobre emociones positivas, como puede ser la gratitud, puede ayudar a mejorar su estado emocional.
- Apoyar sin sobreproteger: aunque es tentador tratar de resolver sus problemas, es importante dejar que los y las adolescentes enfrenten sus propios desafíos, desarrollen resiliencia y aprendan a tomar decisiones por sí mimos o mismas. Si un adolescente se acerca para hablar contigo, puede ser buena idea preguntarle si quiere sólo que le escuches o si, además, quiere algún tipo de ayuda.
- Desarrollar el pensamiento crítico ante redes sociales: enseñarles a identificar contenido dañino, limitar su tiempo online y promover el consumo digital consciente es esencial en un entorno donde la comparación social es constante.
El papel de los adultos.
Los padres, madres, cuidadores y docentes tienen una función clave como modelos de comportamiento, según indica la APA. Mostrar cómo gestionan el estrés, hablar de emociones y normalizar el hecho de pedir ayuda puede allanar el camino para que los y las adolescentes imiten comportamientos y hagan lo mismo.

Además, buscar ayuda profesional no debería ser un último recurso, sino una muestra de cuidado y compromiso. Los profesionales de la psicología especializados en infancia y adolescencia pueden ofrecer terapias basadas en evidencia, como la terapia cognitivo-conductual, para enseñar habilidades prácticas y aliviar el sufrimiento de los y las adolescentes antes de que ese sufrimiento aumente.
Conclusión: el estrés no es una «chorrada».
El estrés en adolescentes no es un capricho, ni una etapa pasajera: se trata de un problema real que puede tener consecuencias serias. Detectarlo a tiempo, ofrecer el apoyo necesario y brindar herramientas adecuadas es responsabilidad de toda la comunidad: familia, escuela, instituciones y sociedad. Solo así podremos transformar esta crisis silenciosa en una oportunidad de crecimiento y fortaleza para las nuevas generaciones.
Fuente.
American Psychological Association (2024). How to help children and teens manage their stress.