El anuncio realizado ayer por el presidente del Gobierno español, planteando poner fin al cambio de hora estacional —el cambio horario que se realiza dos veces al año— a partir de 2026, reaviva un debate que va mucho más allá de los aspectos relacionados con la energía o la logística: el de su impacto psicológico y fisiológico. Desde hace años, la psicología —apoyada en la cronobiología y la ciencia del sueño— viene advirtiendo que el simple acto de adelantar o atrasar el reloj una hora no es inocuo para el bienestar y que tiene efectos negativos sobre las personas.
¿Por qué se propone dejar de cambiar la hora?
La propuesta del Ejecutivo español se alinea con la tendencia europea de abandonar la práctica bianual del cambio horario y optar por un horario permanente, ya sea el estándar o el de verano. El impacto de esta decisión no es sólo político, económico o energético, sino que tiene, además, una dimensión sanitaria y psicológica importante, dado que la evidencia científica muestra que estos cambios temporales impactan en los ritmos naturales del cuerpo.

Diversos informes del Time Use Laboratory (Barcelona, 2024) y del European Parliament Research Service subrayan que mantener un horario fijo podría mejorar la salud pública y la productividad, reducir la fatiga y favorecer la estabilidad emocional de la población.
El huso horario que le corresponde a España.
Por posición geográfica, la mayor parte de la península ibérica (excepto las Islas Canarias) se encuentra en el huso horario UTC + 0. Ese es el horario solar “natural” según la longitud del meridiano de Greenwich, que atraviesa directamente Castellón, Zaragoza y Huesca.
Sin embargo, desde al año 1940, España continental (y Baleares) está en UTC + 1 (hora central europea, CET), y durante el horario de verano pasa a UTC + 2 (CEST). Esto significa que, en invierno ya nos encontramos, de por sí, una hora adelantados respecto al sol, y en verano llegamos a ir dos horas adelantados, lo que supone una desincronización de hasta dos horas entre el reloj social y el reloj biológico.
Nuestro cerebro, concretamente el núcleo supraquiasmático (el “marcapasos” circadiano), se ajusta a la luz natural. Cuanto más se desvían el reloj biológico y el social, más síntomas aparecen: sueño fragmentado, cansancio matutino, irritabilidad y peor capacidad de atención. Por lo tanto, sería deseable aproximarse al máximo al horario solar, es decir, al horario de invierno e, incluso, al horario que correspondería por huso horario.
Psicología y reloj biológico.
El ser humano funciona según un sistema interno de temporización, conocido como ritmo circadiano, que regula el sueño, la secreción hormonal, el apetito y el estado de ánimo. Este “reloj biológico” se sincroniza, principalmente, con la luz solar. Al alterar artificialmente la hora oficial, se produce un desfase entre el reloj interno y el social, un fenómeno que la literatura denomina social jet lag.
Según la American Academy of Sleep Medicine (Rishi et al., 2020), estos desajustes incrementan la somnolencia, reducen la atención y deterioran la regulación emocional durante los días posteriores al cambio. Desde la psicología, estos efectos se traducen en mayor irritabilidad, peor rendimiento cognitivo y alteraciones en el estado de ánimo, sobre todo en individuos sensibles o con trastornos del sueño previos.
Evidencia empírica: el estudio de Barnes y Wagner.
Barnes y Wagner (2006), analizaron registros laborales en Estados Unidos, demostrando que el cambio al horario de verano (“spring forward”) reduce el sueño promedio en 40 minutos la noche siguiente y aumenta significativamente los accidentes y errores en el trabajo.
Aunque el estudio no medía directamente síntomas emocionales, sus hallazgos son esenciales para la psicología aplicada: la falta de sueño deteriora la función ejecutiva, la atención y el autocontrol emocional, pilares del bienestar psicológico. En palabras de los autores, incluso una hora menos de descanso puede tener consecuencias medibles en el comportamiento y la seguridad.
Breve revisión sobre el sueño.
Casi dos décadas después, Neumann (2024) publicó una revisión exhaustiva de la literatura científica sobre el cambio de hora y el bienestar. Su análisis integró estudios de cronobiología, psicología de la salud y economía del comportamiento en más de 15 países y las conclusiones indicaban de forma clara que ese cambio de hora tiene efectos adversos para las personas:
- Los efectos del cambio de hora sobre el sueño y el estado de ánimo son pequeños pero consistentes.
- Los impactos psicológicos negativos son mayores tras el cambio primaveral, cuando se pierde una hora de descanso.
- Las poblaciones del norte y las personas con cronotipo vespertino (más activas de noche) presentan mayor dificultad de adaptación.
- A largo plazo, mantener el horario estándar (sin adelantos ni retrasos) favorece la salud psicológica y el rendimiento diario.
Neumann subraya, además, un aspecto cultural: el cambio de hora interrumpe la sensación de estabilidad temporal y exige una “microadaptación” psicológica cada seis meses, algo que puede ser irrelevante para la mayoría, pero costoso para quienes tienen ritmos más frágiles (niños, adolescentes, personas mayores o personas con ansiedad).
De la misma manera, según una revisión realizada por Charlotte Gupta (2024), publicada en Nature Reviews Psychology, la cronobiología —y campos emergentes como la crononutrición o el cronoejercicio— ofrecen nuevas claves para entender cómo el momento del día en que dormimos, comemos o realizamos ejercicio influye en la regulación emocional y en la eficacia de las intervenciones psicológicas. La revisión de Keiser et al., citada en ese artículo, evidenció que comer tarde o tener un sueño con punto medio muy retrasado se asocian con peor salud mental y física.
Desde esta perspectiva, el cambio de hora y el huso adelantado que mantiene España agravan la desincronización circadiana, reduciendo la exposición matutina a la luz y alterando los patrones de sueño y alimentación. En consecuencia, respetar los ritmos biológicos y alinear las rutinas con el ciclo solar no solo favorece el descanso, sino también la estabilidad emocional y la prevención del estrés y la ansiedad. En definitiva, cuidar del reloj interno es también cuidar de la mente.
Lo que ocurre con el cambio.
Desde el punto de vista psicológico, los principales mecanismos que explican los efectos del cambio de hora son:
- Privación parcial de sueño. Adelantar el reloj significa dormir menos. La falta de sueño afecta a la corteza prefrontal, reduciendo la capacidad de concentración y la tolerancia a la frustración.
- Desincronización circadiana. El cuerpo sigue el horario solar, mientras el reloj social impone otro. Esa disonancia se asocia a fatiga, irritabilidad y alteraciones metabólicas.
- Pérdida de luz matutina o vespertina. La exposición a la luz natural regula la melatonina y el cortisol. Un amanecer más tardío o un atardecer más temprano influyen directamente en la energía y el ánimo.
- Estrés adaptativo. Cambiar rutinas y horarios —por más que solo sea una hora— exige un esfuerzo psicológico de reajuste, que en algunos casos incrementa la sensación de fatiga y el estrés subjetivo.
Estos mecanismos se acumulan durante los primeros días y tienden a normalizarse en una o dos semanas, pero los estudios muestran que incluso ese breve lapso puede alterar el bienestar percibido.

Implicaciones para las políticas públicas.
La eliminación del cambio horario estacional, que España propone implementar en los próximos años, puede considerarse una medida de prevención psicológica. Al mantener un horario constante:
- Se elimina la disrupción bianual del sueño y los ritmos biológicos.
- Se reduce el jet lag social y la fatiga laboral.
- Se favorece la estabilidad emocional y la productividad.
- Se armoniza el reloj social con el solar, especialmente importante para estudiantes y trabajadores por turnos.
En este sentido, la evidencia psicológica está alineada con la idea de eliminar los cambios horarios ya que menos cambios externos implican más coherencia interna. Además, de cara a garantizar la salud psicológica, convendría adoptar el horario de invierno e, incluso, volver a adoptar el horario que le corresponde a la península según su huso horario.
Consejos prácticos durante la transición.
Hasta que se adopte el horario fijo, la psicología ofrece pautas para mitigar el impacto del cambio de hora que se producirá la madrugada del sábado 25 de octubre al domingo 26 de octubre de 2025:
- Ajusta progresivamente los horarios de sueño los días previos, adelantando o retrasando 15 minutos cada noche.
- Exponte a la luz natural durante la primera hora tras despertar.
- Evita pantallas intensas y cafeína al final del día.
- Mantén rutinas estables de comidas y ejercicio.
- Escucha tu cuerpo: si sientes fatiga o irritabilidad, permite unos días de ajuste.
Estas estrategias se apoyan en principios de psicología del sueño y terapia cognitivo-conductual para insomnio, que promueven la consistencia temporal y la higiene del descanso.
Conclusiones: cambiar de hora no es inocuo.
El cambio de hora, lejos de ser un detalle administrativo, constituye una intervención sobre el tiempo interno de millones de personas. La evidencia psicológica y cronobiológica —desde Barnes y Wagner (2006) hasta Neumann (2024)— demuestra que estas alteraciones afectan al sueño, la atención y el bienestar emocional, incluso si el efecto promedio es pequeño.
Por ello, la eliminación del cambio horario -y garantizar que ese cambio se adapta a la hora solar y reloj biológico-, no solo simplifica la vida cotidiana: también podría representar una protección a la salud psicológica. Dormir, trabajar y vivir según un mismo ritmo temporal durante todo el año puede ayudarnos a mantener una mente más clara, un cuerpo más descansado y una sociedad más sincronizada con la luz natural.
Referencias.
Barnes, C. M., & Wagner, D. T. (2006). Changing to daylight saving time cuts into sleep and increases workplace injuries. Journal of Applied Psychology, 91(5), 1305–1317. https://doi.org/10.1037/0021-9010.91.5.1305
Gupta, C. (2024). Multidisciplinary chrono-approaches in psychology. Nature Reviews Psychology, 1-1.
Neumann, J. (2024). What time will it be? A comprehensive literature review on clock changes and well-being. Time & Society. https://doi.org/10.1177/0961463X241310562
Rishi, M. A., et al. (2020). Daylight saving time: An American Academy of Sleep Medicine position statement. Journal of Clinical Sleep Medicine, 16(10), 1781–1784. https://doi.org/10.5664/jcsm.8780
Time Use Laboratory. (2024). Permanent time zones in the EU. Barcelona: EU Time Use Initiative. https://timeuse.barcelona/what-we-do/permanent-time-zones-eu/