La crianza en centros de acogida, aun cuando es necesaria en muchas ocasiones para proteger a niños, niñas y adolescentes, sigue planteando riesgos significativos para su desarrollo físico, cognitivo, socioemocional y para su salud mental.
Así lo advierte un estudio publicado en la revista Papeles del Psicólogo, y llevado a cabo por los investigadores Fernando Lacasa-Saludas (Hospital de Sant Joan de Déu, Barcelona), María José Rodado-Martínez (Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca, Murcia), Marta Sadurní-Brugué (Universidad de Girona), Beatriz Folch-Naya (Burford School, Oxfordshire, UK) e Irene Fernández-Mayoralas (Departamento de Salud Mental de Sagunto), con el propósito de analizar, desde la teoría del apego, los criterios a considerar en el diseño y organización de centros de atención residencial para menores, subrayando, a su vez, la necesidad de una formación especializada del personal educativo.

Apego, vínculos y desarrollo
La teoría del apego, formulada por John Bowlby y desarrollada por Mary Ainsworth, explica cómo los seres humanos tienden a establecer vínculos afectivos sólidos con sus cuidadores/as y cómo la ruptura de esos lazos puede derivar en consecuencias emocionales y psicológicas como ansiedad, ira, depresión o desapego. Estos modelos internos de funcionamiento se conforman desde la infancia y condicionan la confianza y expectativas que los individuos proyectan en sus relaciones a lo largo de la vida.
Aunque los patrones de apego tienden a mantenerse, los cambios en las figuras cuidadoras o experiencias traumáticas pueden modificar su organización, influyendo en la seguridad emocional de niños, niñas y adolescentes. De ahí la relevancia de aplicar la teoría del apego en el cuidado residencial, donde los vínculos estables y significativos son esenciales para ofrecer una base segura.
Riesgos y limitaciones del acogimiento residencial
El informe recuerda que Bowlby ya advirtió en 1952 de los graves y duraderos daños derivados de la falta de cuidados maternos prolongados. Aunque el panorama actual ha cambiado, persisten importantes riesgos. Según datos del Observatorio de la Infancia (2024), en 2023 había en España 51.972 menores atendidos en el sistema de protección: 18.097 en acogimiento familiar y 17.112 en acogimiento residencial. La mayoría tenía entre 11 y 17 años.
Los autores del presente estudio señalan que, a pesar de las mejoras implementadas en los últimos años, algunos expertos continúan describiendo el acogimiento residencial como una forma de «negligencia estructural», con efectos negativos en el desarrollo integral. En este sentido, un metaanálisis internacional con más de 100.000 menores revela retrasos físicos y cognitivos, así como mayor prevalencia de apego inseguro y desorganizado, especialmente, en quienes ingresan a edades tempranas.
En España, los estudios de seguimiento son escasos. Uno de ellos, con 492 menores de entre 8 y 17 años con problemas de salud mental, evidencia trayectorias muy dispares: un 29,9% mantuvo buena salud mental, un 26% mejoró, un 23,5% empeoró y un 20,5% no mostró cambios. Los investigadores subrayan que la derivación a salud mental resulta insuficiente si no se cuenta con profesionales específicamente formados ni se atiende a la calidad del entorno residencial. Ante esto, se insiste en que la atención a la salud mental debe ir de la mano de una organización y cuidados adecuados.
Programas formativos y cambios organizativos
El estudio destaca experiencias como la de Asturias, donde se aplicó un programa formativo basado en la teoría del apego, el trauma y los derechos de la infancia. Este modelo, implementado en un 75% del personal, promovió una «afectividad consciente», mejoró la percepción de seguridad por parte de los menores y favoreció la gestión de transiciones y la comunicación con el personal educador. Además, subraya la importancia de no cuestionar los vínculos de los/as niños/as con sus familias de origen, pues constituyen parte de su identidad.
También se reseña la experiencia del Orfanato de San Petersburgo (Crockenberg et al, 2008) y la investigación de Júlia Sánchez en Madrid, que ponen de relieve la trascendencia de la formación del personal y la organización en grupos pequeños y estables para favorecer la calidad del cuidado y el bienestar.
Claves desde la teoría del apego
Los autores sintetizan varios principios fundamentales para orientar la organización de los centros:
- Interacciones sociales significativas: son una necesidad básica para el desarrollo físico, social y cognitivo.
- Continuidad del cuidado: evita vínculos fragmentados y desconfianza.
- Red social fiable: niños, niñas y adolescentes necesitan apoyos estables frente a la ansiedad, el estrés o la enfermedad.
El estudio enfatiza que fomentar un apego seguro con los cuidadores mejora la salud física y mental de los y las menores. Esto exige una base segura material y afectiva, interacciones sensibles y un acompañamiento ajustado a cada etapa de desarrollo.
Regulación emocional y salud mental
Una parte central del trabajo se dedica a explicar cómo los procesos de regulación emocional están íntimamente ligados a la teoría del apego. Investigaciones como las de Allan Schore muestran que las interacciones tempranas entre madre e hijo cimentan la capacidad de autorregulación. Cuando estas experiencias se ven interrumpidas o dañadas, se generan vulnerabilidades que pueden manifestarse en la adolescencia o edad adulta en forma de dificultades emocionales y psicológicas.
En el caso de los y las menores en acogimiento, muchos/as han carecido de la ayuda necesaria de sus figuras de apego en esta etapa crucial, lo que limita su capacidad de contención ante frustraciones y contratiempos. Ante esto, el artículo advierte de que la regulación emocional que puede brindar un educador depende del vínculo afectivo y de la sensibilidad para percibir y responder a las señales de estos/as menores. Este acompañamiento, si se ofrece de forma sensible y estable, puede favorecer la reparación del daño y el progreso terapéutico, reforzando la salud mental a través de la neuroplasticidad y la reorganización de circuitos cerebrales.
En este sentido, los autores afirman que la capacidad de los equipos educativos para identificar, comprender y regular las emociones resulta determinante para que los y las adolescentes afronten los eventos estresantes. La formación en teoría del apego y estrategias de regulación es esencial para prevenir problemas futuros de salud mental y para acompañar a los menores en la construcción de una identidad más segura.
Continuidad, previsibilidad y estructura
El estudio alerta de que cada cambio de ubicación impone nuevas pérdidas y reabre heridas previas, con un incremento del riesgo de trastornos emocionales, conductuales y psicopatológicos. Por ello, es necesario minimizar los traslados y garantizar la previsibilidad mediante estructuras claras, normas adaptables y una comunicación transparente. La existencia de horarios estables y el respeto por las pertenencias personales también contribuyen a la seguridad emocional y a la construcción de un entorno predecible.
Asimismo, se destaca la importancia de contar con figuras de referencia estables que ofrezcan disponibilidad física y psicológica, mediación con la escuela o el sistema sanitario y acompañamiento en momentos de ansiedad o enfermedad. Todo ello, forma parte de una red de apoyo que puede sostener la salud mental de los/as menores bajo tutela.
El cuidado del equipo educativo y su salud mental
El artículo concluye destacando que trabajar con menores traumatizados exige una gran capacidad emocional y profesional. Sin embargo, los equipos educativos suelen enfrentarse a ratios insuficientes, alta rotación y precariedad laboral. Estas condiciones afectan a su desempeño y aumentan la carga emocional.
Por ello, se recomienda mejorar las condiciones laborales, implementar programas de prevención que fortalezcan la capacidad de regulación emocional de los profesionales y garantizar espacios de supervisión y reflexión. Los autores subrayan que los equipos educativos deben cuidar su propia salud mental, dado el impacto emocional que supone el contacto con el sufrimiento infantil. Su bienestar es indispensable para sostener relaciones sanas y ambientes protectores, convirtiéndose en pilares fundamentales del entorno residencial.
Líneas de futuro
El estudio plantea la necesidad de consolidar figuras de referencia estables, minimizar cambios de hogar, desarrollar programas formativos en teoría del apego y regulación emocional, establecer estándares de calidad y asegurar redes de apoyo para los/as menores. También recomienda reforzar el cuidado emocional y psicológico del personal, garantizando espacios de supervisión que prevengan el desgaste y protejan su salud mental.
En definitiva, los investigadores concluyen que la incorporación sistemática de la teoría del apego en la organización de los centros y en la formación de los equipos es indispensable para favorecer el desarrollo saludable de los menores tutelados y para proteger su bienestar psicológico y emocional.
Se puede acceder al estudio completo desde la revista Papeles del Psicólogo o bien directamente a través del siguiente enlace:
Lacasa-Saludas, F., Rodado-Martínez, M. J., Sadurní-Brugué, M., Folch-Naya, B., y Fernández-Mayoralas, I. (2025). Cuidados Seguros en la Infancia Bajo Tutela: Aportaciones Desde la Teoría del Apego. Papeles del Psicólogo/Psychologist Papers, 46(3), 203-210. https://doi.org/10.70478/pap.psicol.2025.46.23