La superdotación y el desarrollo de altas capacidades es un tema que cada vez centra más el interés de los padres y de la sociedad en general. Sin embargo, la ausencia de protocolos unificados para abordar estos casos, así como la falta de una respuesta eficaz y coordinada del sistema educativo, hace que los padres, que se enfrentan ante la posibilidad de que un hijo/a presente altas capacidades, se sientan desorientados acerca de cómo actuar o qué pasos dar para responder a las posibles necesidades especiales de su hijo. La Web, además, está invadida de servicios que aseguran una evaluación online de la inteligencia y que ofrecen programas para potenciar las altas capacidades. ¿Cómo diferenciar que un servicio o profesional es digno de confianza? ¿Cómo saber si la evaluación que se ha realizado a nuestro hijo es fiable? Para responder a estas cuestiones, Infocop ha entrevistado a Flavio Castiglione, ex-coordinador y miembro del grupo de trabajo de Superdotación y Altas Capacidades del COP de Cataluña y delegado en España del World Council for Gifted and Talented Children. |
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ENTREVISTA Para encuadrar el tema que nos ocupa, cuando hablamos de niños con altas capacidades, ¿a qué nos estamos refiriendo exactamente? Desde el punto de vista psicológico, son niños con una habilidad cognitiva muy superior a la media a la hora de aprender y gestionar la información en una o varias áreas de conocimiento. En el aspecto educativo, son niños que frecuentemente tienen dificultades para encajar en el sistema. Son niños que nos recuerdan que el modelo educativo tradicional tiene grandes fallas, ya que tienen que hacer grandes esfuerzos para, a la vez, adaptarse a él y sentirse educativamente satisfechos. Como experto en el área, ¿qué recomendaría a unos padres que se enfrentan ante la sospecha de que su hijo presenta altas capacidades? Lo primero, me informaría en la escuela para saber si hay concordancia entre su rendimiento académico y su grado de satisfacción y motivación sobre las tareas, es decir, si hay una buena respuesta educativa. Realizar un diagnóstico sobre altas capacidades permite, además, afinar mucho más sobre dicha respuesta educativa, teniendo en cuenta las variables psicológicas del niño y las del entorno en el que se desenvuelve. Hoy en día, la Web está invadida de páginas que ofrecen servicios para la evaluación e intervención en altas capacidades. Sin embargo, no todas las asociaciones o entidades que se publicitan proporcionan unos servicios serios y de calidad. ¿Qué competencias deben tener los profesionales de estos centros para que se realice una evaluación de altas capacidades con una adecuada garantía? ¿Por qué? Deben ser profesionales que tengan conocimientos y experiencia en el desarrollo cognitivo, emocional y conductual infanto-juvenil, por lo tanto, psicólogos, pedagogos o psicopedagogos, que a su vez puedan demostrar su saber profesional en el campo educativo, en el área de la inteligencia y, cómo no, en altas capacidades. Esto es así porque no existe actualmente una formación reglada universitaria, que garantice una acreditación homogénea en este campo a escala estatal. Los especialistas en altas capacidades llevamos décadas solicitando a los organismos públicos y privados (Ministerios, Consejerías autonómicas, Universidades, etc.) una habilitación profesional especialista en altas capacidades, sin éxito. |
¿Cómo pueden saber los padres de estos niños si su hijo ha sido evaluado correctamente? ¿Qué aspectos deben recogerse en la evaluación de estos niños y a través de qué instrumentos de evaluación deben realizarse? Aunque sé que es difícil, los padres deben olvidarse del famoso cociente intelectual (C.I.), ya que es un valor que da muy poca información sobre su hijo, además está sobrecargado de prejuicios y estereotipos sociales que no ayudan en nada al niño con altas capacidades. Es evidente que los profesionales necesitamos datos, información sobre la persona que vamos a diagnosticar, pero, en nuestro caso, sería imprudente ceñirlo sólo a una puntuación (al igual que lo sería en cualquier área de evaluación psicológica o psicopedagógica). Reconocer a un niño con altas capacidades solamente a través de un baremo, cierra la puerta a su conocimiento y, por tanto, a la intervención educativa consecuente. Si fuera tan fácil diagnosticar un alumno con altas capacidades simplemente por el C.I., no harían falta especialistas, cualquiera que pueda pasar dichos tests puede obtener esos resultados. | |||
Además de una valoración cuantitativa y cualitativa de su inteligencia es importante conocer su personalidad y desarrollo emocional, su manera de enfrentar la tarea, su nivel de motivación, su creatividad, así como recoger información sobre su historia personal y su entorno educativo, escolar y familiar. En definitiva, hay que diagnosticar, no etiquetar. Lo primero, prepara la orientación e intervención educativa adecuada; lo segundo, perjudica, genera falsas expectativas y puede actuar como estigma social. ¿Qué riesgos implica para las familias que esta evaluación no se realice bajo unos criterios de calidad? Aparte de la frustración que supone no obtener una respuesta clara y objetiva, quien sale más perjudicado es el propio niño. Toda sospecha de altas capacidades genera, inevitablemente, unas expectativas en la familia, que el profesional debe conocer y controlar para luego dar una respuesta en función de los resultados de su evaluación. Si esto no es así, la familia se siente desorientada y angustiada al no poder ayudar a su hijo/a a encontrar una salida a sus necesidades educativas tan particulares. Por otro lado, el niño/a se siente examinado para algo que desconoce y puede reaccionar negativamente a la evaluación. No cabe duda de que el ámbito de las altas capacidades supone un interesante mercado lucrativo. Esto unido a la falta de regulación nacional sobre los profesionales que pueden evaluar e intervenir en este campo, posiciona a las familias en una situación de vulnerabilidad. ¿Cómo pueden prevenir los padres de estos niños ser objeto de fraude? Las asociaciones de familias suelen tener información actualizada sobre los profesionales que actúan en este campo, ya que los directamente afectados se preocupan de tener una información fiable. Si no lo hicieran, se estarían perjudicando a sí mismas. Y si han sido objeto de fraude, ¿qué recomienda a estas familias? Acudir al Colegio Profesional al cual pertenece la persona que realizó la evaluación a su hijo/a y presentar una queja. Los mismos colegios profesionales tienen recursos suficientes para controlar la mala praxis y el intrusismo profesional. Una de las dificultades que se ha observado es que muchas evaluaciones se están realizando mediante tests que están obsoletos y cuyas baremaciones son antiguas (están realizadas con poblaciones de hace más de 10 años), de tal manera, que la interpretación de los resultados en estos tests puede no ajustarse a la realidad actual. ¿Podría explicarnos este problema? Es probable que si pasamos un test de inteligencia con una baremación hecha hace 15 años nos dé un resultado más alto que si lo hacemos con una prueba actualizada. La inteligencia y, por tanto, los modelos que la estudian han cambiado. Por lo tanto, tenemos que utilizar tests y técnicas de diagnóstico que su edición haya sido validada con muestras de población lo más reciente posibles. No nombraré ningún test, pero esto se puede averiguar consultando el manual del mismo test o en las compañías distribuidoras del mismo. Para finalizar, ¿le gustaría añadir algún otro comentario de interés al tema que nos ocupa? Simplemente quisiera recordar que los niños y niñas con altas capacidades son, ante todo, niños y, como tales, tiene derecho a una educación y un desarrollo personal satisfactorio. Ello incluye respetar, comprender y atender esa característica especial. Los niños con altas capacidades nos recuerdan que aprender es una función humana básica, -para ellos aprender es como comer o dormir, o más importante incluso- nos recuerdan también que todos los niños tienen un brillo en los ojos cuando descubren, exploran y aprenden cosas con sentido y que es responsabilidad de todos velar por que ese brillo no se apague nunca. |