¿Cómo fomentar el uso responsable y seguro de las tecnologías en la infancia?
20 Dic 2023

Las nuevas tecnologías y los servicios digitales emergentes han introducido cambios importantes en las vidas de los niños y las niñas del siglo XXI, siendo, actualmente, sus usuarios/as más frecuentes. Así, los y las menores están creciendo con plataformas digitales como Instagram o YouTube y saben utilizar una Tablet incluso antes de comenzar a hablar. Palabras como “binge watching”, “live tweeting” e “hiperconectado” son un reflejo de nuestro mundo, cada vez más virtual, y que impacta en la forma en que los niños y las niñas crecen, aprenden, juegan e interactúan. En este contexto, desarrollar la resiliencia digital es una habilidad importante para el uso de las tecnologías en la infancia, en la que tanto las familias como los centros educativos, desempeñan un papel crucial.  

Con esta introducción, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) presenta un informe, a través del cual aborda el impacto de las tecnologías en los niños y niñas en pleno siglo XXI, recogiendo tanto sus beneficios y las oportunidades que brindan, como los riesgos que entrañan, poniendo de relieve, a su vez, la importancia de desarrollar políticas que protejan y empoderen a los y las menores en el mundo digital.

Tal y como señala la OECD, en los últimos años, ha habido un aumento significativo en el uso de Internet entre los niños de 0 a 8 años, debido, en parte, “porque comienzan a utilizar dispositivos digitales a edades cada vez más tempranas”. La introducción de pantallas táctiles y tabletas con iconos ha facilitado la tendencia emergente de que niños y niñas muy pequeños (preescolares) se conecten a Internet.

Fuente: freepik. foto: freepik. Fecha: 14/12/2023

Algunos estudios señalan que el tiempo que los y las menores pasan conectados online se correlaciona significativamente con el tiempo que los padres pasan también online, así como con la disponibilidad de dispositivos tecnológicos en el entorno doméstico, lo que, a juicio de la Organización, evidencia que “tener dispositivos digitales en casa puede hacer que los niños se familiaricen con la tecnología desde una edad muy temprana”. Paralelamente, los niños y las niñas comienzan a tener dispositivos propios (por ej., su primer teléfono móvil) a edades también más tempranas.

La Organización recuerda que estas tendencias no son uniformes en todos los países: los y las menores de países favorecidos socioeconómicamente tienen más probabilidades de tener acceso temprano a dispositivos digitales en comparación con aquellos/as que viven en países más desfavorecidos. Asimismo, alerta de que el uso de dispositivos digitales por parte de niños a edades más tempranas “puede ser preocupante, ya que los niños más pequeños son más vulnerables a los riesgos que pueden aparecer online”.

El informe señala que, hoy en día, es más probable que niños, niñas y adolescentes se conecten a Internet a través de dispositivos digitales personales, como teléfonos móviles y ordenadores portátiles. Asimismo, un número cada vez mayor de niños/as se llevan sus teléfonos u otros dispositivos digitales a sus habitaciones (49%), “donde hay poca o ninguna supervisión parental”, lo que implica que el visionado de programas y vídeos se convierte en una actividad cada vez más privada e individual.

Las actividades basadas en pantallas, especialmente al final del día, se relacionan con una menor calidad del sueño

A este respecto, los estudios evidencian que las actividades basadas en pantallas, principalmente, por la tarde y por la noche, están directamente relacionadas con una reducción de la calidad del sueño. Por un lado, el tiempo frente a una pantalla suele postergar la hora de acostarse, reduciendo las horas de sueño, y, por otro, la luz brillante de la pantalla puede retrasar la secreción de melatonina (una hormona que promueve el sueño).

Además, el contenido online puede provocar un despertar psicológico y fisiológico, lo que dificulta la conciliación y la duración del sueño. Esta reducción de la calidad del sueño puede provocar ansiedad, depresión y niveles más bajos de autoestima en los y las menores, especialmente, entre los adolescentes y, por tanto, puede deteriorar su bienestar.

Según datos de PISA, se ha registrado un aumento significativo en la proporción de niños/as y adolescentes en los países de la OCDE, que utilizan con frecuencia Internet para actividades de ocio. Concretamente, el 73% de los adolescentes de 15 años revela que participa en redes sociales diariamente, el 61% reconoce que chatea online todos los días y el 34% admite jugar a juegos online todos los días o casi todos los días.

Entre los beneficios de Internet, destaca su uso para obtener información y para el aprendizaje informal

Esta última actividad es la más popular entre los y las menores, con diferencias en función del género: el 75% de los niños de 15 años participan en juegos de un solo jugador con regularidad y más del 13% juegan todos los días; el 70% juega regularmente a juegos colaborativos online, y casi el 20% lo hace todos los días. Las niñas, por otro lado, muestran un patrón de respuestas muy diferente: más del 56% de las chicas de 15 años nunca o casi nunca participan en juegos de un solo jugador, y más del 71 % no juegan -o apenas lo hace- a juegos colaborativos online.

De acuerdo con la OECD, los factores psicológicos también influyen en el uso excesivo de Internet: los niños y niñas que experimentan ansiedad, depresión, angustia psicológica o tienen síntomas de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o trastorno del espectro autista (TEA) tienen más probabilidades de ser “usuarios extremos de Internet” (si bien algunos de estos indicadores pueden ser, a su vez, consecuencias del uso excesivo de Internet). Características personales como la extroversión y el neuroticismo también se relacionan positivamente con este mayor uso de la Red.

Entre los beneficios de la conexión online, el documento destaca que los niños y las niñas utilizan Internet en casa para obtener información y aprender de forma informal: en los países de la OCDE, el 88% de los y las estudiantes consideran que Internet es un gran recurso para obtener información y el 49% afirma que accede a la Red para intercambiar soluciones de problemas con otros/as estudiantes.

A mayor tiempo de conexión en la Red, mayor exposición, tanto a los beneficios como a los riesgos que entraña

En función del nivel socioeconómico, se observa que los/as estudiantes con ventajas socioeconómicas tienen más probabilidad de acceder a la Red para obtener información y aprender, mientras que aquellos/as desventajas socioeconómicas, lo utilizan para jugar más y chatear online. A este respecto, los datos de este informe revelan que estos últimos dedican una media de 15 minutos diarios conectados, más que los primeros.

Este uso de Internet puede tener un coste: un número cada vez mayor de niños se sienten mal cuando no pueden estar conectados online, lo que puede impactar negativamente en su bienestar psicológico.  

La OECD recuerda que cuanto más tiempo pasan conectados en Internet, mayor es su exposición, tanto a las oportunidades y beneficios que conlleva como a los posibles riesgos que entraña. Estos van de la mano, “ya que los niños deben encontrar, conocer y explorar los riesgos online para aprender y desarrollar habilidades digitales”.

Así, Internet brinda a los niños acceso a información global. No sólo la cantidad de información disponible ahora es mucho mayor y más accesible, sino que también está diversificada en una amplia variedad de formatos y tipos (por ej., el correo electrónico, los mensajes de voz, sitios web tradicionales, blogs y wikis). Los motores de búsqueda han facilitado mucho más la búsqueda de conocimientos relevantes en la «Web». Al buscar palabras, los y las menores pueden seleccionar y acceder instantáneamente a la información más relevante, entre toda la sobrecarga de contenido disponible online.

La expansión de productos y servicios online en el sector educativo está brindando mejores oportunidades de aprendizaje

Toda esta amplia información disponible, les permite hacer un amplio uso de la Red, no sólo para la búsqueda de información, sino también para acceder a resúmenes generados automáticamente, escanear textos y realizar traducciones de idiomas. Sin embargo, esta enorme cantidad de información puede tener implicaciones negativas. En primer lugar, como cualquiera puede producir y cargar materiales, la calidad del contenido online no está garantizada. Esto puede ser un problema cuando los niños no pueden distinguir la realidad de la ficción y no pueden verificar críticamente las fuentes, lo que conlleva a desinformación.

La expansión de productos y servicios online en el sector educativo está brindando a los y las estudiantes más y mejores oportunidades de aprendizaje. La revolución de las TIC ha reducido de forma importante los costes asociados con estas oportunidades: ahora se puede acceder de forma gratuita a muchos recursos educativos online (por ej., cursos, libros de texto, material de vídeo e instrucciones). Esto permite, además, que estudiantes de entornos desfavorecidos puedan participar en el aprendizaje electrónico y acceder a una amplia gama de contenidos de aprendizaje. Además, Internet puede facilitar el proceso de búsqueda de empleo, a través de plataformas de redes sociales profesionales (por ejemplo, LinkedIn), donde los y las estudiantes pueden conectarse con posibles empleadores.

Según los datos de este informe, los principales riesgos online que se encuentran los niños y niñas de 9 a 16 años de toda la Unión Europea son, por orden aparición: 1. Dar información personal; 2. Ver imágenes sexuales/pornografía online; 3. Ver contenido violento o de odio; 4. Ser acosado/recibir comentarios sexuales no deseados; 5. Conocer en persona a un contacto online.

Los adolescentes tienen más probabilidad de exposición a riesgos online que los/as niños/as más pequeños/as

Estos riesgos, aumentan con la edad: los/as adolescentes presentan más probabilidad de riesgos online que los/as niños más pequeños. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, aunque estos últimos están menos expuestos al riesgo online, pueden experimentar más daños como resultado del riesgo, ya que son menos capaces de afrontarlo. En el caso de los/as adolescentes, la OECD destaca como peligro potencial su “exceso de confianza en que no les va a pasar nada malo”.

Un riesgo importante para los niños y las niñas es el posible acceso a contenidos agresivos, sexuales/pornográficos o peligrosos. Según una encuesta realizada por EU Kids Online, el 21% de los niños y las niñas de 11 a 16 años habrían encontrado uno o más páginas web con contenido potencialmente dañino como mensajes de odio (12%), páginas que fomentan trastornos alimentarios (10%), las autolesiones (7%), el consumo de drogas (7%) e incluso el suicidio (5%). Además, el 14% de los y las menores de entre 9 y 16 años habría visto imágenes con contenido sexual explícito; de ellos, el 25% admite haberse sentido molestos.

Así, los y las menores pueden encontrar involuntariamente contenido pornográfico online, por ejemplo, al recibir correos electrónicos no deseados, anuncios emergentes, al escribir mal una URL o al realizar búsquedas en la Web. Aunque es importante tener en cuenta también que pueden encontrar imágenes sexuales en otros lugares, como la televisión, vídeos o DVD (12%), o en revistas o libros (7%).

Cada vez se usan más las redes sociales para desarrollar y mantener relaciones interpersonales

Por otro lado, participar en redes sociales se ha convertido en una actividad común entre los niños y las niñas. El mayor acceso a dispositivos móviles les permite estar en conexión permanentemente con sus redes sociales, recibiendo mensajes de forma ininterrumpida, revisando sus noticias sociales o publicando actualizaciones personales. Las interacciones sociales pueden darse a través de redes sociales (Facebook, Instagram, Snapchat y YouTube) y plataformas de juego virtuales (Fortnite o los Sims). Sin embargo, plataformas como Facebook se están volviendo menos populares entre los y las adolescentes, mientras que ocurre lo contrario con otras como Snapchat e Instagram, “donde los adultos están menos presentes”.

Cada vez utilizan más las redes sociales para desarrollar y mantener relaciones interpersonales. Sin embargo, múltiples investigaciones coinciden en que las redes sociales pueden tener un efecto positivo en el capital social de los y las menores: las relaciones entre iguales se benefician de las redes sociales “con sentimientos más fuertes de conectividad”. De manera similar, comunicarse con amigos/as a través de redes sociales puede reducir los niveles de soledad autoinformados.

Según el informe de la OECD, los y las adolescentes utilizan las redes para desarrollar su identidad: al tomarse “selfies”, por ejemplo, descubren cómo los ven sus compañeros y compañeras. En particular, indica, “el anonimato de Internet facilita la exploración y experimentación de la identidad”. Las plataformas de redes sociales permiten a los adolescentes mostrar públicamente afecto y buscar apoyo o aprobación a través de «me gusta».

Las redes sociales pueden tener también consecuencias negativas en el bienestar de los y las menores

Esto no está exento de riesgos y puede tener consecuencias negativas para el bienestar de los y las menores: esta comunicación más cuantitativa (por ej., los “me gusta”), puede hacer que los/as adolescentes estén cada vez más preocupados/as por el número de “me gusta”, “favoritos” o “retweets” que obtienen en sus publicaciones. Para la OECD, recibir retroalimentación “con un solo click”, puede ser también “potencialmente dañino”, asociándose con un menor bienestar (baja autoestima, mayor ansiedad y sentimientos depresivos, etc.) en la adolescencia, “aunque la direccionalidad del efecto no está clara”. Del mismo modo, el uso pasivo de las redes sociales (ver publicaciones de iguales sin interactuar), puede aumentar los sentimientos de envidia y reducir la autoestima (al establecer comparaciones con ellos/as).

Los estudios muestran que aquellos/as adolescentes que tienen un perfil en redes sociales presentan niveles más bajos de autoestima y mayor sensibilidad a las críticas a través de las redes, que quienes no cuentan con un perfil online.

El ciberacoso tiene un impacto significativo en la salud física y psicológica de quien lo sufre

Una preocupación importante entre padres y educadores es el ciberacoso, definido aquí como “un acto agresivo e intencional llevado a cabo por un individuo o un grupo de individuos, utilizando formas electrónicas de contacto, repetidamente y a lo largo del tiempo contra una víctima que no puede defenderse fácilmente”. Como bien indica la Organización, el ciberacoso puede adoptar muchas formas diferentes, incluyendo, las acusaciones, las revelaciones de información personal, la exclusión, el engaño, la suplantación de identidad, el acoso cibernético y el sexting. A medida que surgen nuevas tecnologías y plataformas, los medios para el ciberacoso se están diversificando.

Según el informe, el ciberacoso tiene un impacto significativo en la salud física y psicológica de quien lo sufre, disminuyendo la satisfacción con la vida y aumentando la posibilidad de desarrollar síntomas de depresión y de consumir drogas y alcohol. El anonimato y la accesibilidad son dos características que distinguen el ciberacoso del acoso ‘tradicional’.

El anonimato minimiza el miedo que pueda tener el perpetrador al castigo y estimula un comportamiento más agresivo y punitivo, provocando, a su vez, un desequilibrio de poder que dificulta a la víctima el poder responder de manera efectiva. La accesibilidad permite a los/as perpetradores atacar a sus víctimas en cualquier momento y en cualquier lugar, sin que estas puedan escapar fácilmente de esta situación.

Aunque es complicado determinar si el ciberacoso genera más daño que el acoso ‘tradicional’, la OECD recuerda que la permanencia de vídeos, imágenes y textos en línea en la Red, y la velocidad de Internet (que permite que los contenidos nocivos pueden llegar en poco tiempo a grandes audiencias), podrían causar un mayor daño psicológico a las víctimas.

Importancia de construir resiliencia digital: el papel de las familias y los centros educativos

Dado que los y las menores son más vulnerables a los riesgos en Internet en comparación con las personas adultas, la OECD pone de relieve la necesidad de enseñarles resiliencia digital, un objetivo para el cual son fundamentales tanto las familias como los centros educativos. Partiendo de la premisa de que “los niños deben estar expuestos al riesgo para desarrollar resiliencia digital”, considera clave emprender acciones de sensibilización sobre los posibles riesgos y de orientación en su acceso digital.

Con respecto a las familias, a medida que los niños se conectan a Internet a edades cada vez más tempranas, los padres y cuidadores están desempeñando un papel más importante en su educación tecnológica. Una mediación eficaz (maximizando las oportunidades online y minimizando los riesgos) reduce la posibilidad de que estos niños y niñas sufran daños por los riesgos online o se conviertan en “usuarios extremos de Internet”. Además de adoptar un enfoque de mediación, los padres pueden controlar la actividad de sus hijos/as online y/o utilizar herramientas tecnológicas para regularla.

Por su parte, los centros educativos tienen un papel clave apoyando en el uso seguro y responsable de Internet de su alumnado. El desafío radica en su capacidad para eliminar los usos negativos de Internet y los dispositivos digitales, a la par que mantienen sus contribuciones a la enseñanza, el aprendizaje y la conexión social. En este sentido, el informe sugiere adoptar un enfoque escolar integral, en el que el personal docente y de apoyo sean capaces de reconocer, responder y resolver problemas de seguridad online, siendo eficaz para proteger y apoyar a los estudiantes en el uso de las tecnologías.

Adoptar un enfoque escolar integral es clave para proteger y apoyar al alumnado en el uso de las tecnologías

Para adoptar este enfoque, es necesario formar y capacitar al personal docente y de apoyo en tecnología digital, riesgos online y sus implicaciones. De igual modo, es fundamental contar en el centro escolar con políticas y procedimientos eficaces que promuevan prácticas responsables y seguras tanto para el alumnado como para el personal educativo (por ej., que los niños y las niñas sepan cómo reportar un incidente de seguridad online, que las escuelas manejen los datos personales del estudiantado de manera segura). Estas políticas deben diseñarse para apoyar el aprendizaje online en lugar de simplemente impedir o limitar el acceso, y es trascendental que se actualicen e integren con otras políticas existentes en materia de lucha contra el acoso, problemas de comportamiento y protección al alumnado.

Otra medida propuesta por la OECD es la incorporación de la seguridad online y la alfabetización en Internet dentro del plan de estudios del centro educativo, centrada enseñar habilidades digitales funcionales, fomentar la empatía y brindar mensajes de seguridad y privacidad online, con el fin de que los y las menores “se conviertan en usuarios seguros y responsables de las tecnologías”.

Es esencial diseñar políticas que aborden los riesgos y aprovechen al máximo las oportunidades que brindan las tecnologías en beneficio de los/as menores

A nivel legislativo, el informe recuerda la necesidad de diseñar políticas que aborden los riesgos y aprovechen al máximo las oportunidades que ofrecen las tecnologías para beneficiar a todos los y las menores. Estas estrategias políticas deben incluir medidas legales, de autorregulación y corregulación, y tecnológicas (filtros para mantener a los menores alejados de determinados riesgos), así como campañas para aumentar la concienciación y la educación, y proporcionar contenidos positivos y zonas de seguridad infantil en Internet.

Asimismo, es necesario estimular a niños y adolescentes “para que se conviertan en creadores de contenidos y no solo en receptores. En este sentido, la OECD lamenta que, aunque Internet ofrece muchas oportunidades para la creatividad y el compromiso cívico, pocos niños/as (20%) aprovechan estas oportunidades. La mayoría todavía utiliza Internet para acceder a contenidos producidos en masa, como escuchar música o ver videoclips online. De acuerdo con este informe, la creación de contenidos generados por los usuarios “es cada vez más importante para la autoexpresión, la creatividad y la participación cívica de los niños, y debe fomentarse tanto en el centro educativo como en el hogar”.

Un aspecto fundamental a la hora de desarrollar políticas o directrices relativas al uso de Internet, es tener en cuenta ‘las voces de los niños‘, dado que son los usuarios más frecuentes de los medios digitales y conocen mejor los nuevos riesgos que enfrentan en las redes. Por lo tanto, “los formuladores de políticas y los profesionales de la educación deberían escuchar activamente a los niños e involucrarlos en una conversación continua sobre cómo utilizar las tecnologías de manera responsable”.

Todas las medidas que se lleven a cabo deben estar basadas en la evidencia

La OECD concluye incidiendo en la relevancia de que las medidas políticas a los desafíos comunes deben basarse en evidencia sólida. Aunque parezca evidente, afirma, “no siempre es así, especialmente en lo que respecta a los temores actuales de que la tecnología sea perjudicial para los niños”. En este sentido, señala que las recomendaciones de la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP) con respecto a la limitación en la exposición a pantallas para niños “han sido criticadas por ser engañosas y carentes de evidencia”, al no existir “evidencia empírica que demuestre que desalentar el tiempo frente a una pantalla en los niños más pequeños sea beneficioso”. A este respecto, considera clave que los formuladores de políticas fomenten la investigación cuantitativa y cualitativa, “ya que es vital para respaldar las afirmaciones sobre el impacto de las nuevas tecnologías en el comportamiento y el desarrollo de los niños”.

Se puede acceder al documento completo en la página de la OECD o bien directamente aquí:

New technologies and 21st century children: Recent trends and outcomes

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