Los mitos y conceptos erróneos persistentes en torno a los problemas relacionados con la lectoescritura han impedido el avance en el diagnóstico y el tratamiento de la dislexia. Así lo afirma la Asociación Americana de Psicología (APA-American Psychological Association) en un artículo publicado en su revista Monitor on Psychology, a través del cual aborda la dislexia y debate los diversos mitos y creencias erróneas en torno a la misma, que aún hoy día están presentes en gran parte de la sociedad.
Así, si bien ha habido avances en la concienciación y erradicación del estereotipo negativo de la dislexia, éste aún sigue vigente. Uno de los principales mitos relacionados con la dislexia, pese a estar desacreditado por la evidencia científica, es la idea de que el coeficiente intelectual se relaciona con la dislexia, una creencia errónea que, en opinión de la APA, “ha impedido el avance en la enseñanza de la lectura a los niños y a las niñas”.
De acuerdo con la Asociación, cada vez hay más consenso en que la dislexia afecta a la salud mental, que las intervenciones pueden mejorar la autoestima y que existen formas claras de mejorar las habilidades de lectura de la mayoría de las personas (Georgiou, G. K., et al., Annals of Dyslexia, vol. 74, n.º 1, 2024).
Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 05/09/24
Durante décadas, han proliferado los debates en torno a la mejor manera de enseñar a los niños y a las niñas a leer, especialmente, en el caso de aquellos/as niños/as con dislexia, definida aquí por la APA, “como un déficit en la capacidad de decodificar con precisión y fluidez, o convertir palabras escritas en habla”. Esta desconexión, “representa esencialmente un cuello de botella en el proceso de unir el sistema visual y el sistema del lenguaje”.
Diversos estudios indican que la dislexia puede tener consecuencias importantes para la salud mental. La ansiedad social, por ejemplo, es más frecuente en estudiantes de quinto grado que tienen dificultades de alfabetización en segundo y tercer grado, en comparación con sus compañeros/as que no han tenido los mismos desafíos al principio, según un estudio de 2023, con una muestra de niños/as griegos/as publicado en un número especial de Annals of Dyslexia (Kargiotidis, A. y Manolitsis, G., Annals of Dyslexia, vol. 74, n.º 1, 2024). Los niños y las niñas con dislexia que, además, presentan falta de atención o hiperactividad, son particularmente vulnerables a la ansiedad social, según otro estudio en el mismo número (Annals of Dyslexia, vol. 74, n.º 1, 2024). Algunas investigaciones han relacionado también la dislexia con la depresión y la baja autoestima.
El problema y sus repercusiones pueden afectar drásticamente la trayectoria de la vida de una persona. Los niños y niñas con dificultades del aprendizaje tienden a quedarse atrás en el rendimiento académico y los problemas socioemocionales pueden persistir hasta la edad adulta (Schwartz, A. E., et al., Journal of Policy Analysis and Management, vol. 40, n.º 2, 2021; Haft, S. L., et al., Journal of Learning Disabilities, vol. 56, n.º 3, 2023).
El estigma contribuye a la baja autoestima en los niños y niñas con dificultades de aprendizaje
Los estereotipos y el estigma contribuyen a estos resultados negativos. El estigma surge de la ‘etiqueta’ que caracteriza a una persona como ‘diferente’, lo que puede manifestarse de diversas formas. Los y las estudiantes pueden estar separados físicamente de sus compañeros y compañeras durante la jornada escolar. Tanto el personal docente como los padres pueden generar menores expectativas sobre ellos. Y los/as niños/as pueden sufrir acoso por parte de sus compañeros/as de clase mientras internalizan la creencia de que ‘algo anda mal con ellos/as’. El estigma contribuye a la baja autoestima en los niños y niñas con dificultades de aprendizaje (Haft, S. L., et al., Journal of Learning Disabilities, vol. 56, n.º 3, 2023).
Aun así, la dislexia a menudo no se identifica. La APA lamenta que, pese a la legislación en la mayoría de los estados de EE. UU. que regula la detección, la intervención y otros servicios relacionados con la dislexia, los y las estudiantes pertenecientes a comunidades racializadas también tienen menos probabilidades de ser diagnosticados/as a través de programas de detección de dislexia. Los expertos sugieren que esas disparidades reflejan y probablemente exacerban las brechas en la capacidad de lectura.
La interacción de los problemas de lectura y los problemas de autoestima puede tener “consecuencias en cascada” a partir de la escuela primaria, cuando las dificultades con la lectura comienzan a hacerse mucho más visibles. Cuando los niños y las niñas llegan a sexto grado, si siguen presentando fracaso escolar, su motivación para continuar disminuye, lo que deriva en abandono escolar.
Es crucial un diagnóstico temprano de la dislexia para poder recibir cuanto antes el apoyo que se necesita
El diagnóstico temprano de la dislexia es importante porque puede marcar la diferencia en cuanto a si un/a estudiante necesita apoyo en el centro educativo para mejorar la lectura. Sin embargo, a juicio de la APA, el diagnóstico puede ser un desafío “porque no existe una prueba definitiva que pueda determinar si alguien tiene o no dislexia”. Al igual que otras formas de neurodiversidad, el problema se presenta en un espectro, y el diagnóstico generalmente implica evaluaciones de detección con puntos de corte y una evaluación subjetiva por parte de evaluadores que varían en su dependencia de diferentes modelos del trastorno.
Asimismo, los falsos estereotipos impiden aún más que se realice un diagnóstico preciso. La idea de que las personas con dislexia ven las letras al revés, por ejemplo, es un mito que ha persistido y proliferado.
Algunas investigaciones analizan la plasticidad cerebral en las personas con dislexia, utilizando la resonancia magnética y electroencefalografía para observar los patrones que distinguen el cerebro de una persona con dislexia del de una persona sin dislexia, partiendo de la premisa de que la lectura se relaciona con determinadas regiones del cerebro, predominantemente en el lado izquierdo. En las personas con dislexia, diversos estudios han indicado una menor cantidad de materia gris y una menor actividad cerebral en estas regiones. Se observa también distintos patrones de activación en una variedad de regiones mientras leen, en comparación con las personas que no tienen dislexia (Richlan, F., Frontiers in Psychology, vol. 11, n.º 155, 2020).
Algunos expertos, proponen considerar la dislexia como un espectro de gravedad y reconocer que tiene múltiples causas que pueden interactuar entre sí (Journal of Learning Disabilities, vol. 53, n.º 5, 2020).
Detectar la dislexia es, según la Asociación, “tan solo la mitad de la batalla”. Lo siguiente, es la tarea de enseñar a leer a la persona con dislexia. De acuerdo con la literatura al respecto, es particularmente importante abordar con los/as niños/as con dislexia los componentes específicos de la lectura, incluido un enfoque en la fonética, que hace explícito el vínculo entre las letras y los sonidos.
Las intervenciones instructivas de lectura más exitosas incluyen el trabajo en la ortografía, el vocabulario y la lectura de textos conectados (o la lectura de múltiples oraciones que están relacionadas entre sí), siendo clave el tiempo invertido, especialmente, entre aquellos/as niños/as con mayores dificultades.
Según los/as expertos/as, gestionar el estrés y abordar la salud mental también podría ser parte de la solución. Dado que la aparición de ansiedad es frecuente en niños/as con dificultades de aprendizaje y puede interferir con el aprendizaje, algunos abogan por estrategias como el ejercicio, la meditación y la atención plena o mindfulness (Tarrasch, R., et al., Frontiers in Psychology, vol. 7, n.º 578, 2016).
Con intervenciones tempranas y efectivas, todos/as los/as niños/as pueden aprender a leer
Es esencial seguir trabajando “para superar una larga historia de escepticismo sobre la dislexia”. En este sentido, durante décadas, algunos educadores han argumentado que el problema era “simplemente una excusa puesta por profesores ineficaces y que todos los niños y niñas podían aprender a leer si se les enseñaba correctamente”. Como consecuencia, la dislexia se convirtió en una ‘palabra negativa’ en la educación. Otro mito persistente y dañino, es la creencia de que la dislexia es una ventaja o una ‘dificultad deseable’ que puede producir logros extraordinarios. Es fundamental no endulzar la realidad y, en cambio, reconocer lo que se necesita para ayudar a los niños y las niñas que presentan problemas de lectoescritura. Saber que tienen dislexia puede ayudar a los y las menores a comprender por qué tienen más problemas que sus compañeros/as en la escuela, y eso puede ser alentador para ellos/as.
La evidencia destaca la existencia de una serie de factores que pueden hacer que algunos/as niños/as con dislexia sean más resilientes, tales como, las fortalezas sociales y emocionales, una instrucción de alta calidad en los primeros años de vida, etc. Es fundamental fomentar las habilidades del lenguaje oral, el conocimiento del vocabulario y las estrategias para establecer metas. Desde una perspectiva socioemocional, esto ayuda a dar a los niños y niñas con dislexia una sensación de control y autoestima.
La Asociación señala en su artículo que la mayoría de los estudios sobre las ‘fortalezas hipotéticas de la dislexia’ no reconocen la heterogeneidad de las personas con esta dificultad del aprendizaje, siendo necesario “que haya mucha más y mejor investigación sobre las supuestas fortalezas de las personas con dislexia”. Mientras tanto, los/as estudiantes con dislexia necesitan saber que son tan talentosos e inteligentes como sus compañeros/as.
El artículo concluye incidiendo en que, pese a los desafíos que presenta la dislexia para los y las estudiantes, los programas de lectura estructurados que enfatizan la resiliencia, la persistencia y la autoestima pueden preparar a los/as niños/as para el éxito. Con intervenciones tempranas y efectivas, todos los niños y todas las niñas pueden aprender a leer.
Fuente: APA