En la última década, los entornos digitales han pasado a formar parte ineludible del día a día de niños, niñas y adolescentes. Redes sociales, videojuegos, inteligencia artificial, plataformas de mensajería y contenidos altamente visuales moldean las experiencias vitales de las nuevas generaciones. Pero, ¿qué impacto real tiene esta exposición constante sobre su salud mental y bienestar psicológico?

El informe Addressing the digital determinants of youth mental health and well-being, publicado por la Oficina Regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con el Ministerio de Sanidad de Polonia, analiza en profundidad esta cuestión desde una perspectiva de salud pública. El documento propone ocho líneas de acción política prioritarias y reclama una respuesta coordinada, basada en la evidencia, para abordar los determinantes digitales que inciden en la salud mental juvenil.

Una realidad compleja: beneficios y amenazas en los entornos digitales

El uso de tecnologías digitales por parte de la juventud puede tener efectos tanto positivos como negativos en su bienestar psicológico. Plataformas como TikTok, Instagram o Snapchat ofrecen oportunidades para la autoexpresión, la creatividad y la conexión social, pero también pueden generar ansiedad, síntomas depresivos, trastornos de la conducta alimentaria, baja autoestima, estrés, aislamiento e incluso ideación suicida.

Según el informe, existe una clara relación bidireccional entre el uso intensivo de pantallas y la aparición o el agravamiento de problemas de salud mental. Es decir, los y las jóvenes con sintomatología ansiosa o depresiva tienden a pasar más tiempo conectados/as, lo que, a su vez, puede agravar su malestar emocional. Esta dinámica puede convertirse en un círculo vicioso difícil de romper.

La investigación señala que ciertos patrones de uso digital son especialmente problemáticos. Por ejemplo, el uso pasivo de redes sociales —consumir contenido sin interactuar activamente—, la exposición a imágenes centradas en la apariencia física y la victimización en línea (como el acoso o la sextorsión) están asociados de forma consistente con mayores niveles de depresión, ansiedad y pensamientos suicidas. Además, algunos jóvenes reaccionan ante estas experiencias con autolesiones, retraimiento social o trastornos alimentarios.

Además de los efectos emocionales, se advierten impactos en la autoestima, el sueño, la satisfacción vital y la capacidad de afrontamiento emocional. El estrés generado por la presión social, las comparaciones constantes y los contenidos estéticamente idealizados, contribuyen a un entorno de alta exigencia psicológica.

Jóvenes en situación de vulnerabilidad: el riesgo no es igual para todos

El informe enfatiza que no todos los/as adolescentes se ven afectados/as de igual forma. Algunos/as jóvenes —en particular, aquellos/as con trastornos mentales previos, baja autoestima, insatisfacción corporal, escaso apoyo familiar o experiencias de violencia fuera de línea— son significativamente más vulnerables a los efectos perjudiciales de la tecnología digital.

Asimismo, los/as jóvenes pertenecientes a minorías de género o con menor nivel socioeconómico tienden a mostrar mayores tasas de problemas psicológicos relacionados con el uso digital. La falta de herramientas de autorregulación emocional y la búsqueda de validación externa a través de redes sociales también incrementan los niveles de ansiedad y dependencia digital.

Una respuesta sanitaria insuficiente ante un problema creciente

A pesar del vínculo, cada vez más claro, entre uso tecnológico y malestar psicológico, la implicación del sistema sanitario y de los profesionales de la salud mental en el diseño de políticas sigue siendo escasa. Sin embargo, el documento de la OMS señala que el sector salud tiene un papel clave en la detección, atención y prevención de estas problemáticas.

Entre las recomendaciones más destacadas, se incluye la necesidad de formar a los profesionales sanitarios, incluidos psicólogos, en el impacto de las tecnologías digitales. Esto permitiría detectar de forma temprana signos de sufrimiento psicológico, brindar orientación adecuada a familias y adolescentes, e intervenir con herramientas basadas en la evidencia.

El informe también menciona la urgencia de ampliar los servicios de apoyo psicológico destinados a jóvenes que han sufrido daños relacionados con el uso digital, incluyendo:

• Atención a la salud mental
• Prevención de autolesiones
• Tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria
• Atención a víctimas de ciberacoso
• Apoyo en adicciones tecnológicas

Igualmente, se alerta sobre la proliferación de plataformas digitales que ofrecen servicios de salud mental sin regulación ni garantía de calidad. La OMS propone la creación de una base de datos regulada de recursos online validados, así como algoritmos supervisados que orienten a los usuarios hacia herramientas seguras y eficaces.

Políticas fragmentadas y una responsabilidad difusa

El análisis de las respuestas políticas en los países de la Región Europea revela una gran disparidad. Mientras algunos países han enfocado sus políticas en el control parental, otros han priorizado la alfabetización digital juvenil o la regulación de contenidos nocivos. Sin embargo, la mayoría de las iniciativas han sido diseñadas sin una participación activa del sector sanitario ni de los/as propios/as jóvenes.

Esta carencia resulta especialmente preocupante, dado que el problema está estrechamente vinculado a la salud mental y requiere un abordaje psicológico integral, preventivo y terapéutico. Como señala la OMS, “la mayoría de los niños y adolescentes que necesitan atención en salud mental no reciben el apoyo necesario”.

Ocho prioridades para transformar los entornos digitales en espacios saludables

Para afrontar este reto, la OMS propone una serie de prioridades clave para las políticas públicas:

• Situar el bienestar digital juvenil como una prioridad política
• Aplicar estrategias de salud pública intersectoriales
• Desarrollar directrices claras sobre uso saludable de tecnología
• Exigir responsabilidad a la industria tecnológica
• Impulsar legislación que proteja la salud mental juvenil
• Reforzar la formación del personal sanitario
• Aumentar la investigación sobre los impactos psicológicos del entorno digital
• Promover alternativas presenciales de ocio, juego y socialización

La salud mental en la era digital: una cuestión ética y generacional

La OMS concluye que el enfoque precautorio debe guiar toda acción política. En un contexto de incertidumbre científica, donde los daños potenciales a la salud mental de la infancia y adolescencia pueden ser graves e irreversibles, corresponde exigir que las tecnologías demuestren ser seguras antes de ser ampliamente adoptadas.

Además, el informe subraya la necesidad de involucrar activamente a los jóvenes en la creación de políticas. Su experiencia directa y su conocimiento del entorno digital son imprescindibles para diseñar intervenciones eficaces y sostenibles.

Conclusión: un compromiso ineludible

De acuerdo con el documento, “los determinantes digitales son cada vez más influyentes en la configuración de la salud mental y el bienestar de los jóvenes”. Ante este desafío, no basta con intervenciones aisladas ni con medidas superficiales. Se requiere una transformación profunda que ponga la salud psicológica de la juventud en el centro de la agenda digital.

Las oportunidades que ofrece la tecnología son muchas, pero también lo son sus amenazas. El futuro de la salud mental de las nuevas generaciones dependerá, en gran medida, de las decisiones que se tomen hoy.

Se puede acceder al documento completo desde la página web de la OMS o bien directamente a través del siguiente enlace:

Addressing the digital determinants of youth mental health and well-being