1 de cada 2 personas mayores está en riesgo de soledad
01 Dic 2023

Redacción de Infocop

Una de cada dos personas por encima de los 60 años está en riesgo de aislamiento social y una de cada 3 afirma sentirse sola de manera frecuente (Fakoya et al., 2020). La literatura científica ha demostrado que la soledad y el aislamiento social tienen un impacto negativo en la salud física, psicológica y en el riesgo de mortalidad prematura (Hwang et al., 2020; Cacioppo y Cacioppo, 2018). Y este efecto es particularmente grave en el grupo de las personas mayores (Ong et al., 2016). No en vano, se considera la soledad un serio problema de salud pública (Cacioppo et al., 2018; Holt-Lunstad, 2022).

La soledad se define como un sentimiento que surge de una discrepancia percibida entre los niveles deseados y logrados de las relaciones sociales (Perlman y Peplau, 1981). Esta brecha entre las relaciones sociales esperadas y las reales es la que explicaría la soledad. Es importante señalar que la soledad no equivale al aislamiento social. Mientras que el aislamiento social se refiere a las características objetivas, tales como el número o la proximidad de los contactos sociales que uno tiene, la soledad es una experiencia fundamentalmente subjetiva (Perlman y Peplau, 1981).

Según indican diferentes expertos, adoptar una perspectiva de ciclo de vida sobre la soledad es importante porque la prevalencia, las características, los factores de riesgo y las consecuencias de la soledad difieren entre los grupos de edad (Luhmann y Hawkley, 2016; Qualter et al., 2015).

Fuente: Pexels. Autor. T Leish. Fecha: 21/11/2023
Prevalencia de la soledad en personas mayores

La investigación ha puesto en evidencia que la prevalencia de la soledad presenta una distribución en forma de U, con las tasas más altas en la adolescencia tardía y la juventud, seguida de tasas más bajas durante la mediana edad, y de otro pico entre los adultos por encima de los 80 años (Qualter et al., 2015).

Los cambios repentinos en los niveles de soledad o aislamiento social son más frecuentes entre los adultos mayores (Mund et al., 2020). Algunos autores plantean que esto es debido a que en este grupo de edad es más probable la pérdida brusca de relaciones o el cambio en el estado de salud, lo que puede dar lugar a la experimentación repentina de una mayor soledad (Mund et al., 2020, Freak-Poli et al., 2022).

Asimismo, se observan diferencias en la prevalencia de la soledad persistente o crónica según la edad. Mientras que entre el 3% y el 22% de las personas experimentan soledad persistente en la infancia temprana o la juventud, los adultos mayores presentan unas tasas de soledad persistente entre el 15% y el 25% (Qualter et al., 2015).

La pandemia ha incrementado, aún más, esta desconexión social que experimentan las personas mayores (Robb et al., 2020). Según una reciente revisión sistemática, la pandemia ha situado la prevalencia de la soledad en adultos mayores en el 28,6% y el aislamiento social en el 31,2% (Su et al., 2023). De esta forma, la literatura científica confirma que las personas mayores son más susceptibles a la soledad y al aislamiento social que otros grupos de edad (Hoogendijk et al., 2020).

Factores de riesgo para la soledad en personas mayores

Respecto a los factores de riesgo, los estudios han analizado una compleja gama de factores individuales, relacionales, comunitarios, sociales y sistémicos que ponen a las personas mayores en riesgo de aislamiento social y soledad (Cohen-Mansfield et al., 2016; Routasalo et al., 2003).

De acuerdo con una de las revisiones sistemáticas más recientes, realizada con 34 estudios longitudinales, se observó que los factores de riesgo para la soledad en personas mayores incluyen: no estar casado ni viviendo en pareja o la pérdida de la pareja; una red social limitada; un bajo nivel de actividad social; una mala salud autopercibida; presencia de depresión o estado de ánimo deprimido y un aumento de la sintomatología depresiva (Dahlberg et al., 2022).

Consecuencias para la salud física y mental

Si bien la identificación de factores de riesgo para la soledad en personas mayores requiere una mayor investigación, en la medida en que los estudios longitudinales aún son escasos, los efectos sobre la salud son contundentes. La soledad y el aislamiento social, cuando se hacen crónicos, tienen consecuencias devastadoras.

En sí misma, la soledad es un sentimiento natural que ocurre ocasionalmente en la vida de la mayoría de las personas, y que tiene una función adaptativa. Esta función es la de motivar a las personas a mantener relaciones importantes (Cacioppo et al., 2014). Sin embargo, cuando la soledad se convierte en un estado persistente o crónico, presenta efectos adversos en la salud física y el bienestar psicológico de las personas (Hwang et al., 2020; Smith y Victor, 2019).

A nivel de salud física, se ha observado que las personas que se sienten solas, en comparación con las demás, tienen un mayor riesgo de enfermedades crónicas como enfermedades cardíacas (Barth et al., 2010; Valtorta, et al., 2016), diabetes (Hackett et al., 2020) y cáncer (Kraav et al., 2021). También existen también pruebas, aunque no tan sólidas, de que el aislamiento social y la soledad aumentan el riesgo de padecer otros problemas de salud, como colesterol alto (Leigh-Hunt et al., 2017).

Más allá, se ha demostrado que la soledad persistente es un factor de riesgo independiente de deterioro cognitivo, demencia o enfermedad de Alzheimer (Boss et al., 2015; Luchetti et al., 2020; Wilson et al., 2007, Akhter‐Khan et al., 2021). Asimismo, la soledad puede aumentar el riesgo de depresión, ansiedad y otros trastornos mentales (Cacioppo et al., 2006; Park et al., 2020). Además, se ha asociado a un peor funcionamiento social y a un deterioro en la calidad de vida (Freak-Poli et al., 2022).

Aumento de la morbilidad y mortalidad prematura

En conjunto, estos resultados muestran que la soledad y el aislamiento social están fuertemente vinculados a una mayor morbilidad y mortalidad prematura (Cacioppo and Cacioppo, 2018; Hodgson et al., 2020; Holt-Lunstad et al., 2015, Rico-Uribe et al, 2018).

De hecho, algunos autores alertan que el riesgo de mortalidad de la soledad es equivalente a fumar 15 cigarrillos al día (Holt-Lunstad et al., 2010; 2015) y que las personas que se sienten solas tienen una probabilidad del 50% de morir prematuramente (Holt-Lunstad et al., 2010).

Estas consecuencias son particularmente más graves para las personas mayores (Ong et al., 2016). Esto es debido a que los resultados de la soledad relacionados con la salud a largo plazo, como la enfermedad cardiovascular y la demencia, tienden a ocurrir más probablemente hacia el final de la vida útil (Ong et al., 2016; Valtorta et al., 2016). Además, la soledad puede afectar negativamente la calidad de vida de las personas mayores al reducir su capacidad para participar en actividades sociales y disfrutar de sus relaciones interpersonales (Freak-Poli et al., 2022). El aislamiento social y la soledad también son factores de riesgo de violencia y maltrato contra hombres y mujeres mayores, un problema que parece haber aumentado durante la pandemia de COVID-19 (Chang et al., 2021).

Intervenciones para reducir la soledad en personas mayores

Para abordar la soledad se han propuesto diferentes intervenciones. A nivel individual o grupal, la mayor parte de los estudios se han centrado en la terapia cognitivo-conductual para la soledad. Otras intervenciones psicológicas que se han utilizado son la terapia basada en la gratitud, la terapia de reminiscencia, los programas de atención plena, el entrenamiento de habilidades sociales y los enfoques centrados en la identidad social (Hickin et al., 2021). De acuerdo con los resultados del metaanálisis de Hickin et al. (2021), estos programas tienen un efecto positivo y significativo en la reducción de la soledad en todos los grupos de edad, incluidas las personas mayores.

Si nos centramos en los estudios realizados exclusivamente con adultos mayores, las revisiones sistemáticas también informan de efectos significativos de estas intervenciones frente a la soledad (Cattan et al., 2005; Quan et al., 2020; Grillich et al., 2023; Li et al., 2023). Sin embargo, el porcentaje de intervenciones efectivas varía entre los estudios. Mientras que Cattan et al. (2005) señalan que un tercio de las intervenciones muestran efectos significativos en la soledad, Quan et al. (2020) concluyen que el 87% de las intervenciones incluidas informan de reducciones significativas en esta variable.

Se necesita más investigación en este campo

Asimismo, aunque los resultados son positivos, las intervenciones para reducir la soledad no han sido tan efectivas como las intervenciones para otras variables psicológicas y de comportamiento (Masi et al., 2011). Según plantean estos autores, abordar el problema de la soledad crónica puede requerir una comprensión teórica más profunda de cómo los factores contextuales relacionados con la edad se relacionan con la soledad de los adultos mayores (Masi et al., 2011). Por este motivo, se necesitan más estudios que aborden estas cuestiones.

El número de personas mayores que se sienten solas va a aumentar a medida que lo hace el envejecimiento poblacional (Hawkley et al., 2019). Teniendo en cuenta esta tendencia, resulta urgente y necesario encontrar soluciones eficaces para prevenir la soledad crónica (especialmente en personas mayores). La prevención y abordaje de la soledad se ha identificado, de hecho, como una prioridad por parte de las Naciones Unidas durante la Década de Envejecimiento Saludable (2021-2030; Organización Mundial de la Salud, 2020).

En conclusión, la soledad y el aislamiento social afectan a muchas personas mayores en todo el mundo y su impacto va a ir en aumento. Estos problemas pueden tener consecuencias muy graves para la salud mental y física, así como para la calidad de vida de las personas mayores (Cacioppo y Cacioppo, 2018; Freak-Poli et al., 2022; Hwang et al., 2020). Debido al envejecimiento poblacional, resulta esencial invertir mayores esfuerzos para diseñar intervenciones efectivas que promuevan la conexión social y el apoyo emocional y social en las personas mayores, así como la eliminación de los factores subyacentes que contribuyen a la soledad en este grupo.

Puedes consultar las referencias aquí.

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