El contexto educativo: clave para la prevención de la conducta suicida
23 May 2024

La mayoría de los y las adolescentes pasan una cantidad importante de tiempo en clase, siendo el centro educativo uno de los principales agentes involucrados en la socialización, la educación y la promoción de un adecuado desarrollo. Asimismo, mantener un ambiente escolar seguro y de apoyo es una parte esencial de la misión general de una escuela. En este sentido, las Directrices de la OMS sobre Servicios de Salud Escolar enfatizan que la escuela es un entorno propicio para el aprendizaje de conocimientos y la adquisición de habilidades socioemocionales. Asimismo, el contexto escolar puede desempeñar un papel clave para la prevención de la conducta suicida.

Así lo afirma un estudio publicado en la revista School Mental Health y llevado a cabo por los/as psicólogos/as investigadores/as Eduardo Fonseca-Pedrero, Adriana Díez-Gómez, Alicia Pérez-Albéniz (de la Universidad de la Rioja), Carla Sebastián-Enesco (Universidad Complutense de Madrid), Beatriz Lucas-Molina (Universidad de Valencia) y Susana Al-Halabí (Universidad de Oviedo), con el objetivo de diseñar y validar el programa PositivaMente, para la prevención de conductas suicidas en adolescentes en edad escolar de 14 a 15 años en contextos escolares del Norte de España.

Tal y como recuerdan los autores de este estudio, “la conducta suicida es un problema sociosanitario público entre los adolescentes de todo el mundo”, siendo la cuarta causa de muerte entre personas de 15 a 29 años, según la OMS. En España, los últimos datos del INE sitúan el suicidio como la primera causa de muerte no natural en la población de 15 a 29 años.

prevención de la conducta suicida

Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 13/05/24

Para los investigadores, el aumento paulatino de este grave problema a nivel global, pone de relieve la trascendencia de mejorar la comprensión de sus factores subyacentes y desarrollar estrategias de intervención efectivas. Cabe señalar que la conducta suicida “implica numerosas manifestaciones más allá de las muertes por suicidio”, que abarcan desde la ideación suicida (que incluiría el deseo y las ideas de muerte, la ideación y la planificación), hasta la comunicación suicida (que incluye señales tanto verbales como no verbales así como la amenaza de suicidio), y el acto suicida (consistente en intentos, autodaño con intención suicida y muerte por suicidio). En este sentido, afirman, “se trata de un fenómeno multidimensional, dinámico, plural e interactivo”.

El estudio destaca las múltiples consecuencias negativas de esta conducta, tanto a corto como a largo plazo, sobre las personas, sus familias y su contexto social, educativo y de salud. Concretamente, en el ámbito escolar, este grave problema afecta al rendimiento académico, al autoconcepto, a la autoestima, a la formación de la identidad y a los procesos de aprendizaje.

Teniendo en cuenta que los centros educativos son un escenario ideal para realizar actividades dirigidas a promover el bienestar emocional, y, especialmente, a prevenir las conductas suicidas u otros problemas de salud mental en adolescentes, el contexto escolar puede desempeñar un papel crucial para la prevención de la conducta suicida.

De hecho, existe evidencia sobre la eficacia de realizar intervenciones orientadas a la prevención de conductas suicidas en el contexto educativo, si bien “se necesita una investigación más completa y rigurosa sobre estos programas y, en particular, sobre los componentes efectivos de cada intervención”.

Partiendo de la premisa de que el suicidio es prevenible, los/as investigadores/as han realizado este estudio, cuyo objetivo es reducir la prevalencia de conductas suicidas en adolescentes escolares y mejorar su adaptación académica y escolar, así como su calidad de vida y su bienestar.

Para tal fin, han utilizado un diseño cuasiexperimental longitudinal con evaluación pre y postratamiento, y un seguimiento a los seis meses, contando con una muestra compuesta por 264 participantes (161 en el grupo de tratamiento/intervención y 103 en el grupo de control).

Se han aplicado una serie de instrumentos de medición para evaluar la conducta suicida, las dificultades emocionales y conductuales, la sintomatología depresiva, la conducta prosocial, el bienestar subjetivo y la autoestima. Estos instrumentos han sido administrados vía computadora a grupos de entre 15 y 30 estudiantes durante el horario escolar en un aula habilitada para tal fin, presentándoselo como estudio sobre bienestar emocional.

¿En qué consiste el programa PositivaMente?

Este programa está orientado a la prevención universal de la conducta suicida en jóvenes de 14 a 16 años en contextos educativos, con los objetivos de: a) mejorar el conocimiento y las actitudes de los estudiantes hacia la salud mental; (b) desarrollar competencias socioemocionales; (c) promover la búsqueda de ayuda; (d) reducir el estigma que rodea a los problemas de salud mental; y (d) promover la gestión y control de situaciones de crisis en la adolescencia.

El formato ha sido diseñado para impartirse en 11 sesiones presenciales de 45 minutos cada una, una vez por semana, utilizando como metodología la participación, con trabajo grupal e individual, y el uso de diversas técnicas audiovisuales (por ejemplo, vídeos, presentaciones) y técnicas de aula (por ejemplo, juegos de roles, trabajo en grupo). Al trabajar desde la prevención universal, todos los estudiantes del grupo experimental recibieron el mismo programa.

Las sesiones presenciales se han dividido en cuatro módulos, diseñados a partir de aquellos programas que han evidenciado buenos resultados en la prevención y reducción de la conducta suicida y la ideación suicida en jóvenes:

– Módulo I: sensibilización

Los objetivos aquí son (a) concienciar sobre la importancia de un estilo de vida mental saludable; (b) promover una salud mental positiva; (c) desarrollar directrices para promover el bienestar emocional; (d) comprender los mitos sobre la salud mental y los trastornos mentales y mejorar la detección de señales de advertencia para la intervención y la prevención; y (e) trabajar sobre el efecto contagio y la importancia del tratamiento adecuado de la información como medida preventiva.

– Módulo II: factores de riesgo y factores protectores

La finalidad en este módulo es: (a) aprender a identificar señales de alerta en uno mismo y en sus pares; (b) capacitar con herramientas de comunicación y escucha activa; (c) conocer las fortalezas de cada estudiante y saber cómo reforzarlas para desarrollar y mejorar la resiliencia; (d) brindar al estudiante recursos a los que pueda recurrir en busca de ayuda si es necesario; y (e) fomentar las redes de comunicación entre pares.

– Módulo III: estrés y crisis

Se pretende aquí: (a) comprender cómo operan realmente el estrés y la ansiedad en nuestro cuerpo; (b) mejorar la regulación emocional mediante técnicas de respiración y relajación en el día a día y en momentos de crisis; y (c) entrenar habilidades para la resolución de problemas.

– Módulo IV: pensamiento y emoción

Los objetivos son: (a) comunicar la importancia de percibir, comprender, reconocer, gestionar y expresar las emociones; (b) identificar y modificar distorsiones cognitivas que afectan la interacción entre pensamientos, acciones y emociones; y (c) guiar a los estudiantes hacia el reconocimiento de sus propias creencias irracionales para que puedan aprender a gestionarlas.

En la fase previa, las niñas presentan puntuaciones significativamente más altas en conducta suicida, problemas emocionales y conducta prosocial

Los datos muestran que los/as miembros del grupo de control exhiben puntuaciones significativamente más altas que el grupo experimental en conducta suicida, sintomatología depresiva y problemas emocionales. También hay una diferencia marginalmente significativa en la subescala de hiperactividad, donde el grupo de control puntúa más alto. Por su parte, los y las participantes del grupo experimental presentan puntuaciones significativamente más elevadas en la Escala de Autoestima que el grupo de control.

Se detectan diferencias en función del género: en este sentido, en la fase previa al test, las niñas obtienen puntuaciones significativamente más altas que los niños en conducta suicida, problemas emocionales y conducta prosocial, así como puntuaciones marginalmente más elevadas en sintomatología depresiva, mientras que los niños puntúan más alto en autoestima que las niñas.

Tras la intervención, los investigadores no han encontrado cambios significativos debidos a la misma en niños/as, en ninguna de las variables estudiadas. Así, los resultados sugieren que, a diferencia de otros programas con objetivos similares, “PositivaMente no reduce las tasas de conducta suicida en el grupo experimental en comparación con el grupo de control”. El hecho es que, “en general, los programas que han demostrado reducciones en la conducta suicida en adolescentes han informado tamaños de efecto pequeño”.

En el seguimiento las niñas registran mejoras significativas en bienestar subjetivo y en reducción de problemas emocionales y problemas con los compañeros

Se registra una mejora en las variables socioemocionales del grupo experimental en comparación con el grupo control a los 6 meses de seguimiento. Sin embargo, estas diferencias sólo se observan en las niñas, no detectándose cambios significativos para los niños en el seguimiento.

Más específicamente, se observa que las adolescentes participantes en el grupo experimental demostraron mejoras significativas en el bienestar subjetivo, en comparación con el grupo de control. Además, ellas registraron una reducción estadísticamente significativa en la tasa de problemas emocionales y en los problemas con los compañeros, frente al grupo control.

Los investigadores manifiestan que, en línea con lo que han demostrado otros estudios, “los y las jóvenes de entre 11 y 14 años tienen más probabilidades de presentar problemas de salud mental, y esto afecta, especialmente, a las niñas”.

Además, las dificultades que reportan las niñas en relación con los problemas de salud mental y el bienestar subjetivo suelen ser significativamente mayores que las de los niños. Para algunos expertos, esto puede deberse a “la presión diferencial que ejercen las niñas y los niños para que se ajusten a los roles normativos de género al ingresar a la adolescencia”. A este respecto, recuerdan que, tradicionalmente, la feminidad se ha vinculado a preocupaciones sobre las relaciones interpersonales, lo que puede dar lugar a que ellas se centren más en las emociones que los niños. Asimismo, las niñas suelen experimentar un mayor estrés para cumplir con las expectativas sociales (por ej., imagen corporal, relaciones sociales, etc.) y tienden a desarrollar estrategias de afrontamiento reflexivas en respuesta a situaciones tan estresantes. Como señalábamos anteriormente, el estudio muestra que las niñas presentan peores indicadores de salud mental en el pretest que los niños.

Tentativamente, los investigadores indican que “esta diferencia de género básica puede haber provocado que las mejoras entre las niñas sean más probables”.

Satisfacción de los/as participantes con el programa

La valoración global de la muestra y la satisfacción con el programa son positivas. La puntuación media de satisfacción de los y las participantes es de 7,5 sobre 10. Asimismo, el 83% de ellos/as afirma que recomendaría el programa a un amigo y casi dos tercios (65,1%) lo repetirían nuevamente.

Las niñas evalúan más positivamente varios aspectos del programa, en particular, aquellos relacionados con la actitud positiva del personal docente y las habilidades pedagógicas (por ejemplo, “los profesores nos trataron con respeto y afecto”, “los profesores nos dieron explicaciones claras”), así como con el atractivo del contenido (por ejemplo,  “los ejercicios prácticos fueron interesantes”, “las dinámicas de grupo fueron divertidas”).

Para los autores, esto podría haber contribuido a un mayor compromiso con la intervención, y en última instancia, a las mejoras significativas observadas en las niñas (frente a los niños). En conjunto, señalan, “esto muestra la necesidad adoptar una perspectiva de género a este respecto, para optimizar los resultados de las intervenciones, especialmente durante la adolescencia”. Esto implica necesariamente tener en cuenta los factores biológicos (p. ej., cambios hormonales y de humor), sociales (p. ej., roles de género, expectativas sociales específicas de género) y personales (p. ej., estrategias de afrontamiento, sentido de eficacia, vulnerabilidad cognitiva), que impactan de manera diferente en el desarrollo de niñas y niños “y, sobre esta base, diseñar e implementar por separado intervenciones para ellas y ellos”.

El estudio subraya la inesperada ausencia de cambios significativos entre el pretest y el postest, detectándose sólo mejoras en la evaluación de 6 meses. Si bien sus autores consideran que cualquier interpretación es ‘especulativa’, a su juicio, “puede tener que ver con la aplicación en la vida real del contenido adquirido durante la intervención”. Así, teniendo en cuenta que la evaluación post-test se llevó a cabo inmediatamente después de finalizar el programa, “tal vez los/as participantes no tuvieron tiempo de aplicar lo que habían aprendido en situaciones reales y significativas”.

De igual modo, el hecho de registrar mejoras 6 meses después de la intervención puede indicar que, para que los cambios sean efectivos, el o la adolescente necesita hacer uso de las habilidades adquiridas ante las experiencias de vida. Por lo tanto, manifiestan, “es posible que las mejoras en la salud mental fueran propiciadas por los avances cognitivos que se produjeron durante ese período de 6 meses, lo que les permitió reflexionar sobre sus propias capacidades, limitaciones, fortalezas, etc.

El desarrollo de programas basados en la evidencia sigue siendo una prioridad para la prevención de conductas suicidas en la adolescencia

Este estudio inicial y pionero en España permitirá revisar las actividades y modificar contenidos y procedimientos (p. ej., selección de los componentes más activos, inclusión de otras variables de funcionamiento, implementación de avances tecnológicos como como evaluación ambulatoria y períodos de seguimiento más prolongados).

Sus investigadores concluyen resaltando que el desarrollo y validación de programas basados en evidencia sigue siendo una prioridad para la prevención de conductas suicidas y otras conductas problemáticas en la adolescencia, al igual que determinar qué tratamientos y qué componentes son efectivos y para quién. Estas intervenciones “deben ser accesibles, efectivas y basadas en evidencia; deben utilizar protocolos estandarizados que atiendan a un gran grupo de la población, particularmente si se trata de jóvenes”.

Fuente: Díez-Gómez, A., Sebastián-Enesco, C., Pérez-Albéniz, A., Lucas-Molina, B., Al-Halabí, S., & Fonseca-Pedrero, E. (2024). The PositivaMente Program: Universal Prevention of Suicidal Behaviour in Educational Settings. School Mental Health, 1-12.

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