El coste de los errores diagnósticos: una llamada de atención para la salud mental
01 Jul 2025

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha publicado un informe titulado The Economics of Diagnostic Safety, a través del cual alerta del elevado coste económico, sanitario y humano asociado a los errores diagnósticos. Según recoge en este documento de trabajo, hasta el 15% de los diagnósticos clínicos son erróneos, tardíos o mal comunicados, lo que genera un gasto estimado del 17,5% del total del presupuesto sanitario en los países miembros. Esto equivale, en promedio, al 1,8% del PIB.

Aunque el informe abarca múltiples áreas clínicas, dedica una atención especial a la salud mental. De acuerdo con la OCDE, este ámbito de la salud -a menudo relegado en términos de inversión, priorización diagnóstica y desarrollo tecnológico-, registra errores diagnósticos frecuentes y especialmente costosos, tanto en términos económicos como humanos. Condiciones como la ansiedad, la depresión, el TDAH, el trastorno bipolar o el trastorno del espectro del autismo, son especialmente vulnerables a errores de diagnóstico que, en muchos casos, conducen a un uso indebido de psicofármacos, tratamientos inadecuados o retrasos terapéuticos con consecuencias devastadoras para las personas afectadas.

Foto: freepik. Diseño: pressfoto. Fecha: 28/05/25
Errores de diagnóstico en salud mental

El informe de la OCDE dedica un capítulo específico a la salud mental como caso paradigmático de los errores diagnósticos. En este ámbito, los desafíos clínicos, estructurales y sociales confluyen para generar una situación de especial vulnerabilidad. Según indica, la ausencia de biomarcadores biológicos objetivos, la dependencia de criterios clínicos como los del DSM-V, y el uso de escalas de autoevaluación y entrevistas estructuradas, aumentan el riesgo de errores derivados del juicio clínico, sesgos cognitivos y variabilidad en la interpretación diagnóstica.

Además, muchos trastornos mentales comparten sintomatología, lo que complica aún más el diagnóstico diferencial. Problemas de esta índole como la ansiedad, la depresión, el TDAH o el trastorno bipolar pueden presentar síntomas solapados, favoreciendo diagnósticos cruzados o equivocados.

En este escenario, factores como la mayor concienciación social sobre la salud mental y el aumento de la demanda de atención en este ámbito de la salud, así como la formación limitada de algunos profesionales en diagnóstico diferencial complejo, podrían asociarse a un incremento de diagnósticos, a veces, sin criterios rigurosos.

La OCDE subraya también la influencia de posibles sesgos implícitos del clínico, que pueden conllevar un infradiagnóstico en determinados grupos, como adultos mayores, mujeres o personas pertenecientes a contextos socioeconómicos vulnerables.

El documento de trabajo recoge una serie de datos concretos que ilustran la magnitud del problema:

  • Un metaanálisis británico estima que hasta el 60% de los diagnósticos de ansiedad realizados en atención primaria son incorrectos.
  • En el caso del TDAH, se observa una doble paradoja: sobrediagnóstico en la infancia -con tasas que se han duplicado en países como Israel y EE.UU.- e importante infradiagnóstico en personas adultas. En Reino Unido, solo el 0,3% de las personas adultas en atención primaria tienen diagnóstico, frente a una prevalencia estimada del 2,8%, lo que, para la OECD, significaría que solo 1 de cada 9 personas afectadas está correctamente diagnosticada.
  • Más del 40% de los/as pacientes con trastorno bipolar en EE.UU. fueron diagnosticados inicialmente con depresión unipolar, con una demora media de más de 400 días para obtener el diagnóstico correcto. Este retraso se asocia con mayor riesgo de hospitalización, aumento de recaídas y tratamientos inadecuados.
  • En el trastorno del espectro del autismo (TEA), la OCDE advierte de que el retraso en el diagnóstico se debe a la falta de acceso a servicios especializados y al bajo conocimiento clínico, lo que puede tener efectos negativos en el desarrollo educativo, social y laboral de la persona.
Psicofármacos: el doble filo del error diagnóstico

Uno de los aspectos más preocupantes señalados por la OCDE en su informe es el uso prolongado, y a menudo no revisado, de medicación psicotrópica como consecuencia directa de errores diagnósticos en salud mental. El documento denuncia que numerosos pacientes continúan recibiendo antidepresivos, benzodiacepinas, antipsicóticos o estimulantes durante años, pese a que su estado clínico ha cambiado o incluso en ausencia de un diagnóstico correctamente establecido.

De acuerdo con la Organización, este fenómeno se asocia con una serie de consecuencias graves:

  • Riesgos para la seguridad del paciente, como caídas, accidentes cerebrovasculares, fracturas, dependencia farmacológica y síntomas de retirada.
  • Costes innecesarios para los sistemas de salud, como se ha documentado en Canadá, donde el uso potencialmente inapropiado de antipsicóticos en centros de cuidados de larga duración alcanzó el 24,5%, generando un gasto superior a los 120 millones de dólares canadienses.
  • Impacto psicológico y social significativo, al medicalizar conductas que podrían haber sido abordadas mediante intervenciones psicológicas o psicosociales, perpetuando así dinámicas de cronificación, estigmatización y dependencia farmacológica innecesaria.

La situación es aún más alarmante debido a la falta de revisión sistemática tanto del diagnóstico original como de la pertinencia del tratamiento farmacológico. Estudios revelan que una gran proporción de pacientes nunca discuten con su médico la retirada de estos medicamentos, ni se someten a evaluaciones clínicas periódicas que justifiquen la continuidad de este tipo de tratamiento, que se prescribe de forma prolongada.

Además, la OCDE señala que solo cuatro países —Australia, Letonia, Eslovenia y Suiza— han informado de llevar a cabo revisiones diagnósticas multidisciplinarias de salud mental de manera sistemática.

En la mayoría de los sistemas sanitarios, las prácticas se limitan a derivaciones desde atención primaria a psiquiatría, sin mecanismos formales de revisión colaborativa ni auditorías clínicas que permitan corregir diagnósticos o ajustar tratamientos de forma proactiva. Muy pocos países revisan de manera activa la prescripción prolongada de psicotrópicos como antidepresivos, benzodiacepinas o antipsicóticos, lo cual es clave para prevenir iatrogenia y garantizar seguridad diagnóstica.

Ante este panorama, el informe propone como medida urgente la revisión retrospectiva de diagnósticos y tratamientos farmacológicos, con el fin de prevenir daños evitables, reducir costes y mejorar la calidad de la atención. Esta estrategia permitiría racionalizar el uso de psicofármacos, optimizar recursos y centrar la atención en intervenciones más ajustadas a las necesidades reales de los/as pacientes.

Los efectos colaterales del diagnóstico erróneo

Los errores diagnósticos en salud mental no solo afectan a la salud de los/as pacientes y comprometen la calidad del tratamiento, sino que generan importantes costes para los sistemas sanitarios y la economía en general. Un estudio citado en el informe, realizado en el estado de Indiana (EE. UU.), estima que los problemas de salud mental no diagnosticados afectan a 430.000 personas y generan un coste anual de 4.200 millones de dólares, el 80% de los cuales, se relacionan con pérdida de productividad, absentismo laboral y desempleo. Este patrón se repite también en otros países de la OCDE.

Por otro lado, se calcula que, en Estados Unidos, los costes del TDAH no tratado en personas adultas ascienden a 190.000 millones de dólares al año, mientras que la sobreprescripción derivada de diagnósticos erróneos genera una carga económica adicional estimada entre 143.000 y 266.000 millones de dólares.

Asimismo, la medicalización innecesaria produce sufrimiento y efectos adversos. La sobrecarga farmacológica derivada de diagnósticos erróneos representa una carga económica y clínica significativa, al generar tratamientos prolongados y no indicados que podrían evitarse con una evaluación diagnóstica adecuada y revisiones sistemáticas.

Como ejemplo de ello, la Organización recuerda que la sobreprescripción de estimulantes en adolescentes o de antidepresivos en adultos con trastornos mal diagnosticados, no solo expone a los pacientes a efectos secundarios —como insomnio, dependencia o síndrome de abstinencia—, sino que desvía recursos terapéuticos que podrían haberse orientado hacia intervenciones psicológicas o psicosociales más apropiadas.

Más allá de la salud mental: otras áreas gravemente afectadas

Aunque la salud mental ocupa un lugar prioritario en el informe, la OCDE también examina en detalle otros campos clínicos donde los errores diagnósticos generan un enorme impacto, entre ellos, los siguientes:

  • Cáncer: el dilema del sobrediagnóstico

El informe destaca el sobrediagnóstico en programas de cribado para cáncer de mama, próstata, tiroides y pulmón. En cáncer de próstata, hasta el 57% de los diagnósticos realizados mediante antígeno prostático específico (PSA, Prostate-Specific Antigen) podrían ser innecesarios. Esto conlleva tratamientos agresivos (cirugía, radioterapia) con efectos secundarios graves y sin beneficio clínico.

Al mismo tiempo, se producen retrasos importantes en otros casos por errores en la evaluación de síntomas iniciales, especialmente en atención primaria, con consecuencias severas para la supervivencia y los costes del tratamiento.

  • COVID persistente: una nueva frontera diagnóstica

El COVID persistente o Long COVID es presentado como un ejemplo contemporáneo de desafío diagnóstico. La falta de criterios estandarizados, la diversidad de síntomas y la escasa formación entre profesionales han contribuido a una gran subestimación de su prevalencia real.

Países como Reino Unido o Irlanda han encontrado diferencias significativas entre el número de pacientes que se autodeclaran con síntomas persistentes y los que han recibido un diagnóstico clínico. Esto genera un doble perjuicio: desatención clínica y sobrecarga administrativa para pacientes que no encuentran reconocimiento ni tratamiento adecuado.

Pruebas innecesarias, costes innecesarios

El documento advierte de que hasta un 30% de las pruebas diagnósticas realizadas pueden ser innecesarias. Esto incluye:

  • Resonancias magnéticas para dolor lumbar sin signos de alarma.
  • TACs innecesarios en cefaleas.
  • Analíticas rutinarias sin justificación clínica.
  • Cribados oncológicos en poblaciones de bajo riesgo.

Estas prácticas conllevan riesgos clínicos (hallazgos incidentales, radiación, cirugías exploratorias), ansiedad para el/la paciente, cascadas diagnósticas innecesarias y gasto público sin retorno en salud.

Impacto ecológico y ético

La OCDE también introduce un elemento innovador: el impacto medioambiental del error diagnóstico. Según sugiere, el uso excesivo de pruebas y tratamientos innecesarios puede contribuir a aumentar las emisiones de carbono del sistema sanitario, que ya representa el 4,6% de las emisiones globales.

Asimismo, se denuncia la desigualdad en los errores diagnósticos: las poblaciones más ricas están sobrediagnosticadas, mientras que las más pobres siguen sin diagnóstico adecuado, generando inequidad y mayor sufrimiento.

¿Qué propone la OCDE?

Frente a este panorama, la OCDE plantea una serie de estrategias concretas para mejorar la seguridad diagnóstica, muchas de las cuales involucran de forma directa a los/as profesionales de la salud mental:

  • Promover la revisión sistemática de diagnósticos iniciales, especialmente en trastornos mentales, mediante auditorías clínicas, equipos multidisciplinares y consenso profesional.
  • Incentivar la formación clínica continuada, sobre todo, en áreas como salud mental, cáncer y enfermedades infecciosas.
  • Fomentar la implicación activa del paciente en el proceso diagnóstico, con una comunicación clara, accesible y comprensible que tenga en cuenta los determinantes psicosociales.
  • Desarrollar infraestructuras de datos que permitan el seguimiento longitudinal de los diagnósticos y su revisión periódica.
  • Reducir la dependencia excesiva de los psicofármacos mediante la revisión sistemática de las prescripciones de larga duración y el impulso de intervenciones basadas en evidencia como la psicoterapia cognitivo-conductual.
Una responsabilidad compartida

El informe concluye que mejorar la seguridad diagnóstica no es solo una cuestión técnica o de recursos:  es una tarea ética, económica y social. El diagnóstico correcto, oportuno y comunicado es el primer paso de una atención sanitaria de calidad.

La OECD recuerda que, en un momento en que los sistemas de salud enfrentan tensiones financieras y humanas sin precedentes, corregir el curso del diagnóstico no solo es urgente, sino que es imprescindible.

Concretamente, en el caso de la salud mental, mejorar la seguridad diagnóstica implica un cambio profundo en la cultura clínica: reconocer la incertidumbre inherente al diagnóstico, fomentar una actitud crítica y abierta entre los/as profesionales, y crear espacios para el aprendizaje y la revisión colectiva. Porque el error diagnóstico es, muchas veces, el reflejo de un sistema fragmentado, sobrecargado y carente de mecanismos eficaces de retroalimentación.

Reducir los errores en el diagnóstico de los problemas de salud mental es una cuestión de derechos, equidad y dignidad para millones de personas. Tal y como indica la Organización, cada error diagnóstico no corregido representa no solo un coste económico evitable, sino una oportunidad perdida de aliviar el sufrimiento humano.

Se puede acceder al documento completo desde la página web de la OCDE o bien directamente aquí:

The economics of diagnostic safety

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