El déficit de sueño impacta en la salud psicológica y física de la población infanto-juvenil
27 Oct 2025

Dormir bien no es un lujo, sino una necesidad biológica indispensable. Así lo indica el Observatorio de Salud de la Infancia y la Adolescencia -Fundación FAROS- del Hospital San Joan de Déu, en su 15.º Informe FAROS, titulado El sueño en la infancia y la adolescencia: Claves para un descanso reparador, donde alerta de que muchos/as niños/as y adolescentes duermen menos de lo requerido, lo que incide con repercusiones profundas en su salud física, psicológica, cognitiva y emocional. El déficit de sueño, sostiene el informe, ya no es solo un problema individual, sino un asunto colectivo: afecta a familias, escuelas y sistemas sociales.

Panorama general: sueño como proceso activo y esencial

Desde el inicio, el informe recuerda que el sueño no es un estado pasivo, sino un período en el que ocurren procesos fundamentales: consolidación de aprendizajes, reparación neuronal, regulación inmune, homeostasis hormonal. El descanso nocturno es imprescindible para que el organismo crezca, mantenga el equilibrio y funcione adecuadamente. Esto se aplica desde etapas muy tempranas —incluso durante el embarazo— hasta la adolescencia.

El contenido del documento se estructura en ocho capítulos que abarcan desde patrones de sueño normales hasta trastornos específicos, factores de riesgo y medidas de intervención.

déficit de sueño
Foto: freepik. Diseño: gpointstudio/freepik. Fecha: 01/10/25
Datos epidemiológicos alarmantes: cuánto y cómo duermen los jóvenes

El informe FAROS describe la situación actual del sueño en los y las menores en España, recogiendo los siguientes datos clave:

  • Un 17% de los niños y las niñas acuden al colegio con sueño, y un 4% se quedan dormidos/as en clase.
  • En adolescentes, más de la mitad (52%) reconoce dormir menos de 8 horas entre semana y un 84% presenta dificultades para despertarse por falta de sueño.
  • Un 24% de los y las adolescentes reportan que su rendimiento escolar se ve comprometido por la falta de descanso.

Estos datos reflejan que el déficit de sueño no es anecdótico ni marginal: muchos/as jóvenes presentan una falta de descanso crónica.

Además, el informe señala que factores como los horarios escolares tempranos, el desfase entre fines de semana y días lectivos (conocido como “jet lag social”), y el uso de pantallas, agravan la discrepancia entre las horas necesarias de sueño y las dormidas eficazmente.

Impacto del déficit de sueño

Entre las principales consecuencias del sueño insuficiente o de mala calidad, destacan las siguientes:

  1. Rendimiento académico y funciones cognitivas
    El cansancio prolongado deteriora la atención sostenida, la memoria operativa y la concentración. De acuerdo con el informe, dormir menos de 10 horas en edades tempranas se asocia con un riesgo tres veces mayor de función cognitiva baja a los 6 años.
  2. Alteraciones emocionales y del estado de ánimo
    Irritabilidad, dificultad para regular emociones, mayor vulnerabilidad a la ansiedad y depresión son consecuencias habituales del sueño deficiente. Los autores llaman la atención sobre la capacidad limitada de los y las jóvenes para gestionar emociones cuando están fatigados, lo que favorece respuestas impulsivas o negativas ante situaciones cotidianas.
  3. Riesgos para la salud física
    El informe retoma evidencia sobre el desajuste metabólico (por ejemplo, alteración en leptina/grelina, insulina), riesgo de obesidad, disfunción inmune, aumento de niveles de cortisol, alteraciones hormonales y posibles vínculos con enfermedades crónicas en el futuro.
  4. Conducta y regulación
    El sueño insuficiente impacta en áreas cerebrales involucradas en la toma de decisiones, la regulación del impulso y el procesamiento emocional. Esto puede favorecer conductas de riesgo, poca tolerancia a la frustración y problemas de autorregulación.

También se señala que muchas de estas manifestaciones pueden malinterpretarse como problemas de conducta o déficit atencional, cuando en realidad, la causa subyacente es el agotamiento por falta de sueño.

Trastornos del sueño y factores de riesgo

Los autores describen los trastornos del sueño más allá del simple déficit de horas: insomnio, apnea obstructiva del sueño, terrores nocturnos, somnolencia diurna excesiva, entre otros. Estos trastornos deben abordarse con criterios diagnósticos y no relegarse como meros “mal dormir”.

Según recoge el informe, los factores de riesgo que predisponen a desarrollar estos trastornos incluyen:

  • Malos hábitos de sueño e higiene inadecuada: horarios irregulares, siestas prolongadas, consumo de cafeína o estimulantes en horas tardías, ambiente inadecuado (luz, ruido).
  • Uso de pantallas en el periodo previo al sueño, especialmente, por la luz azul que inhibe la melatonina, retrasando la conciliación del sueño.
  • Desajuste entre demandas sociales y ritmos biológicos: en adolescentes, los cambios hormonales desplazan el reloj interno hacia horarios más tardíos, lo que entra en conflicto con horarios escolares tempranos.
  • Factores familiares y ambientales: el sueño de los progenitores, condiciones de la vivienda, rutinas familiares desorganizadas. Algunos expertos citados por medios externos subrayan que padres con déficit de sueño tienden a responder con más fatiga y menos flexibilidad cognitiva, lo que repercute en el ambiente familiar.

Es relevante destacar que el informe contempla estos trastornos, no como meros fenómenos secundarios, sino como condiciones que requieren detección y abordaje profesional.

Claves prácticas: recomendaciones para un descanso reparador

FAROS ofrece en su documento una serie de recomendaciones prácticas de higiene del sueño y estrategias preventivas, sintetizándolas de manera divulgativa, en forma de decálogo aplicado:

  • Rutinas estables: acostarse y levantarse a la misma hora incluso los fines de semana, limitando la variabilidad entre días lectivos y no lectivos.
  • Restricción de pantallas: evitar el uso de dispositivos electrónicos al menos 1 hora antes de dormir para reducir el efecto de la luz azul en la melatonina.
  • Ambiente propicio: oscuridad total, silencio, temperatura adecuada y entorno libre de estímulos invasivos en la habitación del o de la menor.
  • Actividad física diaria, preferentemente con tiempo suficiente antes de dormir para que no actúe como estimulante.
  • Alimentación adecuada: evitar cenas copiosas o estimulantes, así como el consumo tardío de cafeína o azúcares que alteren el ciclo de descanso.
  • Control de siestas: que no excedan su duración ni interfieran con el sueño nocturno.
  • Educación y sensibilización familiar: involucrar a padres, cuidadores y educadores en conocimiento sobre sueño y su importancia.
  • Adaptación escolar: considerar horarios más alineados con ritmos biológicos, minimizar demandas académicas que presionen horarios extremos.
  • Detección profesional: en casos persistentes, derivar a servicios especializados para diagnóstico de trastornos del sueño.

Estas recomendaciones no son meras sugerencias: el informe insiste en que su adopción sistemática puede actuar como medida preventiva y mitigadora de muchos de los efectos negativos del déficit de descanso.

Desafíos y líneas futuras

El informe no omite mencionar sus propias limitaciones: al estar distribuido en formato digital y accesible en capítulos, implica cierta dispersión de lectura y dependencias de acceso tecnológico. Además, los datos publicados son, en muchos casos, agregados o referidos por medios secundarios.

También se destaca la dificultad de traducir recomendaciones a contextos reales: muchos hogares enfrentan barreras estructurales (turnos laborales, espacio, condiciones de vivienda) que dificultan la aplicación óptima de rutinas. En cuanto a la investigación, el informe señala la necesidad de estudios longitudinales y de intervenciones experimentales que evalúen el impacto del cambio de hábitos del sueño en variables de desarrollo, salud mental y éxito académico.

Para el mundo educacional y clínico, el reto es transformar estas recomendaciones en programas escolares, formaciones para docentes y protocolos en atención primaria, de modo que el sueño deje de ser un aspecto secundario y se convierta en parte integral de la salud infantil y adolescente.

Conclusión

El 15.º Informe FAROS constituye una herramienta de alcance social para visibilizar un problema oculto: en muchos hogares y centros educativos, buena parte de la infancia y adolescencia no descansa lo que necesita. Las cifras de sueño insuficiente, las repercusiones cognitivas, psicológicas, emocionales y fisiológicas, y las recomendaciones concretas convergen en un mensaje urgente: el descanso reparador debe dejar de verse como un ideal y pasar a entenderse como una política de salud pública.

Para profesionales de la psicología, educadores y otros profesionales de la salud, este informe supone una invitación a incorporarlo en los diagnósticos habituales, en las intervenciones psicológicas y pedagógicas y en los planes de bienestar escolar. Para las familias, supone un llamamiento más allá del “duerme temprano”: implica revisar hábitos diarios, entornos domésticos y, en algunos casos, cambiar prácticas culturales que subestiman la importancia del sueño.

Se puede acceder al informe completo desde la página web de FAROS SAN JOAN DE DÉU.

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