¿Hay relación entre el consumo de pornografía en menores y la perpetración de violencia sexual?
10 Jul 2025

El aumento exponencial del consumo de pornografía por parte de menores de edad, junto con un preocupante repunte de las conductas violentas de carácter sexual en este colectivo, ha captado la atención de la comunidad científica internacional. En este contexto, los investigadores María Galiana-Molina y Martín Julián (Universidad Europea de Valencia), han llevado a cabo una revisión sistemática con el objetivo de analizar, con rigor metodológico, la compleja relación entre el consumo de pornografía en menores y la perpetración de violencia sexual.

Una revisión pionera centrada en la infancia y adolescencia

Frente a trabajos previos que abordaban esta problemática desde una perspectiva más general, este estudio se ha centrado de forma exclusiva en menores de edad (hasta los 18 años), incluyendo sólo estudios empíricos publicados hasta febrero de 2024. A través del método PRISMA, se han identificado 17 investigaciones que cumplen con criterios estrictos de elegibilidad, dando lugar a una síntesis narrativa que arroja luz sobre una cuestión crucial para la psicología, la salud mental y la intervención psicológica y social.

el consumo de pornografía
Foto: freepik. Diseño: freepik. Fecha: 11/06/25
¿Qué revela la evidencia científica?

La mayoría de los estudios revisados concluyen que existe una relación clara entre el consumo de pornografía y la comisión de actos de violencia sexual en menores. Por ejemplo, el estudio de Ybarra et al. (2011) determinó que los menores que consumían pornografía eran 6,5 veces más propensos a perpetrar conductas sexualmente agresivas en un plazo de 36 meses.

Asimismo, Waterman et al. (2022) encontraron que el consumo reciente de material sexualmente explícito elevaba entre 2 y 14 veces la probabilidad de cometer acoso y agresión sexual, dependiendo del tipo de contenido. En la misma línea, Stanley et al. (2018) asociaron el consumo regular de pornografía, especialmente entre hombres, con comportamientos de coerción sexual.

Edad de inicio: una alerta temprana

Uno de los datos más alarmantes lo ofrece el estudio de Ballester y Orte (2019): en España, la edad media de inicio en el consumo de pornografía es de 14,84 años, con casos documentados desde los 8 años. Esta exposición temprana tiene implicaciones críticas en el desarrollo psicológico y social, ya que es durante la infancia y adolescencia cuando se consolidan la identidad sexual y las creencias sobre las relaciones afectivas y sexuales.

Violencia en el contenido y su impacto diferencial

El estudio también distingue entre pornografía violenta y no violenta, observando que el impacto es considerablemente mayor en la primera. Aquellos que consumían pornografía violenta eran 24 veces más proclives a cometer agresiones sexuales en comparación con quienes no la consumían, y 6 veces más en comparación con quienes veían contenido no violento.

Diferencias de género: los hombres, más vulnerables al efecto

El análisis de las diferencias de género revela que los hombres presentan un riesgo significativamente mayor. Por ejemplo, en el estudio de Ybarra y Thompson (2018), los hombres que consumían pornografía violenta eran 46 veces más proclives a cometer agresiones sexuales. En el caso de las mujeres, el porcentaje de consumo de este tipo de material era considerablemente menor (15% frente al 30% en hombres), lo que puede explicar en parte estas diferencias, aunque no las justifica del todo.

Variables psicológicas y sociales implicadas

Diversas variables psicológicas modulan la relación entre pornografía y violencia sexual. El estudio de Štulhofer (2021) indica que los niveles de insensibilidad y cosificación del otro influyen directamente en esta relación. Por su parte, Huntington et al. (2022) identifican la masculinidad hostil como un factor de riesgo crítico, que, combinado con el consumo de pornografía, incrementa la probabilidad de perpetrar agresiones sexuales.

También se destaca el papel de la victimización previa, como haber sufrido agresiones sexuales online, que debilita —aunque no elimina— la relación entre consumo de pornografía y comportamiento sexualmente agresivo. Estas conclusiones refuerzan la importancia de abordar el problema desde un enfoque psicológico y social integral.

Implicaciones para la prevención: educación, familia y programas específicos

Los hallazgos de esta revisión sistemática tienen implicaciones fundamentales en la prevención de la violencia sexual. Se subraya la necesidad de implementar programas preventivos desde la adolescencia temprana, cuando los y las menores aún no han construido completamente sus esquemas sexuales y afectivos.

Además, se resalta el papel crucial de las familias y personas cuidadoras, quienes deben comprender los riesgos asociados a la pornografía y establecer una comunicación abierta con los/as menores sobre sexualidad, consentimiento y límites. Como subrayan Pratt y Fernandes (2015), se necesitan recursos psicológicos y educativos que ayuden a las familias a abordar estas conversaciones de forma eficaz.

Entre las estrategias más recomendadas destacan los programas de «pornography literacy», los cuales enseñan a analizar críticamente el contenido sexual, desmitificando los roles y relaciones que presenta, y promoviendo un modelo afectivo-sexual más saludable y respetuoso.

Salud mental y consecuencias psicológicas y emocionales

El estudio también plantea interrogantes sobre el impacto del consumo de pornografía en la salud mental de los y las menores. Aunque no es el foco central del artículo, se sugiere que la exposición temprana y repetida puede afectar a la autoestima, las expectativas en las relaciones interpersonales y la capacidad de reconocer comportamientos abusivos.

Esta problemática se agrava cuando la pornografía consumida reproduce guiones sexuales agresivos, dominación masculina y cosificación de la mujer. Todo ello puede dar lugar a distorsiones cognitivas que normalizan la violencia en las relaciones sexuales, especialmente entre quienes carecen de una educación sexual adecuada o de referentes saludables.

Conclusión: una cuestión de urgencia social y psicológica

El informe revisado no deja lugar a dudas: la relación entre el consumo de pornografía en menores y la perpetración de violencia sexual existe y, en muchos casos, predice comportamientos de alto riesgo. Esta evidencia refuerza la necesidad de actuar desde la prevención, implicando tanto al sistema educativo como al entorno familiar y comunitario.

Desde el ámbito de la psicología, se hace indispensable el desarrollo de intervenciones centradas en la salud psicológica y emocional, la educación sexo-afectiva y la detección temprana de factores de riesgo. Solo así podrá combatirse eficazmente una problemática que afecta no solo a las víctimas, sino también al bienestar psicológico y social de toda una generación.

Se puede acceder al estudio completo desde la página web de la revista Papeles del Psicólogo o bien directamente aquí:

Galiana, M., y Julián, M. (2025). El consumo de pornografía en menores y la perpetración de violencia sexual: una revisión sistemática. Papeles del Psicólogo/Psychologist Papers, 46(2), 136-145. https://doi.org/10.70478/pap.psicol.2025.46.16

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