Implicaciones de las adaptaciones culturales de la psicoterapia
29 Jul 2025

Un reciente artículo subraya la imperativa necesidad de adaptar la psicoterapia occidental a las diversas realidades culturales, destacando que una comprensión superficial de la cultura, limitada a la etnia o nacionalidad, es insuficiente. El artículo, que lleva por título «Las adaptaciones culturales de la psicoterapia. Una visión crítica del estado de la cuestión», está publicado en la Revista de Psicoterapia por Jesús García-Martínez de la Universidad de Sevilla (2025).

El texto resume el conocimiento actual sobre adaptaciones culturales de la psicoterapia desde una perspectiva conceptual, resaltando que las estrategias de adaptación deben considerar fundamentalmente los aspectos comunes a las diversas cosmovisiones y la creación de marcos explicativos de cambio que sean culturalmente relevantes para cada individuo. Además, el artículo pone el foco en la invisibilización de las diferencias basadas en la diversidad religiosa y de clase social, argumentando que estos son aspectos tan cruciales como los de base étnica o nacional para una intervención terapéutica eficaz.

Foto: freepik. Diseño: freepik. Fecha: 21/07/25
El desafío de la globalización y la psicoterapia occidental

Tal y como remarca el autor, la era actual, marcada por un intenso ciclo de movimientos migratorios, ha incrementado drásticamente la diversidad cultural en todo el mundo. España, por ejemplo, ha pasado de ser un país de emigración a uno de los principales receptores de inmigración en Europa. Esta creciente diversidad plantea un desafío significativo para los sistemas de salud, especialmente para la psicoterapia, que históricamente es una práctica sanitaria inherente a la cultura occidental, señala el texto.

¿Qué implica esta concepción occidental? La concepción occidental del ser humano se caracteriza por un yo individual, independiente, práctico y centrado en la autorregulación y autogestión. Esta perspectiva se ha universalizado en la práctica terapéutica, en parte debido a la hegemonía cultural y científica de los países occidentales, que publican hasta el 95% de la investigación psicológica y utilizan el inglés como lengua dominante, minimizando el impacto de otras perspectivas, explica el autor. Sin embargo, esta visión eurocéntrica no siempre es eficaz o bien recibida en otras culturas, advierte.

El autor menciona otras muchas poblaciones no occidentales, como las de India, islámicas, africanas o indonesias, que rechazan la psicoterapia occidental por considerarla excesivamente individualista y verbal, prefiriendo sistemas tradicionales de salud que resuenan más con sus valores culturales y ofrecen marcos explicativos más viables para sus problemas. Las poblaciones más colectivistas, como las nativas o aborígenes, suelen obtener menos beneficio de estas prácticas terapéuticas, indica Jesús García-Martínez. Esto subraya la necesidad de desarrollar modelos terapéuticos propios de otras culturas, como la terapia Morita y Naikan en Japón, la terapia Meseron en Nigeria, la terapia Ubuntu en Sudáfrica, la terapia metafórica islámica, o las terapias latinoamericanas que usan recursos populares como dichos y testimonios.

Dimensiones clave para la adaptación cultural: colectivismo y aculturación

Para abordar la adaptación cultural en psicoterapia, el autor destaca dos dimensiones principales: el colectivismo-individualismo y el tipo de aculturación.

El colectivismo-individualismo se refiere a la cosmovisión general de la identidad personal. Mientras que las culturas individualistas (como las anglosajonas o escandinavas) valoran la baja integración interpersonal, la orientación a tareas personales y la expresión directa de emociones, las culturas colectivistas (como las de Asia oriental, Latinoamérica o indígenas) se caracterizan por una mayor integración comunitaria, fuertes lazos de lealtad, atención a la comunicación formal y regulación emocional hacia el grupo. A este respecto, según se explica en el texto, es crucial reconocer que esta distinción no es estática; factores como la profesión, el lugar de residencia (por ejemplo, contextos rurales más colectivistas), la generación (jóvenes más individualistas) y el género (mujeres más colectivistas) pueden modificar estos valores. Por tanto, los terapeutas deben abordar esta dimensión de manera particularizada, sin asumir que la cultura de origen por sí sola explica la identidad del cliente, expone el autor.

La importancia de las estrategias de aculturación

La aculturación es el proceso de adoptar una nueva cultura e incorporar sus elementos a la cosmovisión propia. Este proceso es complejo y su evaluación va más allá de medidas directas como el lugar de nacimiento o el dominio del idioma, que a veces muestran resultados paradójicos. El autor cita el modelo bidireccional de Berry (1990), que propone cuatro estrategias de aculturación:

  • Integración: Mantener los valores propios y adoptar prácticas de la sociedad de acogida.
  • Separación: Mantener solo los valores de origen.
  • Asimilación: Abandonar los valores propios y adoptar los del grupo de acogida.
  • Marginación: Abandonar los valores propios y no establecer relaciones favorables con la sociedad de acogida.

Según la revisión de la literatura científica, las estrategias de integración se asocian con un mayor bienestar psicológico, mientras que la separación se relaciona con una peor salud mental. En la práctica terapéutica, se sugiere que la combinación de asimilación-integración en aspectos periféricos (sociopolíticos, laborales) junto con el mantenimiento de los valores de origen en aspectos nucleares (familia, religión) se asocia a una mejor salud mental. Para evaluar la aculturación en la clínica, se recomiendan procedimientos cualitativos y escalas Likert sencillas que midan la identificación con el endogrupo y el deseo de mantener o adoptar costumbres, según se sugiere en el texto.

Adaptaciones culturales de los tratamientos

Tal y como se explica en el artículo, la investigación se ha centrado en adaptar terapias occidentales, validadas con criterios de evidencia, a otras culturas, modificando o agregando componentes. Estas terapias adaptadas han demostrado una eficacia media o alta, mejorando los resultados a medida que se adaptan más componentes, según la revisión realizada por el autor.

Las adaptaciones pueden incluir el uso de la lengua nativa, la incorporación de prácticas terapéuticas locales y la inclusión de la cosmovisión cultural en los objetivos y el estilo terapéutico. Sin embargo, la disponibilidad de terapeutas culturalmente emparejados y la adaptación lingüística siguen siendo desafíos en este ámbito, añade.

La competencia cultural del terapeuta

¿Qué es la competencia cultural del terapeuta? La competencia cultural del terapeuta es fundamental para el autor y, aunque no hay una definición única, señala que implica la capacidad de trabajar adecuadamente con clientes culturalmente diversos, y se basa en la conciencia cultural (manejo de sesgos propios), el conocimiento cultural (cosmovisión del cliente) y las habilidades culturales (formación técnica). Las guías de intervención, como las de la APA, impulsan esta triple concepción.

En esta línea, es importante señalar que los trabajos sobre factores comunes en psicoterapia sugieren que la eficacia de las adaptaciones radica en la creación de modelos explicativos del problema y del cambio que sean aceptables para el cliente y en la fortaleza de la alianza terapéutica, más que en la técnica per se, según se recoge en el artículo. Esto significa que un terapeuta culturalmente competente es, fundamentalmente, un buen terapeuta que atiende con aceptación incondicional y empatía a los aspectos psicológicos y extraterapéuticos del cliente. Asimismo, el autor expone que la auto-conciencia cultural del terapeuta es clave para este proceso, permitiendo reconocer la concepción occidental del yo y del malestar como un artefacto cultural más.

El componente religioso y de clase social: aspectos olvidados

Jesús García-Martínez destaca la religión como un aspecto fundamental de la cultura que genera una visión trascendente del mundo y normas morales. A pesar de su importancia, en Europa, la secularidad ha llevado a tratar la religión como un asunto privado, y los terapeutas tienden a ser más ateos o agnósticos que la población general, señala el autor. Asimismo, explica que las adaptaciones religiosas suelen incluir el uso de textos o imágenes religiosas, valores religiosos explícitos o colaboración con líderes religiosos. Aunque estas adaptaciones parecen eficaces en el ajuste psicológico general, los resultados no siempre superan a las terapias no adaptadas, y la predisposición a aceptar el tratamiento psicológico varía enormemente entre confesiones religiosas.

La clase social afecta a la salud mental y al tipo de preferencias en psicoterapia

Finalmente, el autor subraya la clase social como una variable estructural que ha sido «olvidada» en la investigación psicológica. Las desigualdades socioeconómicas afectan negativamente a la salud mental y moldean la identidad de las personas. A menudo se utiliza el «estatus socioeconómico» como un sustituto más móvil, lo que ignora la rigidez de las categorías de clase. Así, aunque muchos migrantes pueden tener cierta capacidad económica en origen, en los países de acogida suelen ocupar puestos de baja calidad y experimentar vulnerabilidad social, situándose en la clase baja.

El artículo explica cómo las diferencias de clase influyen en el autoconcepto y la conducta social: los miembros de la clase trabajadora tienden a ser más interdependientes, empáticos y prosociales, con un menor lugar de control personal, lo que los acerca a un perfil colectivista. De esta manera, para los clientes de clase obrera, hablar explícitamente de sus experiencias de opresión de clase resulta liberador, y valoran positivamente que la terapia se extienda más allá de la consulta (ej. llamadas telefónicas, contacto con familias). Por tanto, según expone el artículo, las adaptaciones para clientes de clase obrera deben abordar el papel de la clase social en su vida, reorganizar la identidad frente a cambios económicos y favorecer terapias de grupo y ayuda mutua, dado su perfil más comunitario y colectivista. El terapeuta, además, debe explorar sus propios sesgos estereotípicos sobre la clase social y aprender a respetar la diversidad.

Consideraciones finales para el futuro de la psicoterapia

El artículo concluye con un decálogo de observaciones clave para el futuro de la psicoterapia en un mundo cada vez más diverso:

  1. El análisis de la identidad cultural debe ser concreto para cada persona, grupo o familia.
  2. Las dimensiones de individualismo-colectivismo y aculturación deben entenderse como procesos dinámicos.
  3. Es crucial atender a las condiciones socioeconómicas materiales y a las políticas de integración.
  4. Ninguna dimensión de la cosmovisión (étnica, religiosa, de clase) debe considerarse fundamental a priori; la formulación del caso determinará su relevancia.
  5. Mantener una postura crítica hacia la concepción occidental del ser humano y del malestar, utilizando criterios etnológicos y antropológicos, especialmente en aspectos religiosos y de clase.
  6. Escoger la intervención terapéutica con los componentes culturales, religiosos o de clase más adecuados, priorizando la activación del factor común del marco explicativo.
  7. Sondear explícitamente los significados relacionados con las dimensiones culturales, religiosas y de clase, identificando dificultades y ventajas.
  8. Promover los recursos propios del cliente y crear coherencia entre aspectos culturales antagónicos.
  9. Las guías de intervención cultural son recursos y orientaciones, no reglas fijas.
  10. La formación en competencia cultural y competencia terapéutica general es esencial.

En última instancia, tal y como subraya el autor, el trabajo con adaptaciones culturales representa un desafío creciente que exige un enfoque interdisciplinar y una atención centrada en el cliente para crear un modelo de tratamiento creíble y asumible que incorpore los elementos de la cosmovisión y prácticas sanitarias relevantes para cada individuo.

Fuente:

García-Martínez, J. (2025). Las adaptaciones culturales de la psicoterapia. Una visión crítica del estado de la cuestión. Revista de Psicoterapia, 36(131), 30-49. https://doi.org/10.5944/rdp.v36i131.45075

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