Un metaanálisis publicado en Nature Human Behaviour revela que el uso cotidiano de tecnología en adultos mayores se asocia con mejor salud cognitiva.
En una era marcada por el avance tecnológico acelerado y el envejecimiento global de la población, la pregunta sobre si la tecnología deteriora el cerebro o lo fortalece cobra especial relevancia. El estudio de Benge y Scullin desmiente la idea de que el uso de dispositivos digitales genera “demencia digital” y sugiere que puede tener un efecto protector sobre la cognición.
Tecnología: ¿Amenaza o aliada?
La llamada hipótesis de la demencia digital sostiene que depender de GPS, agendas electrónicas y buscadores como Google podría atrofiar funciones como la memoria, la atención o la planificación. Esta idea, aunque difundida, parece carecer de respaldo empírico sólido. Frente a esta hipótesis, la hipótesis de la reserva tecnológica propone que el uso habitual de tecnología puede promover el uso de actividades mentales complejas que fortalecen el cerebro y lo protegen frente al deterioro cognitivo asociado a la edad.

Para poner a prueba ambas perspectivas, los autores analizaron, de manera sistemática, 136 estudios observacionales y de cohorte, de los cuales 57 fueron incluidos en un metaanálisis cuantitativo. En total, se recopiló información sobre más de 411.000 personas mayores de 50 años de diversas regiones del mundo.
Hallazgos principales.
Los resultados son claros y consistentes. El uso general de tecnologías digitales –como ordenadores, internet y smartphones– se asoció con una reducción del 58% en el riesgo de deterioro cognitivo (odds ratio de 0,42) y con una disminución del ritmo de deterioro en el tiempo (hazard ratio de 0,74).
Estos efectos se mantuvieron estables incluso al controlar variables como edad, género, educación, nivel socioeconómico, salud física, estilo de vida y apoyo social. Además, se observan tanto en estudios transversales como longitudinales, y en personas de edad avanzada y mediana edad.
Uso de herramientas digitales, una opción de estimulación cognitiva.
Este artículo tiene una enorme relevancia para la psicología, especialmente en áreas como la neuropsicología del envejecimiento, la psicogerontología y la intervención cognitiva. Desafía un prejuicio ampliamente difundido –el temor a que la tecnología “atrofie” el cerebro– y ofrece evidencia empírica de que el uso cotidiano de herramientas digitales puede integrarse como una forma de estimulación cognitiva efectiva.
Asimismo, impulsa nuevas líneas de investigación psicológica al proponer un modelo bidireccional: por un lado, las personas con mejor función cognitiva tienden a adoptar el uso de tecnología con más facilidad, y, por otro, usar tecnología puede facilitar procesos mentales que ayudan a preservar la cognición. En psicología, esta interacción dinámica entre factores de protección y capacidad cognitiva resulta fundamental para entender un buen envejecimiento.
Tres caminos hacia la “reserva tecnológica”.
Los autores del estudio identifican tres posibles mecanismos a través de los cuales la tecnología podría estar protegiendo la cognición:
1. Estimulación cognitiva compleja.
Usar dispositivos digitales implica más que apretar botones: demanda atención, resolución de problemas, memoria de trabajo, actualización constante de habilidades y flexibilidad mental. Estas demandas pueden estimular el cerebro más intensamente que algunas actividades analógicas tradicionales, como leer o hacer crucigramas.
2. Conexión social.
La tecnología digital ha permitido a muchas personas mayores mantener el contacto con familiares y amigos a través de videollamadas, redes sociales o mensajería instantánea. Varios estudios han demostrado que la conexión social es un factor protector frente a la demencia, mientras que el aislamiento se asocia a mayor deterioro.
3. Comportamientos compensatorios.
Funciones como recordatorios digitales, agendas electrónicas y navegadores ayudan a las personas a compensar algunas limitaciones en la memoria o la atención, manteniendo su autonomía e independencia. Este fenómeno ha sido denominado «andamiaje digital» y podría incluso retrasar el avance hacia un diagnóstico clínico de demencia.
Ni todo es brillo, no todo es riesgo: el papel de la moderación.
Pese a los beneficios observados, los autores advierten de que no todo el uso de tecnología es automáticamente positivo. Un estudio incluido en el metaanálisis encontró una relación en forma de U, en la cual el uso moderado de internet se asociaba con mejores resultados cognitivos, mientras que un uso excesivo no mostraba beneficios significativos. También señalan riesgos como el aislamiento digital, la exposición a la desinformación o los fraudes en línea, que pueden afectar especialmente a las personas mayores.
Limitaciones y retos.
Aunque el estudio cuenta con una muestra amplia y análisis rigurosos, los propios autores reconocen algunas limitaciones. Entre ellos, señalan que la mayoría de los estudios provienen de países con niveles de ingresos medios o altos, lo que limita la generalización a contextos con menor acceso tecnológico. Además, señalan, muchos estudios utilizaron mediciones retrospectivas, lo que impide establecer causalidad directa.

En el futuro debería explorarse cómo influyen factores como el tipo de tecnología utilizada, la intensidad del uso, y las diferencias individuales en la capacidad de aprendizaje digital. También sería clave investigar si estos efectos positivos se mantienen en generaciones más jóvenes que han crecido con tecnología desde la infancia.
Conclusión: la mente digital envejece mejor.
El estudio publicado en Nature Human Behaviour ofrece una visión esperanzadora: el cerebro no solo se adapta a la tecnología, sino que puede fortalecerse con ella. En lugar de evitar el uso digital por temor al deterioro, este trabajo sugiere que promover el acceso y la alfabetización digital entre personas mayores puede ser una estrategia clave de salud pública para la prevención del deterioro cognitivo.
En tiempos donde la población envejece rápidamente, y donde la tecnología avanza sin pausa, la integración de ambas no es solo inevitable, sino que puede ser beneficiosa.
Fuente.
Benge, J. F., & Scullin, M. K. (2025). A meta-analysis of technology use and cognitive aging. Nature Human Behaviour. https://doi.org/10.1038/s41562-025-02159-9