Los trabajos de cuidados en España están precarizados e infravalorados, según un informe
04 Jul 2023

En nuestro país, el acceso a unos servicios de cuidados adecuados y a medidas para cuidadores no profesionales, como el asesoramiento, el apoyo psicológico o la sustitución temporal, suele ser escaso y desigual. Muchas personas cuidadoras no profesionales no reciben la formación adecuada en materia de cuidados a dependientes, lo que a veces genera sentimientos de sobrecarga o incluso problemas de salud mental (como el síndrome de agotamiento profesional) y física.

Así lo advierte un nuevo Documento de bases orientado a la mejora de los cuidados en nuestro país, elaborado por el Instituto de las Mujeres. Este informe se ha redactado sobre la base de múltiples aportaciones colaborativas realizadas en el marco de diversos foros, así como por parte del grupo de trabajo de la Mesa Asesora por los Cuidados, un espacio de intercambio de experiencias y conocimiento entre profesionales expertos/as en el ámbito, y que ha contado con la participación, entre otros, del Consejo General de la Psicología de España.

Los cuidados en España están precarizados e infravalorados
Foto: master1305. Fuente: freepik. Fecha: 01/07/23. Los cuidados en España están precarizados e infravalorados

Tal y como señala el documento, los cuidados “son aquellas actividades que permiten la regeneración del bienestar físico y emocional de las personas”, y constituyen “trabajos esenciales que sostienen la vida, y el sistema social y económico, con gran impacto en el bienestar de las personas cuidadas y cuidadoras”.

Los trabajos de cuidado, tanto remunerados como no remunerados, están infravalorados y precarizados

De acuerdo con sus autoras, algunas de las características de los cuidados en nuestro país son las siguientes: se realizan de forma reprivatizada (son una responsabilidad de lo privado-doméstico, no colectiva, donde se asumen de forma generalmente no remunerada (están familiarizados) o vía compra en el mercado privado (están mercantilizados); están feminizados: en un sentido simbólico (asociados a la construcción de la feminidad) y material (reparto desigual) y son una causa fundamental de las desigualdades laborales que viven las mujeres; están invisibilizados, por una combinación de carencias más o menos agudas (conceptos y datos para visualizarlos; compensación monetaria o en clave de derechos; regulación de las condiciones laborales y las cualificaciones profesionales; reivindicaciones políticas…).

Dado lo anterior, advierten de que estos trabajos, tanto remunerados como no remunerados, a pesar de que son esenciales para el bienestar colectivo de nuestras sociedades, están caracterizados por la infravaloración y la alta precariedad.

A este respecto, el documento indica que los cuidados se organizan socialmente “alrededor de la división sexual del trabajo, que es también una división marcadamente racializada, por clase social y estatus migratorio”. De este modo, explica, la responsabilidad y asignación del trabajo de cuidados “recae desproporcionadamente en los hogares, y en particular en las mujeres”, normalmente no remunerado, o contratando mujeres, en gran medida de origen migrante y en situación de precariedad.

Es fundamental comprender y transformar los estereotipos sociales e imaginarios en torno a los cuidados

Con el fin de transformar la actual distribución y reconocimiento de los cuidados, el informe considera clave la comprensión y transformación de las normas sociales, estereotipos e imaginarios (por ej., los cuidados como responsabilidad innata de las mujeres) que mantienen las reglas y expectativas preexistentes en el reparto del trabajo de cuidados.

Teniendo en cuenta que estos imaginarios y creencias sobre el trabajo de cuidados se construyen socialmente, el documento indica que una estrategia de cambio cultural de este tipo, debe dirigirse a un público diverso: población en general, personas encargadas de la toma de decisiones políticas, diseño e implementación de políticas públicas; las profesionales que proveen de cuidados y cualquier persona en el seno de las organizaciones, en especial aquellas responsables de cultura organizacional.

Según se desprende de los datos, las mujeres participan en mayor porcentaje y dedican más tiempo al trabajo doméstico y de cuidados, un hecho que se hizo aún más evidente durante la pandemia. Las responsabilidades de cuidados que asumen ellas condicionan el tiempo que dedican al trabajo remunerado y su disponibilidad laboral, reduciendo a su vez, su tiempo de libre disposición personal. De hecho, acumulan una carga total de trabajo superior a los hombres y se encuentran en un permanente régimen de doble presencia. La mayor carga total de trabajo y la pobreza de tiempo suponen costes para la salud de las mujeres, tal y como se observó durante la pandemia y, especialmente, con la modalidad del teletrabajo.

Atendiendo a todo lo expuesto, el informe establece que el trabajo de las personas/mujeres cuidadoras debe ponerse en valor y, “por tanto, revalorizarse, y ello debe ir de la mano de un proceso de revalorización del cuidado como cambio de paradigma social y político”.

Es clave la conciliación corresponsable para cuidar en igualdad

A lo largo de sus páginas se aborda cómo acometer el cambio cultural necesario para afrontar un nuevo paradigma integrador de los derechos de cuidar y recibir cuidados en el marco de un sistema integral público. Para ello, manifiesta, “es preciso transmitir y enseñar valores de igualdad, diversidad, solidaridad y cuidado que calen individual y colectivamente creando un nuevo imaginario colectivo donde el cuidado sea un valor imprescindible”.

Asimismo, se analizan los usos del tiempo y la necesidad de implementar medidas de mejora en el ámbito laboral, para integrar en el futuro sistema estatal público de cuidados que se pretende desarrollar, haciendo así posible la conciliación corresponsable para cuidar en igualdad.

Con respecto a los cuidados en la infancia, en el contexto europeo, España se caracteriza por tener un menor impacto redistributivo de nuestro Estado del Bienestar y, en concreto, por un bajo nivel de inversión en políticas de apoyo a las familias con hijos e hijas.

El documento establece la importancia de cambiar el actual diseño de políticas de cuidado y educación infantil, apostando a su vez, por una intervención temprana en la cobertura de las necesidades de las niñas, niños y adolescentes, “que pasarían de ser meros objetos pasivos receptores de protección a ser reconocidos como sujetos activos de derechos”.

La crianza y el cuidado en la infancia suelen expulsar del mercado laboral a las mujeres

En el contexto actual, prácticamente todas las personas adultas de una familia trabajan, de modo que la crianza se convierte en una “lucha por el tiempo” que, en algunas situaciones, termina con la expulsión del mercado de trabajo de aquellas personas que tienen menos estabilidad laboral (normalmente la mujer).

Se da un paradigma en la conciliación, que sitúa a las mujeres “en la bisagra entre los servicios públicos, mercado laboral y cuidado de la red afectiva más cercana”. Esto refuerza una concepción de la ‘mujer que lo puede todo’, donde la crianza y cuidado quedan supeditados a las necesidades del mercado, a costa de una carga mental y emocional altísima (estrés, agotamiento, desánimo, agobio, ansiedad, culpa, falta de tiempo, sentirse desbordadas, etc.).

Ante esto, es esencial emprender medidas de reforma de los permisos por nacimiento y cuidado, y otras medidas de conciliación corresponsable de vida familiar y profesional (por ej., que los hombres participen en mayor medida en el cuidado y la educación infantil, que mujeres y hombres puedan participar en el mercado de trabajo en igualdad de condiciones, etc.).

Es esencial avanzar hacia una desfamiliarización y desinstitucionalización de los cuidados de larga duración

En relación con la discapacidad y las situaciones de dependencia, el informe aborda la coordinación e interdependencia del conjunto de servicios, prestaciones y políticas de usos del tiempo, que permiten materializar el derecho al cuidado en situaciones de enfermedad o discapacidad transitoria o permanente, durante el envejecimiento, el derecho a la vida independiente de las personas con diversidad funcional, así como también de las personas que tienen vínculos o responsabilidades de cuidados con personas en cualquiera de las situaciones anteriores.

Sus autoras consideran imprescindible avanzar hacia una “desfamiliarización” y desinstitucionalización progresiva y real de los cuidados de larga duración, “con una planificación realista, reforzando diversos recursos públicos desde una lógica de colaboración público-comunitaria, con servicios suficientes, adecuados, de calidad y de proximidad, adaptados a los distintos territorios”; en la misma línea, plantean promover una mayor y mejor coordinación de los recursos y prestaciones disponibles, mejorando la capacidad de adaptación de los mismos a los diferentes ciclos vitales de las personas que requieren cuidados de larga duración.

Por otro lado, se establece la necesidad de mejorar las condiciones de las personas que realizan los trabajos de cuidado, tanto los profesionalizados como los que se realizan por las personas de la familia.

Hay que brindar a los trabajadores formación y apoyo psicológico para afrontar los cuidados en la fase final de la vida

Centrándose especialmente en las condiciones laborales de las personas profesionales del cuidado, subraya la trascendencia de definir claramente las distintas categorías profesionales que constituyen los diversos ámbitos de los cuidados, en aras “de evitar una confusión en las demandas a las profesionales de cada sector, así como para impedir que el sector del empleo del hogar se convierte en un ‘cajón de sastre’ que incluya posibilidades profesionales enormemente variadas sin el reconocimiento de cualificaciones que corresponde”.

Entre las medidas recogidas en el documento, se encuentra la importancia de garantizar que las trabajadoras y trabajadores de cuidados de larga duración puedan tener una formación inicial y continua de alta calidad, accediendo a programas de desarrollo profesional continuo durante su vida profesional. De igual modo, insta a brindar a trabajadoras/es formación y apoyo psicológico para afrontar los cuidados a personas en la fase final de la vida y en situaciones de gestión de conductas que suponen un desafío, y a implementar medidas de apoyo a las personas cuidadoras no profesionales, familiares y allegadas, incluido apoyo psicológico para la preparación del final de la vida, pérdida de seres queridos y la fase posterior de duelo.

El documento se encuentra disponible en el centro de Documentación del Instituto de las Mujeres o bien directamente aquí:

Documento de Bases por los cuidados

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