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Las lesiones autoinfligidas o autolesiones no suicidas previas en adolescentes y adultos jóvenes se han clasificado como síntomas de otros trastornos, enmascarando su importancia clínica transdiagnóstica. Un reciente estudio titulado Self-inflicted injuries in adolescents and young adults: A longitudinal approach de Sánchez-Teruel, Robles-Bello y Camacho-Conde (2020) ha puesto de manifiesto el perfil sociodemográfico y clínico de esta subpoblación, mostrando predictores fiables (edad, género, trastorno de ansiedad y el acoso escolar) para las lesiones autoinfligidas repetidas en adolescentes y adultos jóvenes que han sufrido lesiones previas. Estas conductas forman parte, de forma indirecta, del suicidio, al promover la desensibilización al daño autoinfligido como conducta de escape a situaciones adversas, lo que puede producir en un futuro, tentativas de suicidio o lesiones suicidas más graves. En España, los últimos datos disponibles muestran que un total de 268 adolescentes y jóvenes (203 hombres y 65 mujeres) entre 15 y 29 años se ha suicidado (Instituto Nacional de Estadística-I.N.E., 2018). |
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El acoso escolar en la Unión Europea lo padecen alrededor de 24 millones de niños y jóvenes al año, es decir, 7 de cada 10 (Cross, Piggin, Douglas y Vonkaenel-Faltt, 2012). En los últimos diez años se observa un aumento de probabilidad de ideación suicida en adolescentes con victimización por acoso cibernético (Chang, Xing, Ho y Yip, 2019). El estudio de Sánchez-Teruel, Robles-Bello y Camacho-Conde (2020) ha demostrado que el acoso escolar es uno de los predictores más fuertes de lesiones autoinfligidas o autolesiones no suicidas en adolescentes y jóvenes, pero además este estudio muestra un peso predictivo importante en la repetición de autolesiones después de 12 meses. En opinión de estos autores, se deben implementar campañas para detectar el acoso escolar en una etapa temprana, para crear conciencia sobre la gravedad de sus consecuencias entre las comunidades escolares y universitarias, y para diseñar protocolos de intervención rápidos y efectivos, sobre todo porque estas acciones educativas básicas pueden salvar vidas. Un trastorno de ansiedad en adolescentes, puede ser un claro indicador de una mayor probabilidad de intentos de suicidio posteriores. Esto debe ser tenido en cuenta por los médicos y enfermeros cuando estos pacientes visitan repetidamente las salas de urgencias del hospital (Greger, 2019). La necesidad de un abordaje comprehensivo del suicidio desde una perspectiva amplia y multidisciplinar (incluida la atención de urgencia hospitalaria proporcionada por profesionales de la salud mental) difícilmente puede ser cuestionada. Además, la necesidad de controlar, a corto plazo, cualquier comportamiento suicida entre adolescentes de alto riesgo se ha convertido en una medida urgente. En España no existe un plan nacional de prevención del suicidio, y las escasas propuestas de actuación provienen de algunas Comunidades Autónomas. Los autores del estudio en España creen firmemente que existe una necesidad urgente de diseñar e implementar protocolos de atención sanitaria específicos para la prevención del suicidio, que (i) ayuden a los profesionales de la salud a realizar detecciones precoces, utilizando preguntas directas sobre la intención suicida, (ii) permitan la detección rápida de cualquier otro factor asociado con un mayor riesgo de suicidio y (iii) Promuevan una formación especializada para la prevención suicida a profesionales de la salud en subpoblaciones clínicas concretas. Esos protocolos podrían ser útiles para visibilizar un perfil de vulnerabilidad suicida enmascarado en esta población en riesgo. Sin embargo, el estudio Sánchez-Teruel, Robles-Bello, y Camacho-Conde (2020), ha mostrado que los adolescentes y adultos jóvenes que se autolesionan, después de recibir tratamiento de sus heridas corporales, son dados de alta, sin que se les ofrezca ninguna atención específica de salud mental, y mucho menos un tratamiento de seguimiento. Aquellas personas con antecedentes de autolesión conforman un grupo bien definido de alto riesgo de suicidio y necesitan tratamiento inmediato después de cada episodio. Los profesionales de la salud mental (psiquiatras y psicólogos) deben ser informados y formados, sobre los factores de riesgo para el comportamiento suicida posterior, después de cada lesión autoinfligida. Todos los servicios de urgencias que puedan estar en contacto con esas personas propensas a tener un comportamiento suicida necesitan contar con un plan de acción empíricamente validado y fiable in situ para asegurarse de que reciben el mejor tratamiento posible e inmediatamente después de cada intento de lesión autoinfligida Los protocolos de prevención del suicidio deben adaptarse a las características psicosociales de cada grupo de riesgo, y las acciones especializadas de alerta de salud pública para adolescentes y adultos jóvenes con un perfil asociado con un alto riesgo de suicidio, deben ser mejoradas en nuestro país, porque su salud mental importa para poder salvar vidas. El artículo completo puede encontrarse en Psicothema: Sánchez-Teruel, D., Robles-Bello, M. A., & Camacho-Conde, J. A. (2020). Self-inflicted injuries in adolescents and young adults: A longitudinal approach. Psicothema, 32(3), 322-328. | ||||
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