Una violencia persistente que sigue afectando a un elevado número de mujeres en España
17 Dic 2025

La violencia ejercida contra las mujeres en España continúa generando un profundo impacto en sus vidas, no solo por la gravedad y persistencia de las agresiones físicas, sexuales, psicológicas o de control, sino también por las importantes consecuencias psicológicas que estas comportan. Muchas mujeres viven estas experiencias de forma continuada a lo largo del tiempo, lo que se traduce en miedo, alteraciones del bienestar psicológico, síntomas de ansiedad y depresión, dificultades para afrontar la vida cotidiana, incremento del consumo de medicamentos y otras sustancias, pensamientos suicidas y secuelas que afectan de manera directa a su salud mental, a su seguridad percibida y a su estabilidad personal y social. Estos efectos ponen de relieve que la violencia no termina en el acto sufrido, sino que deja un rastro persistente de daño emocional y psicológico que condiciona profundamente la vida de las mujeres.

Así lo afirma la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género en su nueva «Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2024», un documento donde recoge la prevalencia, características y consecuencias de la violencia que sufren las mujeres de 16 o más años en nuestro país. El estudio se basa en una muestra probabilística diseñada por el Instituto Nacional de Estadística y abarca experiencias de violencia en la pareja —actual o pasada—, violencia física y sexual fuera de la pareja y diversas formas de acoso, incluyendo el acoso digital. El estudio no solo busca estimar prevalencias, sino también analizar la severidad de los episodios, la frecuencia, el perfil de los agresores, las consecuencias sobre la salud física y mental, así como los procesos de denuncia y búsqueda de ayuda formal e informal.

violencia mujeres
Fuente: freepik. Descarga: 10/12/25
Violencia en la pareja: prevalencias y formas de agresión.

Según indican los datos, el 9,2% de las mujeres residentes en España de 16 o más años ha sufrido violencia física ejercida por la pareja, a lo largo de su vida, lo que equivale a alrededor de dos millones de mujeres. Entre quienes tienen pareja en la actualidad, el 1,5% refiere haber sufrido este tipo de violencia, mientras que entre aquellas con parejas pasadas la prevalencia asciende al 14,5%.

Las agresiones más frecuentes incluyen empujones, tirones de pelo, bofetadas o golpes con objetos, aunque también se registran episodios graves como intentos de asfixia, palizas o amenazas con armas.

La violencia física se caracteriza además por su reiteración. El 75,9% de las mujeres que la han sufrido señalan que ocurrió en más de una ocasión, y en un alto porcentaje se prolongó durante años, con una duración superior a cinco en casi la mitad de los casos de violencia ejercida por la pareja actual y en el 40% de los episodios sufridos en relaciones pasadas.

La violencia sexual en la pareja también muestra una alta prevalencia: el 7,7% de las mujeres ha sufrido esta forma de agresión en algún momento de su vida, cifra que aumenta al 8,4% si se consideran únicamente aquellas que han tenido pareja. Dentro de estos episodios, el estudio distingue casos de violación, situaciones en que la mujer es coaccionada mediante amenazas, sujeción física o uso de la fuerza, así como relaciones sexuales no deseadas motivadas por miedo a represalias. La prevalencia de violación dentro de la pareja alcanza el 5,9% del total de mujeres de 16 o más años, una magnitud especialmente relevante dentro del marco de análisis de la violencia sexual.

La violencia psicológica —tanto emocional como de control— ocupa un espacio central en los datos ofrecidos por la Macroencuesta. La información recogida describe de manera detallada prácticas como insultos, humillaciones, intimidación, vigilancia, control del dinero, control de actividades cotidianas y aislamiento social. Estas formas de violencia, de carácter continuado, afectan de manera significativa al bienestar psicológico y a la salud mental, constituyendo un eje fundamental del análisis y del impacto acumulado de la violencia sobre la vida de las mujeres.

Violencia fuera de la pareja y acoso: un fenómeno extendido.

El informe amplía su foco para examinar la violencia física y sexual ejercida por personas distintas de la pareja. A este respecto, recoge experiencias de agresiones sufridas a lo largo de la vida, en los últimos años y durante la infancia. También examina con precisión las circunstancias de las agresiones, el vínculo con la persona agresora, la existencia o no de interacción previa —incluyendo en el entorno digital—, la denuncia, la búsqueda de ayuda y las consecuencias físicas y psicológicas de los episodios.

En relación con el acoso sexual, el 36,2% de las mujeres de 16 o más años lo han sufrido en algún momento de su vida (7,7 millones de mujeres), el 17,8% lo ha padecido en los últimos cuatro años y el 12,8% en los doce meses previos a la entrevista. Asimismo, el 16,2% declara haber vivido acoso sexual antes de los 15 años. El estudio examina también los actos específicos que conforman este tipo de violencia, la repetición de los episodios, la duración, el número de agresores y los contextos en los que se producen, incluyendo un apartado específico sobre acoso sexual facilitado por tecnologías digitales, que evidencia la evolución de este fenómeno en los últimos años.

En estos contextos, se describen con claridad las implicaciones emocionales y psicológicas que el acoso puede generar, así como las secuelas asociadas, que en muchos casos se entrelazan con la aparición de ansiedad, hipervigilancia, miedo persistente o malestar prolongado.

Impacto y consecuencia de la violencia de género en la salud mental.

Uno de los bloques más relevantes del informe, y de mayor trascendencia para la comprensión del impacto global de la violencia, se dedica a las consecuencias. Entre ellas, destacan las consecuencias psicológicas. El estudio identifica un amplio repertorio de reacciones emocionales y síntomas derivados de la exposición a episodios de violencia, tanto en la pareja como fuera de ella. Aunque los capítulos completos sobre consecuencias abarcan numerosos aspectos, se mencionan expresamente efectos como ansiedad, depresión, miedo, sentimiento de inseguridad y dificultades emocionales persistentes.

De acuerdo con los datos, las experiencias de violencia se vinculan con un deterioro notable en la salud mental. Muchas de las mujeres que han sufrido violencia declaran síntomas de mala salud frecuentes, problemas de sueño, tristeza persistente o falta de energía, lo que se refleja tanto en la percepción subjetiva de la salud como en el uso de recursos sanitarios en los meses previos a la entrevista.

Entre las consecuencias más graves se encuentra la aparición de pensamientos o intentos de suicidio. La encuesta documenta la relación entre las experiencias de violencia y la presencia de ideación suicida, subrayando su importancia como indicador de severidad del impacto psicológico y de la afectación profunda de la salud mental en contextos de violencia prolongada o especialmente traumática.

De igual modo, se señala el incremento en el consumo de medicamentos y sustancias como forma de afrontamiento. El documento detalla el uso de psicofármacos, tabaco, alcohol y otras drogas, analizando diferencias entre mujeres que han sufrido distintos tipos de violencia. Este consumo se interpreta como una respuesta a la angustia emocional, la ansiedad o la presión psicológica derivada de los episodios de violencia, subrayando la necesidad de una atención integral que contemple el sufrimiento psicológico de las víctimas.

Los datos cuantitativos permiten dimensionar con mayor precisión la magnitud de estas secuelas. Entre las mujeres que han sufrido violencia de la pareja, la pérdida de autoestima aparece como una de las consecuencias más frecuentes, afectando al 31,5% de quienes la padecen en la relación actual y al 58,3% de las que la han sufrido en relaciones pasadas, lo que equivale a más de 2,3 millones de mujeres en este último caso.

La ansiedad, junto con las fobias y los ataques de pánico, afecta al 18,6% de las mujeres que sufren violencia de la pareja actual y al 41,8% de quienes han atravesado violencia en parejas anteriores, mientras que la depresión se recoge en el 13,9% y el 32,4% de estos grupos, respectivamente. El impacto emocional se refleja también en sentimientos de desesperación o impotencia, presentes en el 30,8% de las mujeres que sufren violencia en la pareja actual y en el 43,2% de las víctimas en relaciones pasadas.

La violencia se asocia también con problemas de concentración y memoria, alteraciones del sueño o la alimentación, dolor recurrente y, en los casos más graves, pensamientos o intentos de suicidio, que afectan al 2,1% de las mujeres que sufren violencia de la pareja actual y al 8,2% de quienes han sufrido violencia de parejas previas, una cifra especialmente relevante atendiendo a su gravedad clínica.

Miedo, control y percepción de inseguridad: la dimensión psicológica de la violencia.

La Macroencuesta introduce un indicador específico denominado «miedo de la pareja», y que permite captar episodios de violencia que no quedan recogidos en los módulos de cribado habituales, constituyendo, además, una medida subjetiva de la severidad de la violencia sufrida. El 11,6% de las mujeres de 16 o más años ha sentido miedo en el ámbito de la pareja en algún momento de su vida, un indicador que se asocia a prevalencias notablemente superiores de todos los tipos de violencia.

El miedo funciona así como un marcador central de la experiencia violenta y de su impacto psicológico y emocional, contribuyendo a explicar por qué muchas mujeres tardan en denunciar o solicitar ayuda formal.

El estudio también examina la percepción de inseguridad, tanto en el hogar como en espacios públicos, y cómo esta se ve afectada tras episodios de violencia. En los apartados dedicados a la violencia fuera de la pareja, la encuesta recoge que muchas mujeres desarrollan actitudes de precaución extrema, evitación de lugares, personas o situaciones, lo que se relaciona con síntomas propios de la ansiedad y con secuelas psicológicas de tipo traumático.

Búsqueda de apoyo psicológico en mujeres que han sufrido violencia.

El recurso a la atención psicológica y psiquiátrica constituye otro indicador del impacto de la violencia sobre la salud mental de las mujeres. La Macroencuesta recoge que una parte significativa de quienes han sufrido violencia ha necesitado acudir, en los doce meses previos a la entrevista, a un psicólogo/a, psicoterapeuta o psiquiatra, reflejando la intensidad del malestar emocional asociado a estas experiencias.

En los casos de violencia sexual fuera de la pareja, el contacto con servicios de salud mental adquiere especial relevancia: el 18,3% de las mujeres que han sufrido violación acudió a atención psicológica y/o psiquiátrica, porcentaje que se sitúa en el 10,7% entre quienes han padecido intentos de violación y en el 5,9% en las víctimas de otras formas de violencia sexual. En términos globales, el 7,3% de todas las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja recibió atención psicológica en el último año, lo que supone más de 220.000 mujeres. La encuesta analiza también la valoración de estos servicios, destacando un nivel elevado de satisfacción entre quienes han recibido apoyo profesional psicológico y/o psiquiátrico, un dato que subraya la importancia de este recurso especializado en los procesos de recuperación emocional.

Denuncia y búsqueda de ayuda formal e informal.

El proceso de denuncia constituye otro eje fundamental del informe. La encuesta muestra que no todas las mujeres que sufren violencia deciden denunciar, y que muchas optan por revelar su experiencia solo a personas de confianza. Entre los motivos para no denunciar aparecen el miedo, la desconfianza en el sistema, el deseo de proteger a hijos e hijas o la percepción de que la violencia no será tomada en serio. De forma complementaria, el informe recoge la satisfacción con la atención policial y con los servicios de ayuda formal, así como la relevancia del apoyo del entorno para motivar la búsqueda de protección y asistencia. Las dimensiones psicológicas vinculadas al miedo, la culpa, la vergüenza y la presión emocional aparecen en este contexto como factores determinantes en la toma de decisiones.

Impacto social y necesidad de intervención integral.

La amplitud y profundidad de la Macroencuesta permiten concluir que la violencia contra las mujeres es un fenómeno persistente, complejo y multidimensional que afecta no solo a la integridad física, sino también al bienestar emocional y psicológico, a la autonomía, a la percepción del mundo y a la salud mental de las víctimas. Los datos evidencian que las formas de violencia se superponen con frecuencia: la violencia física suele coexistir con violencia psicológica, violencia de control y violencia sexual, generando un impacto acumulativo y severo.

El documento insiste en que la prevalencia revelada depende en gran medida de la capacidad de las mujeres para expresar sus experiencias en contextos de seguridad y privacidad. La introducción destaca que la modalidad de respuesta influye de forma significativa en la revelación de violencia: las mujeres que contestan por vía telemática (CAWI) declaran porcentajes de violencia notablemente superiores a aquellas que responden mediante entrevista presencial, un aspecto que pone de relieve la importancia de crear entornos seguros para que las mujeres puedan comunicar experiencias extremadamente dolorosas y con fuertes implicaciones psicológicas.


Se puede acceder al informe completo desde la página web de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, o bien directamente aquí.

Noticias Relacionadas

Noticias

PSICOLOGÍA EN RED


LOS COLEGIOS HABLAN

MÁS NOTICIAS

Noticias Relacionadas

Noticias