Los casos de conducta suicida entre menores han aumentado exponencialmente en los últimos años-nuevo informe de la Fundación ANAR

5 Dic 2022

Entre 2019 y 2022, sólo el 44% de los niños/as o adolescentes con conducta suicida ha recibido tratamiento psicológico. La posible dilatación en el tiempo para acudir a un psicólogo/a del sistema sanitario público, por las listas de espera de la Seguridad Social, hace que algunas familias se planteen la opción de acudir a tratamiento psicológico de forma privada, posibilidad que no está al alcance de todos/as por el coste económico que supone.

Así lo advierte la Fundación ANAR en su último informe sobre Conducta suicida y salud mental, en la Infancia y Adolescencia en España según su propio testimonio, un documento a través del cual se pretende concienciar a la sociedad sobre el grave problema de la conducta suicida en la infancia y la adolescencia, con el fin de optimizar su prevención y detección, y contribuir a visibilizar un fenómeno que, a menudo, pasa desapercibido y que, en los últimos años, ha aumentado de forma alarmante.

Foto: Pixabay Fuente: pexels Fecha descarga: 02/12/2022

El informe es fruto de un estudio longitudinal (años 2012-2022), mediante el cual se ha analizado de forma descriptiva y evolutiva la conducta suicida de niños/as y adolescentes con la finalidad de identificar los problemas de salud mental asociados, conocer el perfil de los y las menores con esta conducta poniendo principal atención en los colectivos vulnerables, analizar la implicación de las tecnologías en la conducta suicida y detectar los factores de riesgo y protección de estos comportamientos.

Para tal fin, se ha contado con datos relativos a un total de 589.255 llamadas recibidas en la Fundación por parte de niños/as, adolescentes y adultos/as de su entorno, todas relacionadas con la conducta suicida (ideación o intento). Tal y como indica el informe, del total de llamadas, 19.242 han requerido de orientación especial por parte de un/a profesional, consultas que han experimentado una tasa de crecimiento, multiplicándose por 13,7. El número de casos con conducta suicida asciende a 9.637.

Como bien señala ANAR en su informe, la conducta suicida es un fenómeno invisibilizado y estigmatizado, que ha aumentado exponencialmente en los últimos años.

Tal y como señala ANAR en su informe, la conducta suicida podría definirse «como un continuo que va desde aspectos cognitivos como la ideación suicida, hasta los conductuales, como el intento de suicidio o el suicidio consumado». Si bien los pensamientos suicidas no siempre conducen a la conducta suicida, sí constituyen un factor de riesgo para esta última.

El suicidio es un fenómeno causado por múltiples interacciones complejas entre las características de las personas, sus experiencias de vida y el contexto social, económico y cultural en el que vive. Según alerta el informe, este grave problema ha experimentado un acentuado crecimiento en el periodo 2012-2022, principalmente, en el periodo post-COVID-19 (ente 2020 y 2022).

A este respecto, la situación de crisis sanitaria derivada de la pandemia ha supuesto una ampliación de los riesgos psicológicos y sociales (aislamiento, maltrato intrafamiliar, hacinamiento, abuso de las tecnologías, barreras asistenciales a la salud mental, pobreza) que influyen en las conductas suicidas de niños/as o adolescentes. Las cifras de ANAR revelan que, entre 2012 y 2022, los casos atendidos por ideación suicida se han multiplicado por 23,7 y los intentos de suicidio por 25,9.

Este incremento viene avalado por organismos como la OMS -cuyos datos muestran que el suicidio fue en 2019 la cuarta causa de muerte entre 15 y 29 años en el mundo (167.917 suicidios,10.196 en niños menores de 15 años y 157.751 en jóvenes entre 15 y 29 años), produciéndose entre 2015 y 2019 un ligero incremento entre los varones menores de 15 años-, o el Instituto Nacional de Estadística (INE) -que evidencia un crecimiento del 3,3% en los suicidios entre menores de 29 años en España entre 2015 y 2020, especialmente entre los/as menores de 15 años-. De forma específica, en el año 2020 se registró un total de 314 suicidios, 14 de niños/as menores de 15 años y 300 de jóvenes entre 15 y 19 años.

La Fundación ANAR manifiesta que, aunque durante la realización de su estudio, no contaba con datos del INE correspondientes a 2021, atendió durante ese año, a 748 casos de menores de edad, que en el momento de la llamada estaban intentado terminar con su vida, evitando así que se incrementara sustancialmente el porcentaje de suicidios en estos colectivos.

De 2017 a 2020, pudo ayudar a 2.736 niños/as o adolescentes con conducta suicida (ideación e intento), de los/as cuales, 930 ya habían iniciado la autolisis suicida cuando se pusieron en contacto con la Fundación, evitando así que se incrementara significativamente el porcentaje de suicidios consumados en estos colectivos.

Las tasas son sistemáticamente más altas en los varones que en las mujeres. No obstante, en 2017 y 2020 se aproximan las tasas entre ambos géneros, situándose las de las niñas menores de 15 años ligeramente por encima de las de niños de este grupo de edad. Un dato a destacar es que la población de niños/as o adolescentes extranjeros/as, independientemente del año y género, presenta tasas de suicidio más altas que las de los españoles/as.

Niños/as o adolescentes pertenecientes a colectivos vulnerables, como tener menos de 10 años, poseer alguna discapacidad, provenir de familias migrantes o formar parte del colectivo LGTBI, aumentan su riesgo de intento o ideación suicida por encontrarse más expuestos a discriminaciones y exclusiones.

De las llamadas recibidas por ANAR, han aumentado aquellas que realizan directamente los niños/as o adolescentes más que las de adultos/as. De igual modo se han incrementado las llamadas de “no familiares”, tales como un “amigo/a o conocido/a” (45,3%) o un profesional de la comunidad educativa (43,8%). De acuerdo con ANAR, cuando la consulta la realiza una persona adulta por un/a menor de edad frecuentemente es un familiar (84,9%), normalmente la madre (71,2%), lo que «permite concluir que siguen siendo las mujeres las que en mayor medida piden ayuda y realizan las tareas de cuidado y protección de los menores de edad a su cargo».

Las consultas por conducta suicida son realizadas fundamentalmente por mujeres o respecto a mujeres (71,3%). Los varones se suicidan más y solicitan ayuda en menor medida que las mujeres. Para ANAR, «el mayor número de casos de varones que consuman el suicidio frente al mayor número de consultas realizadas por mujeres o respecto a mujeres lleva a hipotetizar que existen diferencias culturales entre ambos géneros al afrontar situaciones que generan altos niveles de malestar o estrés«.

Con respecto a la edad media de los niños/as o adolescentes con conducta suicida, se observa que es de 15 años, 14 en aquellos/as casos que presentan sólo ideación suicida. La mayor proporción de menores de edad con conducta suicida se sitúa en el intervalo de edad de 13 a 17 años, aumentando las conductas suicidas de este grupo de edad en los últimos 4 años.

Se detecta que la conducta suicida se da en mayor medida en alumnos/as de Educación Secundaria (62,6%). Tanto en educación primaria como en secundaria, el nivel mostrado por los niños/as o adolescentes con conducta suicida es “bajo” (56,1% rendimiento y 66,7% satisfacción escolar). Sin embargo, la Fundación destaca que entre los/as menores de 10 años, el nivel de rendimiento y satisfacción escolar es “alto”. La mayor gravedad de los casos atendidos por conducta suicida, tras la pandemia COVID-2019, repercute en unos peores resultados académicos y de satisfacción escolar.

Según el informe, las ideaciones e intentos de suicidio de los niños/as o adolescentes con frecuencia surgen a partir de las malas relaciones intrafamiliares o falta de apoyo por parte del núcleo familiar ante situaciones de dificultad. Estas malas relaciones se manifiestan en forma de discusiones con los y las menores, con quienes «los progenitores/as descargan su tensión, estrés del día a día o bien discusiones con las que no se sienten comprendidos y terminan en insultos, sollozos, lamentos provocándoles sentimientos de culpabilidad e infravaloración». La reacción de los niños/as o adolescentes ante las discusiones es con agresividad (golpeando a quienes les agrede o retirándose y no contestando a la agresión para evitar una agresión más intensa). Otra importante fuente de sufrimiento es la violencia de género en la familia, «que puede llevarlos/as a intentar evitar el malestar con ideas e intentos de suicidio».

Los problemas detectados en más de dos tercios de las consultas por conducta suicida tienen una duración superior al año (68,4%) y se produce con una frecuencia diaria (70,2%). La gravedad y urgencia de los casos con conducta suicida es “alta” (gravedad: 86,2%; urgencia: 72,6%), registrándose en ambas un crecimiento a lo largo de los últimos cuatro años.
Esta situación de ideación persistente y prolongada en el tiempo «podría incrementar la probabilidad de terminar en un intento de suicidio o peor, en un suicidio consumado».

En el periodo 2019-2022, los problemas relacionados con la conducta suicida que más destacan son la violencia contra un niño/a o adolescente (60,9%) y la Salud mental (27,4%). Mientras que los casos de conducta suicida asociados a la violencia contra un o una menor han seguido una tendencia decreciente, no ha pasado igual con los problemas de Salud mental, que han ido aumentando en los últimos años, siendo aún mayor tras la pandemia y que aún hoy día se mantiene. Esta crisis sociosanitaria «ha tenido un impacto importante en la población infantil y adolescente a causa del gran estrés que ha ocasionado a nivel general, contribuyendo a visibilizar los problemas de salud mental».

Entre todas las violencias, ANAR señala como las más frecuentes las siguientes: dificultades en el ámbito escolar, acoso y ciberbullying (21,4%) (el acoso escolar es el problema que más predomina en los casos de ideación o intento de suicidio), Maltrato físico (14,7%), Maltrato psicológico (10,4%), Agresión sexual (7,2%) (especialmente por alguien cercano a la víctima: padre, padrastro, tío, hermanastro, etc., siendo, la mayoría de las víctimas, mujeres adolescentes) y Violencia de género (3%) (producida en el entorno puede tener un efecto traumático en los menores de edad, generándoles miedo, terror, desamparo, impotencia, etc., motivándoles a pensar en el suicidio como una forma de escape).

En lo referente a la salud mental, el informe pone de relieve tres grandes problemas relacionados con la conducta suicida: Autolesiones (13,7%), como uno de los principales predictores: «cuando el/la adolescente se siente superado/a por las circunstancias que está padeciendo y se ve sin recursos para poder afrontarlas, se siente amenazado y recurre, de forma impulsiva, al pensamiento suicida como una búsqueda irracional de solución»Problemas psicológicos (8,7%), entre los que destacan: tristeza/depresión (25,5%), ansiedad (24,7%) y trastornos de la alimentación (12,7%). Problemas de conducta (4,4%), que derivan en un problema de gestión emocional y control de impulsos, mostrándose hacia fuera con agresividad hacia los demás o hacia dentro con agresividad y violencia hacia sí mismos, como conducta suicida.

Con relación al tratamiento psicológico, sólo el 44% de los niños/as o adolescentes con conducta suicida, ha recibido tratamiento psicológico entre 2019 y 2022. Sin embargo, a partir del año 2021, el informe resalta una tendencia creciente de casos que han requerido un tratamiento psicológico.

En este sentido, la opinión de los niños/as, adolescentes y sus familias sobre la intervención psicológica es destacable: no todos valoran positivamente este tratamiento. Se demanda que los/as profesionales de la psicología/psiquiatría tengan mayor empatía, capacidad de escucha y valoración de lo que se les está transmitiendo.

Las dilatadas listas de espera del Sistema sanitario público para recibir atención psicológica y el elevado coste de este tratamiento, en la sanidad privada, dificultan que puedan recibir este tipo de atención cuando realmente se necesita y, por tanto, la posibilidad de prevención de que la ideación derive en intento de suicidio y el intento en suicidio consumado. Ante esta situación, se intenta suplir la atención psicológica prescribiendo fármacos que pueden pasar a ser un riesgo más que una solución.

Las nuevas tecnologías son un factor a considerar, al haber aumentado, en los últimos 4 años, su implicación en los intentos de suicidio. Estas herramientas son utilizadas para generar situaciones de malestar y violencia (sextorsión, grooming, ciberacoso), como medio para obtener información sobre métodos para llevar a cabo el suicidio (lo cual propicia el efecto Werther -de contagio e imitación-), o para reducir el malestar que le generan los pensamientos de intento de suicidio, mediante publicaciones en redes sociales.

Como manifiesta el informe de ANAR, resulta fundamental la detección precoz de los casos de niños/as o adolescentes con conducta suicida, de cara a actuar con la mayor celeridad posible, reduciendo cuanto antes el daño. Para tal fin, considera esencial:una buena coordinación y derivación entre centros escolares, centros sanitarios y servicios sociales; la mejora de la formación de los/las profesionales que trabajan con niños/as o adolescentes y sus familias; dotar de personal suficiente y preparado a los servicios públicos; llevar a cabo un tratamiento psicológico especializado con la frecuencia, inmediatez y duración adecuada al tratarse de menores de edad; brindar información actualizada de los servicios y recursos disponibles para que los niños/as y adolescentes y sus familias puedan solicitar apoyo y ayuda.

Teniendo en cuenta que la forma de comunicar sobre el suicidio puede ayudar a prevenirlo o elevar el riesgo de provocar el efecto imitación/contagio, ANAR subraya la importancia de que los medios de comunicación tengan especial cuidado a la hora de tratar las noticias sobre este tema, respetando las recomendaciones que recoge la OMS al respecto.

Dado todo lo anterior, el informe una serie de recomendaciones, entre ellas, las siguientes:

  • La necesidad de desarrollar campañas de sensibilización sobre los mitos y sesgos existentes sobre el suicidio que inciden en que el fenómeno se convierta en tabú y las familias no soliciten ayuda a tiempo. En definitiva, realizar campañas de alfabetización en salud mental y conducta suicida contra el estigma.

  • Detectar y comprender las señales previas a las conductas suicidas en los niños/as o adolescentes es de gran relevancia para poder realizar las acciones preventivas necesarias que limiten estas conductas. En este sentido, es muy importante la atención de los/as miembros de la familia, amigos/as y del personal educativo que han de estar pendientes de posibles señales (aislamiento, agresividad física o psicológica, trastornos en la alimentación, tristeza, pensamientos negativos, interés por la muerte, etc.), y apoyar al menor de edad en estas situaciones sin descuidar ni desacreditar sus problemas y sentimientos.

    Deben tenerse muy en cuenta todas las amenazas o intentos de suicidio. Es esencial no minimizar el riesgo, porque los niños/as y adolescentes que amenazan con suicidarse, con frecuencia, están pidiendo ayuda y apoyo, y, el suicidio es un fenómeno previsible, de modo que, conocer las señales puede facilitar la detección y atención precoz del problema.

  • Es fundamental una detección y atención precoz tanto desde el ámbito educativo como desde el sanitario.

    Se recomienda desarrollar una estrategia de prevención, que se aborde desde distintas disciplinas, orientada a: reducir los factores de riesgo y potenciar los factores de protección; informar adecuadamente sobre los recursos y servicios de ayuda disponibles; sensibilizar a la sociedad acerca de la necesidad de dar apoyo social; dotar a las personas de los recursos necesarios para mejorar su acceso a los servicios sanitarios en situaciones de crisis; acabar con el estigma asociado a la conducta suicida; concienciar sobre los riesgos de los fármacos como medio para llevar a cabo el suicidio; fomentar las habilidades socioemocionales de los/as adolescentes, etc. A nivel estatal, la prevención de este fenómeno requiere de un Plan Nacional de Prevención del Suicidio que se lleve a cabo de manera efectiva, dotándolo de los recursos necesarios.

  • Una mejor coordinación y enfoque multidisciplinar entre recursos escolares, sanitarios y sociales, promoviendo un trabajo coordinado con todos los colectivos implicados (psicólogos/as, médicos/as, pediatras, psiquiatras, enfermeros/as, docentes, trabajadores/as sociales, familiares y los propios usuarios/as).

  • La prevención primaria debe llevarse a cabo desde la propia familia, siendo clave el apoyo a las familias en esta tarea. En este sentido, es preciso desarrollar programas de promoción de la parentalidad positiva basados en el desarrollo de apegos y vínculos seguros, y formar a los padres y madres en habilidades parentales de crianza segura y creación de sentido de pertenencia. Afianzar los vínculos familiares del niño/a y adolescentes redundará en una minimización de los sentimientos de soledad ante las dificultades que también se ha visto, en las consultas realizadas a ANAR, que son un motivo de conducta suicida.

  • Formar en materia de conducta suicida a niños/as y adolescentes, familias, profesionales que trabajan con la infancia y adolescencia, medios de comunicación y la sociedad en general.

  • Atender de forma específica a los perfiles más vulnerables (tales como, familias migrantes, LGTBI, menores de 10 años, personas con discapacidad) y que se adopten medidas concretas para ellos, con el fin de reducir los riesgos existentes.

  • Mayor implicación del sistema educativo para desarrollar competencias emocionales (ya que el centro escolar, además del centro de salud, es un observatorio privilegiado), promoviendo los factores de protección necesarios para prevenir la conducta suicida entre los y las menores de edad: educación en los centros educativos para que los niños/as y adolescentes desarrollen habilidades para gestionar adecuadamente emociones, resolver conflictos, autoestima, asertividad, habilidades prosociales como la empatía y el respeto.

  • Dotar de más recursos especializados y profesionales destinados/as a atender temáticas sensibles que suponen un riesgo para la salud de niños/as y adolescentes (suicidio, autolesiones, agresiones sexuales, adicciones a tecnologías), para que no exista tanta demora en la atención, e implementar mejoras en los recursos públicos de atención psicológica, tales como, reducir las listas de espera y el espacio de tiempo entre consultas de atención psicológica, fomentar la terapia psicológica frente a la prescripción farmacológica, estabilizar y mejorar las líneas de bajo coste de atención psicológica y crear la figura del psicólogo/a especialista en infancia y adolescencia.

El informe incluye también una serie de pautas para ayudar a detectar señales de riesgo de ideación suicida en adolescentes, consejos dirigidos a familiares para prevenir una ideación o conducta suicida -entre los que destaca la importancia de buscar ayuda psicológica-, así como recomendaciones para adolescentes y profesionales.

Se puede acceder al informe completo desde la página Web de la Fundación ANAR o bien directamente aquí:

Conducta suicida y salud mental, en la Infancia y Adolescencia en España según su propio testimonio

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