¿Qué factores influyen en el desarrollo de duelo complicado después de una pérdida perinatal?

La pérdida de un hijo se reconoce como una experiencia vital muy difícil, que a menudo puede causar reacciones de duelo complicadas que pueden poner en peligro el bienestar psicológico y físico de los padres, así como la relación de pareja. Esta es una de las conclusiones de un artículo publicado en la revista Dialogues in clinical neuroscience.

Según se expone en el texto, los estudios muestran que la prevalencia de duelo complicado es más alta en los casos de pérdida perinatal frente a otros tipos de duelo. La pérdida perinatal, entendida como la muerte de un bebé debido a aborto espontáneo, muerte durante el proceso de embarazo o muerte neonatal, es, además, un suceso relativamente común.

Asimismo, el creciente desarrollo de los diagnósticos prenatales ha aumentado el diagnóstico de anomalías fetales, con los correspondientes aumentos de las tasas de interrupción del embarazo. Así, según se cita en el artículo, un estudio europeo reveló tasas medias de interrupción del embarazo del 88% para el síndrome de Down. En estos casos, y aunque los padres no hayan establecido una relación con su bebé, el duelo tras la pérdida del embarazo es igual de doloroso que el duelo por muerte neonatal, señalan los autores.

El artículo revisa una serie de variables que predicen las reacciones de duelo complicado después de una pérdida perinatal. La falta de apoyo social, en particular de familiares y amigos, se asocia con reacciones más intensas de duelo. Además, se ha demostrado que un alto nivel de apoyo emocional percibido por los padres está consistentemente relacionado con puntuaciones más bajas de duelo, junto a la pertenencia a una comunidad religiosa.

Otros factores, como la personalidad de los padres y su sistema de creencias, también influyen en la experiencia de duelo complicado. Por ejemplo, un estilo de personalidad neurótico, la presencia de actitudes ambivalentes hacia el embarazo y la pérdida de un embarazo no planificado, se han asociado a reacciones de duelo más intensas.

Los resultados muestran también que la inversión emocional en el embarazo, es decir, haber pensado en un nombre o haber comprado cosas para el bebé, se relaciona con un mayor nivel de anhelo relacionado con la pérdida del bebé, mientras que otras variables como la edad de la madre, el estado civil o el estado ocupacional no muestran relaciones significativas con la experiencia de duelo.

Los autores señalan que la presencia de duelo complicado es más probable si los padres han tenido que tomar la decisión de la interrupción de un embarazo tras el diagnóstico de una anomalía fetal. Se trata de una decisión muy difícil, en la que se tienen en cuenta factores como el pronóstico y el bienestar futuro del niño/a, así como las consecuencias para la familia y el matrimonio. Los autores subrayan que la pérdida de un bebé por malformación fetal o alteraciones cromosómicas graves puede tener un impacto psicológico elevado en los padres, relacionándose con trastorno de estrés postraumático y reacciones de duelo complicadas.

En relación con las diferencias de género, aunque tanto los padres como las madres experimentan duelo tras una pérdida perinatal, los padres tienden a vivir el duelo con menor intensidad y durante periodos más cortos, y los mecanismos de afrontamiento pueden diferir, lo que puede dar lugar a malentendidos y conflictos en la relación, según se indica en el artículo. De esta manera, los procesos de duelo desiguales o no congruentes entre los miembros de la pareja pueden suponer un riesgo para la relación.

El texto señala que, aunque se reconoce ampliamente que la pérdida perinatal puede llevar a problemas de salud mental y al duelo complicado, solo una pequeña cantidad de mujeres que han experimentado un aborto espontáneo reciben seguimiento psicológico rutinario. Las intervenciones suelen tener como objetivo aliviar los síntomas depresivos. Sin embargo, apenas hay programas disponibles para prevenir el desarrollo del duelo complicado. Si se ofrece alguna intervención, generalmente comienza temprano, a menudo inmediatamente después de la pérdida, cuando el paciente aún está bajo observación hospitalaria. Normalmente, la atención psicológica posterior suele llevarse a cabo a través de programas de asesoramiento, frente al uso de intervenciones protocolizadas con apoyo empírico.

Los autores señalan que se necesitan más investigaciones de buena calidad metodológica, puesto que, aunque existe evidencia de que las intervenciones sobre duelo perinatal son eficaces, los resultados no son concluyentes. Los resultados preliminares parecen apuntar que las intervenciones de duelo son más efectivas si se dirigen a grupos de alto riesgo o a aquellos cuyo proceso de duelo ya se ha complicado, mientras que las intervenciones dirigidas únicamente a prevenir el duelo parecen tener un apoyo inconsistente. Asimismo, la terapia cognitivo-conductual ha mostrado mejores resultados.

En conclusión, los autores enfatizan que la pérdida perinatal de un bebé puede tener un gran impacto en las madres, padres y la relación de pareja. Aunque no todas las participantes en los estudios evaluados sufren duelo complicado a largo plazo, todavía hay un número significativo de mujeres que presentan duelo años después de la pérdida. Se ha encontrado que el duelo patológico es particularmente alto en mujeres después de la terminación de un embarazo atópico. Los estudios también han documentado las diferencias en los estilos de afrontamiento de mujeres y hombres, y han destacado cómo esto puede llevar a un declive en la calidad de una relación. Teniendo en cuenta estos datos, los autores sugieren que los programas de intervención tengan en cuenta a las parejas masculinas, incluyéndolas en el programa de tratamiento y asegurando un diálogo continuo entre los padres en duelo.

Fuente:

Kersting, A., & Wagner, B. (2022). Complicated grief after perinatal loss. Dialogues in clinical neuroscience