Para hablarnos en profundidad de esta estrategia educativa, Infocop Online ha querido entrevistar a su autor, el psicólogo clínico y educativo Andrés González Bellido, Catedrático de Psicología y Pedagogía y vicepresidente de la sección de Psicología de la Educación del COP Catalunya, quien abordará el tema del acoso escolar desde su experiencia como orientador en un centro educativo, y nos explicará en detalle la creación y desarrollo de su Programa de prevención e intervención en el acoso escolar.
ENTREVISTA
A modo de introducción, ¿cuando hablamos de bullying, a qué nos estamos refiriendo? ¿Cuál es su incidencia en las escuelas?
Sin ánimo de hacer una definición, el acoso escolar, conocido también con el anglicismo bullying, es una forma de violencia entre iguales de forma reiterada y sistemática, sobre una misma persona, que hace daño (victimización) y está hecha con la intención de hacer daño. Abarca cinco grandes apartado: Excusión social, agresiones verbales, físicas, amenazas, y las de carácter sexual, e incluye los tres ámbitos de la violencia, el emocional, físico y psicológico. Esta violencia que sufren los niños, las niñas y adolescentes en el mundo educativo, tiene repercusiones negativas, a veces traumáticas, en su bienestar, su desarrollo y en el ejercicio de sus derechos.
En cuanto a la prevalencia, existen diferentes estadísticas, pero si tomamos como referencia orientativa la del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa (ISEI-IVEI) en su último informe ejecutivo publicado en noviembre de 2012 sobre el maltrato entre iguales, podemos concretar que en secundaria está en torno al 14% y en primaria sobre el 20%, que la población diana en primaria corresponde a los cursos tercero y cuarto, y en secundaria es el primer curso; también se aprecia un incremento en los últimos años en las dos etapas, cercano a los 3 puntos porcentuales.
La mayor parte de las situaciones de acoso suceden en el patio o en los espacios menos regulados del centro, a espaldas del profesorado, en cuanto al curso, el mayor nivel de incidencia se produce en alumnos de la misma clase, en torno al 43%, y sobre un 70% en alumnado de la misma edad, es decir del mismo curso. Esta situación es prácticamente homogénea tanto en primaria como en secundaria.
¿A quién le piden ayuda las víctimas? Según el estudio sobre convivencia del Defensor del Pueblo publicado en el 2007, el 60% a sus compañeros/ras, un 14% a la familia y un 10% al profesorado. En el mismo estudio, se constata que es el grupo clase -que son los propios compañeros-, quienes más conocen las situaciones de acoso que se producen, con un porcentaje cercano al 90%. Esto nos lleva a una implicación directa: el empoderamiento de los alumnos en los procesos de prevención.
Como experto en el tema, ¿qué consecuencias tiene para las víctimas este tipo de maltrato, tanto a corto como a largo plazo? ¿Y para los agresores?
Para la víctima y, desde una perspectiva general, se produce una disminución importante de su autoestima, autoconcepto, motivación, de su interés por el centro educativo, un aumento importante del absentismo escolar (especialmente los lunes o los días posteriores a los periodos de vacaciones), lo que conlleva una disminución de sus resultados académicos. Se elevan los niveles de ansiedad y estrés, el rechazo a la institución educativa y todo lo relacionado con su fuente de conflictos.
Cuando la situación de acoso se mantiene o se incrementa aparece el insomnio y el proceso de somatización -síndrome del lunes- (dolores abdominales, de cabeza, cefaleas, sudoración diarreas, vómitos) toda una serie de síntomas provocados por su rechazo a volver al centro educativo, hacia el que genera una fobia que puede ampliarse a nivel social, especialmente a los entornos que envuelven la institución educativa. Esta situación hace que aumente la ansiedad y se genere un estrés que puede desembocar en cuadros pre-depresivos, depresión con autolesiones e intentos violentos de huida de la situación en la está inmerso, con resultados traumáticos o terminales.
Este encadenamiento progresivo de consecuencias está envuelto en un entorno que es auto percibido por la persona que lo sufre como que el culpable es él o ella, aumentando el desarrollo del proceso de victimización y exclusión social.
Considero que, en la mayor parte de los casos, los trastornos emocionales y psicológicos provocados por situaciones de acoso, conllevan una alteración de conductas (introversión, aislamiento, timidez, soledad) y un estrés postraumático que deja cicatrices.
Para los agresores/as parte de una situación inicial totalmente distinta a la de la víctima, cuando no se ha trabajado, la violencia y el acoso desde una perspectiva preventiva, su rol dentro del grupo es de posicionamiento de “líder”, el grupo o al menos parte del mismo refuerza sus conductas disruptivas (jaleando, aplaudiendo, riendo) lo cual facilita el desarrollo de su autoestima (al menos dentro en la cultura del micro grupo donde se ejecutan esas conductas).
El alumnado que ejecuta esas acciones de violencia y acoso escolar, tiene una ausencia importante de límites, no solamente a nivel de centro, demasiadas veces también a nivel familiar y social, que lleva a considerar que estas conductas son las “normales” que son “cosas de niños o jóvenes” que no tienen importancia son “bromas”, con un bajo desarrollo de la empatía y de la percepción del daño causado, sin que esto justifique en ningún momento la gravedad de las mismas.
La falta de control y mala gestión emocional acaba demasiadas veces en acciones violentas, impulsivas, irascibles sobre sus iguales. Tienen grandes dificultades para aceptar las diferencias, tanto físicas como emocionales o psicológicas. Baja competencia en el diálogo como forma de resolver un conflicto, que intentan solucionar o solucionan con amenazas o de forma violenta, esta situación suele extenderse también a los ámbitos familiares y sociales.
¿Qué indicadores nos pueden alertar de que se está dando un caso de acoso escolar?
Sin la intención de hacer un listado genérico de los indicadores, resaltaremos algunos que consideramos relevantes y pueden ser observados en algunos de los tres entornos donde se producen: El escolar, familiar y/o social.
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Repentina ausencia de compañeros, amistades o relaciones
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Disminución de motivación por las tareas escolar y el centro educativo
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Bajada significativa de los rendimientos académicos y tareas asignadas.
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Cambios de comportamiento y humor, con disminución de la convivencia familiar, escolar o social (aislamiento, introversión, soledad)
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Alteraciones en el sueño, pesadillas, pérdida de apetito
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Pérdida o rotura de material académico o vestimenta
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Quejas sobre la convivencia en el entorno educativo
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Apatía por ir al centro educativo, especialmente los lunes, asociada a dolores de cabeza, diarreas, cefaleas (somatización)
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Aislamiento en las horas de patio, pocos amigos y habitualmente siempre los mismos.
Evidentemente lo que hemos expuesto son síntomas que no sólo corresponden a situaciones de acoso escolar, pero que nos puede alertar antes de que se consolide.
En su opinión, ¿considera que el profesorado está adecuadamente preparado para detectar y hacer frente al bullying?
Considero que la detección e intervención en situaciones de acoso escolar corresponde a toda la comunidad educativa (administración, profesorado, familia y alumnado); la intervención preventiva no es global, los resultados son muy inferiores a los deseados.
El profesorado es un elemento importante, pero desde mi punto de vista no determinante, debe estar implicada la familia y sobre todo los alumnos, como sujetos dinámicos en la prevención y la intervención, no hemos de olvidar que estadísticamente más de un 90% son conocedores de las situaciones que se están produciendo en el centro, que el bullying es un iceberg del que el profesorado conoce lo que sale a flote, pero las bases en que se sustenta quien las conoce es el alumnado.
Centrándonos en la pregunta, creo que el profesor no está suficientemente preparado, pero no puede ser un especialista en todo y además que lo haga a costa de su tiempo personal, considero que el profesorado tiene una parte importante de la responsabilidad en la prevención y la intervención, pero si hacemos una pequeña reflexión sobre la formación curricular para acceder a la función pública docente (primaria, secundaria), vemos como en el currículum del grado de aquellas especialidades más afines como pueden ser Psicología, Pedagogía, Magisterio o Psicopedagogía, no existe ni un solo crédito dedicado a la prevención de la violencia y el acoso escolar. En el Máster de Secundaria (obligatorio para el acceso a secundaria) tampoco se incluye un solo crédito; en la formación permanente del profesorado comienza a haber algunos cursos específicos sobre estos campos, excepciones que justifican otra regla. ¿Con éste panorama podemos exigirle al profesorado que sea el único responsable de la prevención y la intervención en acoso escolar?
Considero que se está produciendo un “cambio de mirada” en la educación y sobre todo del acoso escolar. Como conductas intolerables, nos hemos de encaminar hacia la tolerancia cero respecto a la violencia y acoso escolar. La intervención más adecuada es prevención, prevención y prevención, y esta ha de ser de toda la comunidad educativa, de la que evidentemente forma parte como uno de los actores principales el profesorado.
Centrándonos en la intervención desde el ámbito educativo, sabemos que usted desarrolló hace más de 10 años un programa de prevención e intervención en el acoso escolar denominado PROGRAMA TEI: Tutoría entre iguales, ¿cómo surgió esta idea?
El programa TEI inicia su desarrollo en el año 2002 y su implementación en los centros educativos en el año 2003.
Nace de la práctica profesional de la Psicología y como orientador en un centro educativo. Desde la vertiente profesional te conciencias de los niveles de padecimiento a que son sometidas las víctimas y sus familias, la percepción que tiene la persona acosada cada lunes cuando tiene que ir al centro educativo, como espacio hostil que le hace daño, las dificultades terapéuticas que se multiplican cuando la intervención no se produce de forma coordinada en los tres ámbitos (escolar, familiar y terapéutico).
Esta situación, combinada con la experiencia del día a día como orientador en un centro educativo, donde vives desde dentro las dinámicas de convivencia (curriculum explícito y oculto de los centros educativos), hace que te des cuenta de que la prevención no es una opción, es una necesidad, y que la intervención y empoderamiento de los alumnos como agentes dinámicos del cambio es el camino.
Si bien la idea inicial puede partir de una persona, el desarrollo es un trabajo de equipo; desde hace años existen tres grupos de profesores y profesionales que actualizan y desarrollan los contenidos y metodologías del PROGRAMA TEI:
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Grupo de Trabajo e Investigación del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) de la Universidad de Barcelona.
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Grupo de Trabajo e Investigación del ICE de la Universidad Santiago de Compostela.
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Grupo de Evaluación de la Universidad de Alicante. |