PROTAGONISTA DE TU PROPIA VIDA – ENTREVISTA A JOSÉ LUIS LINAZA

26 Abr 2006

Uno de los actuales retos que la Psicología como disciplina debe afrontar hoy en día, es la cuestión de las relaciones interculturales en la sociedad en general, y de manera muy especial, en el ámbito educativo.

Las transformaciones que se están produciendo constantemente en la sociedad española, generadas, en gran medida, por los procesos de globalización (las nuevas tecnologías, la migración masiva desde los países en vías de desarrollo hacia los países del primer mundo, así como los procesos de exclusión social derivados de la misma, etc.), ha ido modificando, en parte, el perfil o las características de los denominados grupos en exclusión social.

Hoy, 27 de abril, el profesor José Luis Linaza participa en el XIII Congreso de Psicología de la Infancia y la Adolescencia, con la conferencia «Desarrollo, Educación y Exclusión Social». Infocop Online le entrevista sobre el papel de la Psicología Educativa en las escuelas y la importancia de la intervención psicológica en contextos desfavorecidos.

D. José Luis Linaza Iglesias, es catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid desde 1988. Sus principales líneas de investigación se han centrado en el aprendizaje animal, la comunicación en primates no-humanos (gorilas), la adquisición del lenguaje e interacción adulto-niño, deportes y juegos en el desarrollo infantil, desarrollo del juego en diferentes culturas, y procesos de socialización, marginación y exclusión social.

 

 

¿Cómo se acerca actualmente la Psicología a los problemas de la exclusión social en el ámbito educativo?

Creo que resulta confuso hablar de «la Psicología», porque las diferencias entre enfoques y marcos teóricos son tan evidentes que la aproximación a los fenómenos y a los problemas concretos es también muy diversa y, en ocasiones, contradictoria. Los conocimientos proporcionados por los enfoques más reduccionistas, muy en sintonía con las expectativas y logros de las neurociencias, tienen un valor limitado a la hora de entender y abordar las complejidades de los fenómenos sociales.

La naturaleza humana es cultural, nuestra supervivencia como organismos biológicos está mediada por el cuidado y la protección que proporciona el grupo social. Un problema como el de la exclusión social no puede abordarse sin aludir a mecanismos muy complejos de interacción social, a la construcción de identidades que van mucho más allá de simples características biológicas, a reglas y leyes que constituyen el entramado de ese funcionamiento propiamente humano.

¿Qué grupos, características o perfiles nos encontramos actualmente en las escuelas españolas objeto de discriminación social?

El notable incremento de la población inmigrante ha modificado radicalmente la supuesta homogeneidad de los grupos escolares y plantea un serio reto a los profesores… y a los propios niños y niñas que deben aprender a vivir en un mundo más diverso.

 

El riesgo de discriminación social ha existido siempre en la escuela. Las diferencias económicas, étnicas, lingüísticas, de forma de vestir, expresarse y sentir, etc., han sido siempre motivo de potencial exclusión y hasta de maltrato entre iguales. Hoy somos quizá más conscientes de un fenómeno que se manifiesta en todas las escuelas y de las devastadoras repercusiones que puede tener para quienes lo sufren.

Las relaciones entre los iguales proporcionan un imprescindible complemento a las de protección y cuidado de los adultos que nos permiten sobrevivir en los primeros años de nuestras vidas. Pero, sin ese necesario límite que deben representar los adultos, las relaciones entre iguales pueden ser de una gran crueldad, precisamente por el egocentrismo y la inevitable incapacidad para percibir el daño psicológico y emocional que se produce al agredido.

Cualquier diferencia (y todos somos distintos en algo) puede convertirse en excusa para un proceso de discriminación. El complejo mecanismo de categorización por el que la construcción de la propia identidad lleva a definir a otros como «diferentes» corre, el riesgo de derivar en una minusvaloración y hasta desprecio de esa diferencia. Sólo la educación puede facilitar que ese reconocimiento y respeto de las diferencias no impida la consideración de la dignidad de cualquier otro ser humano.

Educar es algo más que proporcionar conocimientos sobre disciplinas concretas o instruir en el dominio de habilidades. El desarrollo propiamente humano requiere de la educación para construir significados compartidos sobre nosotros mismos, los demás y el mundo. Los hechos básicos de la vida, nacer, reproducirse o morir, son para nosotros algo más que pura biología.

¿Qué nos aportan las últimas investigaciones y trabajos realizados sobre la exclusión y grupos marginados?

Quizá lo más relevante es el carácter múltiple de los actores que contribuyen a la exclusión en nuestras sociedades postindustriales. La vinculación entre pobreza y exclusión, que caracterizó los procesos de revolución industrial, sigue siendo muy relevante en nuestro mundo actual. Pero, aparte de que la relación entre ambos puede establecerse en los dos sentidos -tanto causa como consecuencia-, en el estudio de los procesos de exclusión hay que incorporar nuevos factores que reflejan cambios profundos en nuestras sociedades. El conocimiento y las nuevas tecnologías modifican sin cesar los modos de producción y los servicios.

La incorporación de las mujeres al trabajo transforman estructuras sociales tan básicas como la familia y prácticas sociales muy ancestrales en la crianza de niños y en el cuidado de ancianos. Para muchos autores el fenómeno de la exclusión social es la otra cara, ¿inevitable?, del profundo proceso de transformación social que supone la globalización: emigraciones masivas, enfermedades crónicas muy extendidas (mentales, SIDA, etc..), masificación del abuso de drogas, violencia de género, incapacidad de rehabilitación social de las poblaciones de reclusos, etc..

Exclusión social y problemas étnicos parecen ir irremediablemente unidos en la sociedad española actual. No obstante, los profesionales de la educación son cada vez más sensibles a las peculiaridades culturales en su trabajo diario, ¿cómo ve usted el estado actual en este terreno?

La diversidad cultural y étnica son percibidas por algunos educadores como una dificultad insuperable para poder interactuar con un grupo de alumnos homogéneo. Para otros esta misma diversidad, valorada y bien utilizada, se convierte en una poderosa y riquísima herramienta educativa. De hecho, en las antiguas escuelas unitarias, los maestros y maestras eran capaces de educar a grupos de niños y niñas de edades muy diversas. La riqueza de etnias, culturas y lenguas distintas puede y debe ser un factor que potencie ese proceso universal de diferenciación y construcción de identidades distintas y, al mismo tiempo, la capacidad para identificarse con, y respetar a, todo ser humano.

¿Qué puede proporcionar la Psicología en el ámbito educativo frente a loscrecientes problemas de multiculturalidad/ interculturalidad cada vez más marcados?

De las diferentes psicologías, creo que la herramienta conceptualmente más útil procede de la llamada Psicología Cultural. Desde mi punto de vista, hay dos perspectivas irrenunciables para entender la relevancia de la educación: el proceso de desarrollo que nos permite construir las complejas capacidades de los seres humanos adultos, y la naturaleza cultural del medio en el que se produce dicho desarrollo.

La Psicología necesita incorporar los mecanismos de interacción social (asimétricos, en las relaciones adultos-niños, y simétricos, en las relaciones entre iguales) como constituyentes de nuestro psiquismo. Por la misma razón, debemos repensar la educación como un proceso de interacción social, cuyo objetivo es lograr una creciente autonomía de los educados y una menor asimetría con el educador. Para ello es imprescindible superar una errónea concepción del aprendiz como sujeto pasivo. Los seres humanos no podemos renunciar a nuestra condición de protagonistas de nuestras propias vidas sin darnos cuenta de las dramáticas consecuencias que de ello se derivan.

Y en este mismo sentido, ¿qué puede hacer la Psicología para trabajar por una mayor integración de estos grupos excluidos?

Un aspecto muy relevante es entender la exclusión y la integración como un «proceso». No nacemos ni excluidos ni integrados. Y hay múltiples dinámicas de exclusión e integración en las vidas de todos los seres humanos. Quizá la identificación de determinados factores de riesgo, tanto más importantes cuanto más inmaduros e indefensos son los individuos sobre los que actúan, es una de las posibles aportaciones de la Psicología. Por ejemplo, las condiciones en las que crecen y se desarrollan niños y niñas recluidos en orfanatos e instituciones similares, son claramente negativas. Es importante promover entornos alternativos, más humanos, en los que poder amortiguar esos factores de riesgo.

¿Qué modelos de intervención cree usted que son los más adecuados en este campo de trabajo?

Insisto en la importancia de respetar el protagonismo de cada ser humano en su propia vida. Nadie puede aprender por otro. No hay conocimientos, ni valores que puedan «meterse» en las supuestas mentes vacías de otros. Toda intervención que incremente la pasividad y la dependencia creo que responde a modelos equivocados y poco eficaces. Es cierto que descubrir y potenciar las capacidades de aquellos con quienes trabajamos puede resultar costoso pero, sin recurrir a ellas, la intervención será siempre poco eficaz y muy inestable.

PSICOLOGÍA EN RED


LOS COLEGIOS HABLAN

MÁS NOTICIAS