La pandemia y la consecuente crisis económica han generado una carga creciente de problemas de salud mental, según la OECD

26 Feb 2021

De cara al futuro, es necesario aumentar aún más la disponibilidad de servicios de apoyo a la salud mental en previsión de un potencial incremento significativo en la demanda de estos servicios, tal y como se viene observando desde que se iniciara la pandemia por Covid-19.

Así lo afirma el último informe sobre el panorama de la salud en Europa (Health at a Glance: Europe 2020), publicado el pasado mes de noviembre de 2020 por la Comisión Europea y la OCDE (Organización para la cooperación y el desarrollo económico), un documento a través del cual se presenta un análisis comparativo del estado de salud de los ciudadanos de la Unión Europea y el rendimiento de los sistemas sanitarios de sus Estados miembros, con el fin de identificar sus puntos fuertes y las oportunidades de mejora.

En esta nueva edición, se aborda el grave impacto de la crisis generada por el COVID-19 así como la capacidad de los sistemas de salud europeos para dar respuesta a la pandemia. El informe ofrece también una descripción general de los indicadores clave de la salud y los sistemas de salud en los 27 estados miembros de la UE, 5 países candidatos a la UE, 3 países de la Asociación Europea de Libre Comercio y el Reino Unido.

Foto: Anna Shvets Fuente: pexels Fecha descarga: 25/02/2020

Tal y como señala el documento, el brote de COVID-19 surgido en este año 2020 se ha convertido en la pandemia más grave del último siglo, causando pérdidas de vidas y un grave sufrimiento humano. Esta pandemia ha puesto de manifiesto las fragilidades latentes del sistema de salud que existían antes del brote. De hecho, el asombroso impacto del COVID-19 en nuestra sociedad y economía ha situado abruptamente a la salud pública en la cima de la agenda política: a medida que los Gobiernos han ido haciendo frente a la propagación del virus implementando medidas sin precedentes en los últimos tiempos -entre ellas, el cierre de sectores enteros de actividad económica y social y la imposición de restricciones a la movilidad-, la crisis de salud pública ha provocado una importante crisis económica y social que tendrá graves consecuencias para el bienestar de las personas, tanto a corto como a largo plazo.

De acuerdo con la OCDE, en los últimos meses muchas personas han tenido dificultades para recibir atención oportuna en los servicios de emergencias y aquellas con enfermedades crónicas han visto aplazadas y canceladas sus revisiones y citas médicas. Asimismo, la pandemia y la consecuente crisis económica han generado una carga creciente de problemas de salud mental (con evidencia emergente de tasas más altas de estrés, ansiedad y depresión), agravada por las interrupciones en la atención a personas con problemas de salud mental previos.

Del análisis de los datos, se desprenden las siguientes conclusiones:

Las personas mayores se han visto afectadas de manera desproporcionada, y, concretamente, aquellas que residen en centros de atención a largo plazo presentan un mayor riesgo

El virus ha afectado de manera desproporcionada a las personas mayores y a las personas con problemas de salud subyacentes. En casi todos los países, al menos el 90% de las muertes por COVID-19 se produjeron entre personas de 60 años o más. En muchos países, aproximadamente la mitad o más de las defunciones por coronavirus ocurrieron entre residentes en centros de atención a largo plazo. La respuesta inicial en muchos países se centró en proteger a los pacientes y trabajadores de los hospitales. Sólo más tarde se tomaron medidas similares para proteger a las personas mayores y trabajadores en las instalaciones de centros residenciales. En varios países, hubo un desfase de al menos dos meses entre los primeros casos de COVID-19 notificados y la publicación de directrices para prevenir infecciones en las residencias. En una cuarta parte de los países de los que se dispone de información, se necesitaron dos semanas más para restringir las visitas en los hogares de ancianos en la misma línea que las restricciones impuestas en los espacios públicos. La primera ola de la pandemia puso de relieve la importancia crucial de proteger del COVID-19 a las personas mayores y otras poblaciones vulnerables, para reducir las hospitalizaciones y las muertes.

Las medidas para contener el virus también han hecho que las personas mayores que se encuentran en centros residenciales estén aún más aisladas socialmente, con repercusiones potencialmente significativas para su salud mental. No obstante, hay algunos ejemplos de países que han utilizado tecnologías digitales para mantener la atención clínica y social esencial, así como para limitar el aislamiento social al facilitar el contacto virtual con las familias.

Ha habido un claro gradiente social en las muertes por COVID-19

Las personas que viven en zonas desfavorecidas y las minorías étnicas también se han visto afectadas por la pandemia de manera desproporcionada. Esto resalta la necesidad de un fuerte enfoque en las políticas para abordar los determinantes sociales de la salud, incluidas las políticas e intervenciones sociales y económicas inclusivas más allá del sistema de salud, que aborden las causas fundamentales de las desigualdades.

Se pone de relieve la importancia de reducir otros factores de riesgo importantes para la salud

Entre 168.000 y 346.000 muertes prematuras en los países de la UE pueden atribuirse a la contaminación del aire. La contaminación del aire causa alrededor de 600.000 millones de euros en pérdidas económicas y de bienestar al año en los países de la UE, lo que equivale al 4,9% del PIB de la UE en 2017.

Más allá de las cuestiones ambientales, existe una serie de factores de riesgo susceptibles de modificación, que impactan de forma importante en la salud y la mortalidad de las personas, entre ellos, el tabaquismo, el consumo de alcohol, la nutrición no saludable, la falta de actividad física y la obesidad:

– A pesar de los avances en la reducción de las tasas de tabaquismo durante las últimas décadas, el consumo de tabaco sigue siendo el factor de riesgo conductual más importante para la salud, y representa alrededor de 700.000 muertes al año en los países de la UE.

– El consumo nocivo de alcohol es responsable de otras 255.000 a 290.000 muertes al año en los países de la UE. Si bien las políticas de control del alcohol han reducido su consumo general en muchos países durante la última década, el consumo excesivo de alcohol sigue siendo un problema. Un tercio de los adultos reportan al menos una «borrachera» en el último mes, y más de un quinto de los adolescentes de 15 años revelan haber estado borrachos más de una vez en su vida.

 – Las tasas de obesidad en adultos continúan aumentando en la mayoría de los países de la UE, con más de uno de cada seis adultos obesos. La obesidad también es un reconocido factor de riesgo para el COVID-19. Existen grandes desigualdades socioeconómicas en las tasas de sobrepeso y obesidad, que a menudo comienzan a una edad temprana. Por ejemplo, las tasas de sobrepeso y obesidad entre los niños son aproximadamente dos veces mayores entre los que viven en las familias de ingresos más bajos en comparación con los que viven en las familias de ingresos más altos.

Es fundamental garantizar el acceso universal y efectivo a la atención para toda la población

La mayoría de los países de la UE han logrado la cobertura universal para un conjunto básico de servicios de salud, lo cual es crucial para hacer frente de manera eficaz a la pandemia de COVID-19. Sin embargo, la gama de servicios cubiertos y el grado de participación en los costes varían sustancialmente. El acceso efectivo a diferentes tipos de atención también puede verse restringido debido a la escasez de personal sanitario, los largos tiempos de espera o las largas distancias de viaje hasta el centro sanitario más cercano.

Teniendo en cuenta el panorama actual, la OCDE considera fundamental garantizar el acceso universal a la atención para toda la población.

La pandemia ha puesto de manifiesto la escasez de personal sanitario en muchos países y la necesidad de emprender acciones para movilizar rápidamente los recursos humanos en tiempos de crisis

Aunque el número de médicos y enfermeras ha aumentado durante la última década en casi todos los países de la UE, persiste una escasez de estos profesionales en muchos países. Esta exigüidad se ha puesto de manifiesto durante la pandemia del COVID-19, cuando los trabajadores de la salud se han visto sometidos a una intensa presión. Muchos países han tratado de movilizar personal adicional rápidamente, a menudo, contratando a profesionales de la salud inactivos y jubilados, movilizando a los estudiantes de medicina y enfermería en último año de residencia y/o reasignando parte del personal de las regiones menos afectadas a las más afectadas. Esta crisis ha evidenciado la necesidad de contar con personal laboral adicional que pueda movilizarse rápidamente.

Los profesionales de la salud han estado en primera línea de respuesta al brote de COVID-19

La carga de trabajo excepcional y el desgaste psicológico de los profesionales de la salud se ha traducido en una considerable carga de salud mental, con posibles efectos a largo plazo para su bienestar. Por ejemplo, en agosto de 2020, el 35% de los médicos de hospitales de Inglaterra y Gales informaron un aumento de las tasas de depresión, ansiedad, estrés u otras afecciones de salud mental en relación con el período anterior a que comenzara la pandemia. En Italia, de acuerdo con una encuesta a trabajadores de la salud llevada a cabo en marzo de 2020, se detectó un aumento de los síntomas de estrés, ansiedad, depresión e insomnio, especialmente entre los trabajadores de primera línea y las mujeres jóvenes. En España, según los datos de la OCDE, en abril de 2020, el 57% de los trabajadores de la salud presentaban síntomas de trastorno de estrés postraumático.

De acuerdo con el informe de la OCDE, muchos países ampliaron los servicios de apoyo para la salud mental y el bienestar de médicos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios para ayudarles a lidiar con el alto nivel de estrés, fatiga y angustia psicológica durante estos tiempos extremadamente desafiantes, por ejemplo, a través de grupos de apoyo o líneas telefónicas de asistencia.

Las personas que viven con problemas de salud mental no siempre reciben la atención que necesitan

El brote de COVID-19 tuvo un impacto significativo en las personas que viven con problemas de salud mental. La situación desconocida de distanciamiento social y medidas de confinamiento, el temor a experimentar problemas de salud y la alteración de los hábitos y rutinas diarias pueden empeorar las condiciones existentes o provocar problemas de salud mental. De acuerdo con el informe, la pérdida de contacto con los servicios de salud mental agrava aún más los problemas previos.

Múltiples informes de países de la OCDE sugieren reducciones significativas en el número de derivaciones a servicios de salud mental, de contactos con estos servicios y de casos activos durante el pico del brote de COVID-19 en primavera de 2020. En los Países Bajos, por ejemplo, el impacto fue significativo: el número de derivaciones a atención de salud mental se redujo entre un 25% y un 80% después del brote, y la demanda de tratamiento disminuyó entre un 10% y un 40%.

La OCDE explica esta situación indicando que, si bien la atención primaria y los centros educativos suelen ser vías de remisión para atención especializada en salud mental, desde el inicio de la pandemia estas vías de derivación se interrumpieron. Asimismo, es posible que las personas también hayan tenido menos probabilidades de buscar ayuda por sí mismas, por la preocupación de que pudieran estar infectadas o porque no deseaban “sobrecargar” el sistema de salud.

Necesidades emergentes: la crisis de COVID-19 ha aumentado los niveles de angustia mental

El COVID-19 ha tenido un impacto negativo significativo en la salud mental de las poblaciones. Las personas han tenido que cambiar significativamente sus hábitos, y el distanciamiento social o vivir en condiciones de confinamiento ha supuesto alejarse de comportamientos que pueden promover una salud mental positiva, como la conexión social y el ejercicio físico. Asimismo, algunas personas han tenido que hacer frente a la tensión adicional de la enfermedad o incluso la pérdida de amigos o familiares.

El informe subraya los impactos adversos de la pandemia para la población en general, con un aumento importante de los niveles de ansiedad general en las semanas transcurridas desde el inicio del brote y las medidas de confinamiento. Como ya mencionábamos en párrafos anteriores, los efectos han sido particularmente pronunciados entre las personas con un nivel socioeconómico más bajo, los y las jóvenes, los trabajadores de primera línea, especialmente los trabajadores de la salud y la atención, y para las personas con problemas de salud mental previos. Por el contrario, aquellas personas que pudieron continuar trabajando durante el confinamiento -ya sea presencial o mediante teletrabajo- fueron menos propensas a informar de depresión y ansiedad.

Los países mantuvieron el acceso a los servicios de salud mental en circunstancias difíciles, y están comenzando a responder a las necesidades emergentes de salud mental

Los países han tomado nuevas medidas para garantizar o incluso aumentar el acceso al apoyo de salud mental. Según la OCDE, en toda Europa, la capacidad de los servicios de salud mental para adaptarse rápidamente a diferentes formas de brindar atención durante la crisis de COVID-19 “ha sido impresionante”. Incluso en las zonas donde el brote fue más agudo, estos servicios se adaptaron para introducir nuevas medidas de seguridad para el personal y los pacientes, mantener los servicios esenciales para los casos más graves y adaptar un volumen significativo de servicios a la modalidad online o líneas telefónicas de atención psicológica.

A medida que la crisis ha continuado, los ministerios de salud y las asociaciones profesionales han estado publicando orientaciones sobre la gestión del riesgo de COVID-19 para los servicios de salud mental, especialmente en entornos hospitalarios, y varios países y regiones, incluidos Francia, Italia y España, establecieron salas dedicadas para pacientes de salud mental con COVID-19.

Al menos 11 países europeos, entre ellos España, han contado con líneas telefónicas de ayuda psicológica por el COVID-19, para dar respuesta a las necesidades provocadas por el confinamiento, con especial énfasis en la salud mental y el apoyo emocional. Un ejemplo de ello es el servicio de atención psicológica puesto en marcha por el Ministerio de Sanidad con el Consejo General de la Psicología, un servicio dirigido a la población general con dificultades relacionadas con la alerta y la cuarentena por Covid-19, familiares de fallecidos o enfermos y profesionales sanitarios/as y otros intervinientes, a través del cual se realizaron más de 13.500 intervenciones con personas de todo el territorio nacional.

Dinamarca, Portugal, España, el Reino Unido y la OMS/Europa, entre otros, también han utilizado chatbots interactivos con inteligencia artificial para hacer frente al aumento de la demanda de servicios, así como para recopilar información sobre los síntomas, clasificar a los pacientes y combatir la desinformación. Incluso antes de la crisis, muchos países europeos ya utilizaban la teleasistencia para los pacientes crónicos, y estos programas han adquirido un nuevo ímpetu, ante el hecho de que muchos pacientes no pueden asistir a las citas de revisión.

Para la OCDE, si bien la telesalud no puede reemplazar toda la atención necesaria, la telemedicina parece haber ayudado para atender a distancia a personas con demencia u otras deficiencias cognitivas. En términos de cuidados paliativos, Austria, Francia, Italia y España proporcionaron directrices sobre el manejo de los síntomas en un momento de capacidad más limitada y formas de ayudar a los pacientes a mantener un contacto virtual con sus familias.

El informe advierte de las consecuencias de la combinación de una reducida capacidad en los servicios de salud mental y el aumento de la demanda provocada por el empeoramiento del estado de salud mental de la población en general, incrementándose el riesgo de ejercer una presión adicional sobre los servicios de salud mental que ya estaban sobrecargados en muchos países.

Por ello, de cara al futuro destaca la necesidad de un mayor aumento en la disponibilidad de servicios de apoyo de salud mental en previsión de un potencial pico significativo en la demanda. De igual modo considera esencial incluir el apoyo a la salud mental como parte de los esfuerzos de rehabilitación para las personas que han sufrido de COVID-19, especialmente para aquellas que han pasado períodos prolongados en el hospital, ya que pueden tener un mayor riesgo de problemas de salud mental, entre ellos, trastorno de estrés postraumático, ansiedad y depresión.

La salud mental infanto-juvenil

El informe incluye un apartado dedicado a la salud mental infanto-juvenil. Tal y como señala, la infancia y la adolescencia son fases fundamentales del desarrollo humano, en las que los y las jóvenes desarrollan conocimientos y habilidades para afrontar aspectos críticos de su salud, y también son el período durante el cual surgen por primera vez muchos problemas de salud mental.

De forma específica, la actual crisis del COVID-19 ha perturbado significativamente la vida diaria de niños, niñas y adolescentes y ha provocado que la atención a la salud de los jóvenes sea aún más crítica.

Como bien recoge la OCDE, los problemas de salud mental pueden estar asociados con factores de riesgo importantes, como el consumo excesivo de alcohol, el consumo de tabaco o drogas ilícitas, una nutrición poco saludable y la falta de actividad física. Los factores de riesgo conductuales, como el consumo excesivo de alcohol o drogas, pueden empeorar la salud mental de los adolescentes y utilizarse como mecanismo de afrontamiento en ausencia de un apoyo a la salud mental más eficaz, además de contribuir a efectos duraderos sobre la salud física a lo largo de la vida (por ejemplo, enfermedades circulatorias y algunos cánceres).

Los problemas de salud mental y la angustia psicológica son un factor importante del suicidio entre los adolescentes. Los datos de la OCDE indican que más de 1.000 jóvenes de 15 a 19 años murieron por suicidio en los países de la UE en 2017, y la mayoría de estas muertes se produjeron entre niños/as. A pesar del número absoluto relativamente bajo de suicidios entre los y las adolescentes, el suicidio es una de las principales causas de muerte en este grupo de edad.

Los países han tomado una serie de medidas para ayudar a los y las adolescentes vulnerables con problemas de salud mental. Las estrategias intersectoriales que abarcan las políticas de salud, educación y bienestar pueden promover y proteger la salud y el bienestar de los y las adolescentes. En muchos países se han introducido programas escolares de salud mental que pueden mejorar los resultados sociales y educativos. Por ejemplo, el programa Youth Aware of Mental Health (YAM), un programa interactivo basado en la escuela para adolescentes que promueve un mayor debate y aprendizaje sobre la salud mental, la prevención del suicidio y el desarrollo de habilidades para resolver problemas e inteligencia emocional está en marcha en diez países europeos y se asocia con una reducción del 55% en los intentos de suicidio y un 50% menos de casos de ideación suicida después de 12 meses.

La resiliencia de los sistemas de salud al COVID-19

Las cifras revelan que, a finales de octubre de 2020, había más de 7 millones de personas infectadas y 220.000 muertes registradas por COVID-19 en los países de la UE, Islandia, Noruega, Suiza y el Reino Unido. Durante la primera ola de la pandemia, el virus afectó particularmente a varios países de Europa occidental, como Bélgica, Francia, Italia, los Países Bajos, España, el Reino Unido y Suecia.

Esta pandemia ha puesto de relieve, entre otros muchos aspectos, la insuficiente preparación de los países para hacer frente a las principales emergencias de salud pública. Para la OCDE, es fundamental tener en cuenta que los costes de tener sistemas de salud más resilientes “palidecen en comparación con las enormes consecuencias económicas de no hacerlo”, advirtiendo que el nuevo coronavirus no es la primera pandemia que ha sufrido el mundo ni será la última, y que pueden surgir muchos ​​otros eventos que provoquen un gran impacto en la salud pública. Todo ello ha evidenciado que tanto el marco de seguridad sanitaria mundial como el de la UE necesitan un refuerzo significativo. El informe insta a aprovechar todo lo aprendido de esta crisis para planificar una evaluación exhaustiva de la resiliencia de los sistemas sanitarios, basándonos en las mejores prácticas de países dentro y fuera de Europa y el apoyo que la Comisión Europea y la OCDE pueden brindar. Este ejercicio debe involucrar a todas las partes interesadas y conducir a una mejor preparación para pandemias y otras emergencias de salud pública futuras.

En este punto, el informe manifiesta que la resiliencia de un sistema sanitario requiere fortalecer la atención primaria de salud y los servicios de salud mental para reducir las demoras y la falta de atención que ha habido en todas las necesidades de atención médica.

Algunos países han logrado minimizar el impacto económico y sobre la salud de la COVID-19

La OECD considera difícil ofrecer una evaluación general de las respuestas de los países al COVID-19 en este momento, dado que la pandemia todavía está muy activa en todo el mundo. No obstante, sí reconoce que los países europeos lucharon en diversos grados para responder tanto a la primera ola de la pandemia como a la segunda.

Fuera de Europa, Corea constituye un buen ejemplo de país que ha logrado controlar el brote de COVID-19 a través de medidas rápidas, efectivas y específicas, evitando así bloqueos totales.

Nueva Zelanda ha sido otro ejemplo exitoso. En Europa, hasta octubre de 2020, algunos países como Finlandia, Noruega y Estonia pudieron contener mejor la propagación del virus y mitigar las consecuencias económicas, en parte debido a factores geográficos (menor densidad de población) pero también gracias a la implementación oportuna de medidas de contención específicas, y una fuerte confianza y cumplimiento por parte de la población.

Es esencial promover una recuperación económica que mejore la salud de las personas y el medio ambiente

Se necesitan acciones urgentes para contrarrestar las enormes consecuencias de la pandemia de COVID-19 en la economía, los mercados laborales y la calidad de vida de las personas. En el segundo trimestre de 2020, el PIB cayó más del 10% en muchos países europeos, y el impacto inicial de la crisis del COVID-19 en los mercados laborales ha sido diez veces mayor que el que se registró en los primeros meses posteriores a la crisis financiera global de 2008. El plan de recuperación de la UE a la crisis de COVID-19 ofrece una gran oportunidad para promover una economía más fuerte, más sostenible, más justa y resistente.

La OECD muestra su beneplácito ante el hecho de que muchos gobiernos aprovechen esta oportunidad para garantizar una recuperación verdaderamente sostenible, respetuosa con el medio ambiente y la salud de las personas. A este respecto, advierte de la posibilidad de aparición de otras crisis que se avecinan -como el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad-, que podrían afectar a los sistemas sanitarios, las economías y las sociedades en un futuro próximo, e incrementarían la probabilidad de que se repitan nuevas crisis de salud pública, por lo que pone de relieve la trascendencia de emprender medidas inmediatas para abordarlas. En este sentido, afirma, “las medidas de recuperación ecológica son una opción en la que todos ganan, ya que pueden impulsar las actividades económicas al tiempo que mejoran los resultados ambientales y mejoran la salud y el bienestar de las personas”. Las decisiones que se tomen ahora deben centrarse en lograr los compromisos nacionales de reducción de emisiones para 2030, para reducir las graves consecuencias para la salud y la mortalidad de la contaminación del aire.

El informe completo se encuentra disponible en la página de la OECD, o bien directamente a través del siguiente enlace:

OECD (2020). Health at a Glance 2020: OECD Indicators. OECD Publishing. https://doi.org/10.1787/82129230-en
www.infocoponline.es/pdf/82129230-en.pdf

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