Buenas prácticas en ocio inclusivo: una guía para el respeto y la participación de jóvenes con discapacidad
30 Sep 2025

En un esfuerzo por garantizar entornos seguros, accesibles y respetuosos para la juventud con discapacidad, el Comité de Entidades Representantes de Personas con Discapacidad de Aragón (CERMI Aragón) ha publicado la Guía de buen trato a jóvenes con discapacidad en el ocio y tiempo libre. Esta iniciativa, respaldada por el Instituto Aragonés de la Juventud y el Gobierno de Aragón, tiene como finalidad orientar a los equipos profesionales y entidades organizadoras de actividades juveniles en la implementación de prácticas inclusivas que favorezcan la igualdad de oportunidades, la participación activa y la autonomía de todas las personas jóvenes, con especial atención a la diversidad de capacidades.

El documento surge de la experiencia acumulada por las entidades que conforman CERMI Aragón, comprometidas desde hace décadas con la defensa de los derechos de las personas con discapacidad. La guía no sólo propone un decálogo de buenas prácticas generales aplicables a cualquier contexto de ocio, sino que ofrece orientaciones específicas para seis tipos de discapacidad: física, parálisis cerebral, trastorno del espectro del autismo, discapacidad mental, discapacidad auditiva y discapacidad visual.

A continuación, recogemos de forma específica las recomendaciones recogidas en el apartado de discapacidad mental:

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Foto: freepik. Diseño: pch.vector/freepik. Fecha: 04/07/25
Discapacidad mental: una realidad invisibilizada

Tal y como señala la guía, la discapacidad en salud mental hace referencia a aquellas afecciones que impactan en el modo en que una persona piensa, siente, actúa o se relaciona, generando limitaciones significativas en su vida diaria. Se estima que una de cada cuatro personas experimentará un problema de salud mental en algún momento de su vida, según la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, pese a su elevada prevalencia, estas condiciones siguen siendo objeto de estigmatización y rechazo social, lo que con frecuencia deriva en aislamiento, discriminación y exclusión de espacios de participación tan fundamentales como el ocio y el tiempo libre.

El documento enfatiza que las personas jóvenes con discapacidad mental presentan una gran diversidad de necesidades, capacidades y trayectorias vitales. Algunas pueden tener asociadas otras condiciones como discapacidad intelectual o enfermedades físicas, y muchas han de afrontar, además de sus síntomas, los efectos negativos del estigma, que profundiza su vulnerabilidad y limita sus oportunidades.

En este contexto, la guía propone un conjunto de principios orientadores para quienes organizan o participan en actividades de ocio inclusivo:

  • Comprensión individualizada: no existen respuestas universales. Cada joven debe ser valorado/a en función de su historia personal, fortalezas, áreas de apoyo y forma particular de interactuar con el entorno.
  • Apoyo psicológico y emocional constante: es imprescindible reconocer que muchas personas con discapacidad mental enfrentan desafíos emocionales complejos. Escuchar, acompañar y validar sus experiencias son gestos esenciales.
  • Fomento de la autonomía: promover que las personas tomen decisiones en la medida de sus posibilidades, dentro de un marco de respeto a su capacidad de autodeterminación.
  • Confidencialidad: la información sensible debe compartirse únicamente con personas autorizadas, garantizando el respeto a la intimidad.
Estrategias de trato adecuado

Entre las recomendaciones específicas, se destaca la importancia de fomentar un trato basado en el respeto y la empatía, evitando la infantilización o la sobreprotección. Se debe hablar directamente con la persona, adaptar la comunicación a sus necesidades y ofrecer siempre opciones que respeten sus preferencias. Lejos de imponer, se trata de acompañar desde la horizontalidad, promoviendo que cada joven participe en la toma de decisiones relacionadas con las actividades y dinámicas propuestas.

Además, se insiste en el uso de un lenguaje inclusivo que elimine expresiones estigmatizantes como “loco” o etiquetas reduccionistas como “esquizofrénico” o “enfermo mental”. En su lugar, se recomienda hablar de “personas con problemas de salud mental”, utilizando siempre un lenguaje claro, respetuoso y libre de juicios.

Comunicación visual y accesibilidad

Uno de los apartados más relevantes de la guía hace referencia a la necesidad de evitar imágenes que perpetúen estereotipos de locura o violencia, y apostar por representaciones diversas y realistas de personas con discapacidad mental. La iconografía debe eludir tanto el sensacionalismo como la glorificación de situaciones de crisis. Se busca, en cambio, una normalización visual que favorezca la identificación y la integración.

En cuanto a la accesibilidad, se plantea la creación de entornos seguros y libres de barreras no solo físicas, sino también comunicativas y actitudinales. Las actividades propuestas deben fomentar la expresión emocional, la socialización y la adecuación a los ritmos y capacidades individuales. La flexibilidad, la previsibilidad y la empatía son claves en este proceso.

Actuación ante situaciones de crisis

La guía prevé también posibles situaciones de inestabilidad emocional. En estos casos, se recomienda actuar con calma, ofreciendo espacios seguros, reduciendo los estímulos que puedan intensificar la crisis y acompañando sin juzgar ni presionar. La atención centrada en la persona implica validar su vivencia, contener sin invadir y ofrecer el tiempo necesario para que pueda reequilibrarse emocionalmente.

Estas pautas no sólo permiten una mejor respuesta a las crisis, sino que contribuyen a crear un entorno donde la persona con discapacidad mental se sienta comprendida, segura y valorada.

Breve repaso por otras discapacidades

Aunque el foco principal de este análisis se ha centrado en la discapacidad mental, la guía dedica también capítulos completos a otras condiciones, con igual profundidad y compromiso.

En el caso de la discapacidad física, se subraya la necesidad de respetar la autonomía, evitar la sobreprotección y garantizar la accesibilidad de los espacios y materiales. Con respecto al trato, se insiste en no intervenir sin consentimiento, no empujar sillas ni tocar ayudas técnicas sin permiso, y en ajustar el ritmo del grupo al de la persona. En el plano lingüístico, se desaconsejan expresiones como “minusválido” o “normal”, y se promueve un lenguaje que no infantilice ni compadezca.

Para las personas con parálisis cerebral, se insiste en el uso de productos de apoyo, la formación del personal en primeros auxilios y la adaptación alimentaria en caso de disfagia. Se destaca la importancia de dirigirse directamente a la persona, fomentar su autonomía y no tomar decisiones por ella. En el lenguaje, se recomienda evitar términos despectivos como “paralítico cerebral” y adaptar la comunicación a su capacidad de comprensión.

Respecto al trastorno del espectro del autismo, se aboga por una comunicación adaptada, con apoyos visuales, espacios de regulación emocional y estructuras que favorezcan la previsibilidad. Se recomienda no forzar el contacto visual o físico, respetar los tiempos de respuesta y ofrecer actividades ajustadas a sus intereses. En cuanto al lenguaje, se aconseja evitar estereotipos como “todos los autistas son genios”, preguntar por el término con el que prefiere que se refieran a él o ella (persona autista o persona con autismo) y evitar el uso del diagnóstico como insulto o broma.

Con relación a la discapacidad auditiva, se destacan la necesidad de intérpretes, el uso de tecnologías como bucles magnéticos o subtítulos, y la inclusión de todas las formas de comunicación. En el trato directo, se debe hablar de frente, vocalizar sin exagerar y respetar el canal comunicativo preferido por la persona. Se rechazan términos anticuados como “sordomudo”, y se insiste en no hablar de la persona como si no estuviera presente.

Finalmente, el apartado sobre discapacidad visual ofrece una minuciosa descripción de estrategias de guiado, rotulación accesible, uso de contrastes y empleo de tecnologías como Navilens o Beepcons. En este ámbito, el trato adecuado implica preguntar antes de ayudar, no forzar el acompañamiento y ofrecer descripciones verbales precisas en lugar de gestos. En el plano comunicativo, se recomienda hablar con naturalidad, evitar expresiones ambiguas como “esto” o “aquí”, y no evitar palabras como “ver” o “mirar”, ya que son habituales incluso entre personas ciegas.

Hacia un ocio verdaderamente inclusivo

La Guía de buen trato a jóvenes con discapacidad en el ocio y tiempo libre representa una valiosa herramienta para construir espacios de convivencia más justos, donde cada joven pueda participar plenamente, sin barreras ni prejuicios. En ella resuena una idea clave: no se trata de transformar radicalmente las actividades, sino de abrir la mirada, escuchar y adaptar desde el respeto. Tal y como se afirma en la propia guía: “El ocio inclusivo no requiere grandes cambios, solo un corazón abierto a escuchar las necesidades de cada persona”.

El reto, por tanto, es colectivo: implicar a profesionales, familias y la propia juventud en la creación de contextos donde la diferencia no se tolere, sino que se valore como fuente de riqueza y aprendizaje mutuo. Esta guía, fruto del trabajo coordinado de CERMI Aragón y sus entidades miembro, marca el camino hacia esa meta.

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