Menopausia: un proceso biológico, psicológico y social ignorado por los sistemas sanitarios y mal comprendido
23 Sep 2025

En las consultas de psicología es frecuente encontrarse con mujeres de mediana edad que se quejan de insomnio, tristeza persistente, irritabilidad, sofocos o de una sensación difusa de “no ser ellas mismas”. Sin embargo, pocas veces los psicólogos y las psicólogas evalúan o, incluso, identifican la menopausia como una parte de la ecuación de un posible problema en la consulta clínica. La invisibilización de esta etapa vital, que tiene tanta repercusión en la vida de las mujeres, resulta del todo inaceptable, y dar voz y espacio al proceso que supone la menopausia, sigue siendo una asignatura pendiente de nuestro sistema sanitario, así como de nuestra disciplina.

Foto: Freep!k. Fecha de descarga: 05/09/2025.

Un reciente artículo de revisión de Rebecca C. Thurston et Al. (2025), publicado en Nature Reviews Psychology, insiste en la importancia de que la menopausia deje de entenderse como un mero cambio biológico y señala que se trata de un proceso que comprende aspectos biológicos, psicológicos y sociales por los que atraviesa la mitad de la población mundial y que exige, por tanto, un papel mucho más activo de la psicología clínica y de la salud.

Una etapa universal muy mal comprendida.

Aunque puede producirse con antelación, en lo que se identifica como menopausia temprana o precoz, la menopausia llega, en promedio, entorno a los 50 años, y las señales del inicio de este proceso pueden comenzar, incluso, años antes, en lo que se conoce como la perimenopausia. En esta fase, los ciclos menstruales se pueden volver irregulares, los niveles de estrógeno van disminuyendo y los niveles de hormona folículoestimulante (FSH) comienzan a aumentar. Se entiende que, tras 12 meses de amenorrea -es decir, de pérdida de menstruación continuada- se entra, finalmente, en la posmenopausia.

Según recuerdan las autoras del estudio, esta concepción y marco biológicos son los más extendidos, pero constituyen, sin embargo, una visión reduccionista, ya que este enfoque no explica “por sí solo la experiencia completa”. Los síntomas que pueden aparecer afectan no sólo al cuerpo, sino, también, a los aspectos psicológicos y emocionales y a la vida social de las mujeres, que pueden experimentar desde sofocos -a veces muy extremos- hasta alteraciones del sueño, pasando por cambios relacionados con la memoria, la función sexual y la estabilidad emocional.

Sintomatología con impacto en la salud mental.

El artículo de Thurstone, quien ha señalado en diferentes medios que los síntomas vinculados con la menopausia aparecen en 8 de cada 10 mujeres, ofrece datos muy claros sobre la prevalencia global de síntomas en la menopausia:

  • Síntomas vasomotores (sofocos, sudoraciones nocturnas): hasta el 75% de las mujeres experimenta algún tipo de síntoma vasomotor.
  • Alteraciones del sueño: entre el 40% y el 60% de las mujeres refiere alteraciones del sueño, como despertares nocturnos e insomnio.
  • Síntomas depresivos: entre el 45% y el 68% de las mujeres refiere síntomas asociados con la depresión.
  • Síntomas cognitivos (“niebla mental”, problemas de memoria, dificultades de atención y concentración): entre el 44% y el 62% de las mujeres experimenta problemas de este tipo.
  • Cambios sexuales (deseo, dolor, lubricación): en torno al 48% señala experimentar diferentes problemas relacionados con su vida sexual.

En otras palabras, prácticamente todas las mujeres experimentarán algún síntoma clínicamente relevante durante la transición menopáusica y las consecuencias pueden impactar y reflejarse en su vida diaria: pérdida de productividad, problemas en las relaciones, mayor uso de servicios sanitarios y, sobre todo, y frente a todo, un malestar psicológico que pocas veces es compartido con otras personas y que puede suponer un gran sufrimiento.

Factores de riesgo que incrementan la probabilidad de presentar síntomas durante la menopausia.

Entre otras aportaciones de gran valor, el artículo identifica factores que aumentan la vulnerabilidad frente a la aparición de síntomas. Entre estos factores destacan:

  • Tener un historial de depresión o ansiedad: las mujeres con episodios previos tienen hasta 13 veces más riesgo de recaída y aparición de síntomas.
  • La experimentación de síntomas intensos: la aparición desofocos severos, insomnio o disfunción sexual se asocian con depresión y con un mayor deterioro de la calidad de vida.
  • Experiencias traumáticas: la presencia de diferentes tipos de trauma, tanto en la infancia como en la atapa adulta -abuso infantil, abandono, violencia de género o sexual, por ejemplo-, se relacionan con síntomas más graves y con una peor salud cardiovascular y cerebral y con un envejecimiento epigenético mayor.
  • Factores socioeconómicos: tener bajos ingresos, un bajo nivel educativo o la sobrecarga de cuidados a menores o mayores, se asocian con una mayor prevalencia e intensidad de síntomas.
  • Estigma y desconocimiento: la falta de información y la invisibilización social amplifican la vivencia negativa de los síntomas y de esta etapa vital.

Las autoras subrayan, en todo caso, que el impacto de la menopausia no es homogéneo y que está influido por desigualdades sociales, culturales y biográficas.

Factores de protección: aspectos que amortiguan síntomas en esta transición.  

Además de identificar factores de riesgo, la revisión señala recursos que actúan como amortiguadores del posible malestar. Entre estos factores se encuentran:

  • Optimismo y resiliencia psicológica: se han vinculado con menor volumen de síntomas y mayor satisfacción vital.
  • Contar con redes de apoyo social: muy particularmente, con amigas, ya que permiten compartir experiencias y disminuir la sensación de aislamiento.
  • Realizar actividad física regular: favorece el sueño, un mejor estado de ánimo y una mejor salud cardiovascular y ósea, aunque, según señala el artículo, no elimine los sofocos.
  • Favorecer la espiritualidad y la autocompasión: ambas se asocian con un mayor bienestar psicológico.
  • Tener actitudes culturales positivas hacia el envejecimiento: que favorezcan la visión de la menopausia como una etapa de plenitud más que de pérdida.

Estas claves muestran que, si se ofrece la atención necesaria y se favorece la visibilización y comprensión de los cambios que puede suponer, la menopausia también puede ser un tiempo de crecimiento personal, con incremento de la autoestima, la satisfacción vital y la sensación de libertad.

Trauma y menopausia: herida silenciosa que empeora los síntomas.

Un hallazgo emergente al que las autoras otorgan gran relevancia es la relación entre menopausia y trauma. Los estudios han encontrado que aquellas mujeres con antecedentes de abuso o violencia reportan más síntomas que, además, son de mayor intensidad, así como un mayor deterioro cardiovascular y neurológico más grave.

La menopausia.
Foto: Freep!k. Fecha de descarga: 05/09/2025.

Para la psicología, esto supone un reto que es urgente abordar: integrar la perspectiva del trauma en la atención a mujeres en menopausia, no como un mero añadido, sino como un eje central del trabajo en la consulta.

Estrategias psicológicas con evidencia científica.

Más allá de los abordajes farmacológicos, que suelen ser el foco de atención de los y las profesionales sanitarios, la revisión destaca la importancia de incorporar y favorecer enfoques alternativos y/o complementarios, y, muy especialmente, de incorporar las intervenciones psicológicas y conductuales. Entre ellas, señala el beneficio de incluir como parte de la atención a este proceso:

  • Terapia cognitivo-conductual (TCC): eficaz para reducir la molestia de sofocos, mejorar el sueño y disminuir síntomas depresivos.
  • TCC para el insomnio: considerada el tratamiento de referencia, con mayor eficacia a largo plazo que la medicación.
  • Mindfulness y terapias de tercera generación: que han mostrado resultados prometedores en la reducción de ansiedad, depresión y problemas sexuales.
  • Formatos grupales: dado que presentan beneficios adicionales por el apoyo social que suponen y la reducción del estigma.

Para las autoras, estos recursos deberían formar parte del kit habitual de la psicología en la atención a mujeres de mediana edad.

Un reto para la psicología: visibilizar y actuar.

El gran problema, subraya el artículo, es la invisibilización de la menopausia: pese a que las mujeres de mediana edad son usuarias frecuentes de servicios psicológicos, la menopausia rara vez se aborda como un factor relevante.

Esto se debe en parte a la falta de formación, subraya el artículo. La psicología clínica sigue sin incluir de manera sistemática la menopausia en sus programas, lo que deja a muchos profesionales sin herramientas específicas para atenderla.

Las autoras llaman a la acción y afirman que urge formar a profesionales de la psicología en el abordaje de la menopausia, integrando conocimientos sobre síntomas, factores de riesgo y recursos de protección, así como intervenciones basadas en la evidencia.

Conclusión: romper el silencio.

La revisión de Thurston y sus colegas no deja lugar a dudas: la menopausia es un punto de inflexión vital que puede convertirse en un periodo de vulnerabilidad psicológica o todo lo contrario. Para la psicología, representa una oportunidad única de visibilizar una experiencia de todas las mujeres que durante décadas ha permanecido en silencio y de ofrecer intervenciones ajustadas a esta realidad.

Si la psicología ignora la menopausia, perpetúa el estigma y el sufrimiento innecesario. Si la integra en su agenda, puede transformar esta transición en una etapa de cuidado, crecimiento y salud integral.

Fuente.

Thurston, R. C., Thomas, H. N., Castle, A. J., & Gibson, C. J. (2025). Menopause as a biological and psychological transition. Nature Reviews Psychology, 4(8), 530–543. https://doi.org/10.1038/s44159-025-00463-9

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