Las guías actuales diseñadas para ayudar a los profesionales sanitarios a suspender la prescripción de antidepresivos carecen de la eficacia esperada puesto que se centran en mejorar los conocimientos teóricos, pero ignoran ciertas barreras estructurales fundamentales como la falta de tiempo en las consultas y el miedo de los profesionales de la medicina a provocar una recaída en sus pacientes. Así lo concluye un estudio publicado en la revista Research in Social and Administrative Pharmacy, en el que se subraya la necesidad urgente de replantear cómo se aborda el tratamiento a largo plazo de la salud mental en la Atención Primaria, puesto que las estrategias basadas únicamente en la educación del profesional no están logrando cambiar la práctica clínica.

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Un problema creciente de salud pública.
Según informan los autores, el uso de antidepresivos ha aumentado año tras año desde la década de 1980, y actualmente aproximadamente el 10 % de los adultos en Inglaterra toma estos medicamentos para la depresión o la ansiedad. Aunque los antidepresivos proporcionan alivio de los síntomas, los autores señalan que la mayoría de las personas acaban tomándolos durante mucho más tiempo del necesario. Así, mientras que las directrices clínicas recomiendan tratamientos de entre 6 y 12 meses, los estudios de cohortes en el Reino Unido y Estados Unidos muestran que los pacientes mantienen la medicación durante una media de cinco años.
Este uso prolongado no es inocuo. Tal y como advierten los autores del documento, los efectos secundarios como la alteración del sueño, el exceso de sudoración y la disfunción sexual pueden ser graves y debilitantes, afectando significativamente a la calidad de vida de las personas. Además, cuanto mayor es la duración del tratamiento, mayor es la incidencia y gravedad de los efectos de abstinencia, que pueden incluir síntomas similares a los de la gripe, alteraciones sensoriales y agitación. A este respecto, es imperativo, señalan los investigadores, que los antidepresivos solo se prescriban durante el tiempo estrictamente necesario.
Metodología.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores realizaron una revisión exploratoria (scoping review) siguiendo un marco metodológico riguroso. El equipo llevó a cabo una búsqueda exhaustiva de palabras clave en bases de datos académicas internacionales, abarcando estudios publicados desde el inicio de los registros hasta enero de 2024.
De los cientos de artículos identificados inicialmente, se seleccionaron 17 estudios revisados por pares que cumplían con los criterios de inclusión: nueve de ellos informaban sobre barreras y facilitadores desde la perspectiva de los profesionales, y ocho detallaban intervenciones específicas. Cabe destacar que el proceso contó con el apoyo de un Grupo Asesor de Investigación formado por personas con experiencia vivida en el uso de antidepresivos, quienes ayudaron a definir las preguntas de investigación y a interpretar los datos.
Las barreras: miedo a recaídas y falta de tiempo.
Tras analizar los estudios seleccionados, los autores identifican una serie de obstáculos críticos que impiden a los profesionales de Atención Primaria iniciar el proceso de retirada o deprescripción. Una de las barreras más citadas en la literatura revisada es la limitación de tiempo. Los médicos de atención primaria informan que las consultas breves, a menudo limitadas a 10 minutos, no ofrecen la oportunidad de realizar el seguimiento adicional necesario para apoyar a un paciente durante la interrupción del tratamiento. Según recogen los autores, los profesionales describen que mantener las recetas repetidas es «más fácil» y se percibe como el camino de menor resistencia en comparación con iniciar una conversación sobre la interrupción.
Otra barrera psicológica importante identificada por los autores es el miedo a las consecuencias negativas. Los profesionales expresan temor a causar una recaída en la condición del paciente, percibiendo que es «menos arriesgado» continuar con la prescripción que desestabilizar potencialmente a una persona. En el caso de pacientes mayores o en residencias, existe una reticencia explícita a «agitar el barco», sumada al miedo a ser denunciados si la condición del paciente empeora tras retirar el fármaco.
Además, el estudio destaca una barrera cultural: la expectativa de que sea el paciente quien plantee el deseo de retirar el fármaco. Los médicos a menudo asumen que si los pacientes o sus familiares no cuestionan el tratamiento, es porque desean continuarlo. Sin embargo, tal y como argumentan los autores en su discusión, los pacientes suelen asumir que la renovación de la receta implica que el médico considera que el medicamento sigue siendo necesario, creando un ciclo de malentendidos que perpetúa el consumo.
Los facilitadores y la paradoja de las guías clínicas.
A pesar de las dificultades, el estudio también señala elementos que facilitan la desprescripción. La formación y la educación sobre cómo interrumpir los antidepresivos, incluyendo el acceso a pautas de reducción de dosis (taping), son los principales facilitadores identificados. Asimismo, la disponibilidad de apoyo adicional, como el acceso a servicios psicológicos, farmacéuticos y terapias psicológicas, resulta fundamental para que los médicos se sientan seguros al retirar la medicación.
No obstante, los investigadores advierten sobre una paradoja. Aunque la falta de guías claras se ha citado históricamente como una barrera, la mera provisión de directrices, como las del National Institute for Health and Care Excellence (NICE) o las Maudsley Deprescribing Guidelines, no siempre se traduce en una mejor práctica. De hecho, los autores sostienen que los profesionales sanitarios pueden asociar las nuevas guías con un aumento de la carga de trabajo, lo que exacerba las limitaciones de tiempo y actúa inadvertidamente como una barrera adicional.
Eficacia limitada de las intervenciones actuales.
En el análisis realizado se revisaron ocho estudios que probaban intervenciones específicas para facilitar la deprescripción. Estas intervenciones incluían principalmente formación para los médicos, material informativo para los pacientes y, en algunos casos, apoyo psicológico o farmacéutico adicional. Sin embargo, los resultados de los ensayos controlados aleatorizados completados, realizados en los Países Bajos, mostraron que estas estrategias no condujeron a un aumento significativo en la interrupción de los antidepresivos.
Por ejemplo, un estudio que enviaba cartas a los médicos recomendando la interrupción del fármaco fue descrito como «contraproducente», puesto que la mitad de los pacientes rechazaron la recomendación impulsados por el miedo a la recurrencia de la enfermedad. Otro estudio que combinaba el apoyo protocolizado con terapia cognitiva basada en la atención plena (mindfulness) tampoco demostró un beneficio significativo en comparación con el apoyo estándar, en parte debido a la baja participación de los pacientes en el programa debido a falta de tiempo. Los autores señalan que las intervenciones existentes abordan los facilitadores (como el conocimiento), pero omiten los componentes necesarios para superar las barreras organizativas y psicológicas, lo que explica su falta de eficacia.
Hacia un nuevo enfoque en la deprescripción.
A la luz de los resultados, los autores plantean que proporcionar conocimientos y habilidades a los profesionales sanitarios para facilitar la retirada de antidepresivos no es suficiente. Puesto que los médicos a menudo indican que ya poseen el conocimiento para deprescribir, el problema real radica en la aplicación de ese conocimiento en un entorno presionado por el tiempo y la percepción de riesgo. A este respecto, los autores sugieren que las futuras intervenciones deben diseñarse utilizando teorías del comportamiento adecuadas que aborden todos los determinantes, no solo la falta de información.
Asimismo, es necesario, apuntan los investigadores, que los profesionales sanitarios sean proactivos, puesto que esperar a que el paciente solicite dejar la medicación contradice la evidencia de que los pacientes desean ser guiados, pero temen la falta de apoyo. Además, continuar recetando un medicamento es una decisión activa que conlleva riesgos legales y clínicos si no se evalúan los beneficios frente a los daños.
En definitiva, este estudio subraya que para reducir los costes humanos y sanitarios del uso innecesario de antidepresivos a largo plazo, los sistemas de salud deben ir más allá de la educación teórica y reformar las estructuras de apoyo, permitiendo a los médicos el tiempo y los recursos necesarios para acompañar a sus pacientes en el delicado proceso de la retirada de los antidepresivos.
Fuente.
Atkins, B., et al., (2025). Primary care healthcare professionals supporting patients to discontinue antidepressants: A scoping review of barriers, enablers and interventions. Research in Social and Administrative Pharmacy, 21, 431–443. https://doi.org/10.1016/j.sapharm.2025.02.004
