«Conocer y pronunciar su nombre, explicarle que estás ahí para ayudarle, o para buscar alternativas a aquello que reclama, no evitar mencionar la palabra suicidio, conocer sus motivos y conseguir hablar sin terceras personas próximas, salvo que se trate de alguien peligroso». Son algunas de las premisas por las que se guían los psicólogos/as del servicio de emergencia 112.
El psicólogo/a tiene que informarse al máximo de la persona que atiende, si su intención es la de acabar con su vida, o si se trata de un recurso extremo para llamar la atención sobre sus problemas. Sin embargo, puede ocurrir que la situación se «descontrole», y entonces tener que recurrir a los bomberos o a la policía. Otra posibilidad es que el psicólogo/a se encuentre con un psicópata «y hay que ir con cuidado de no caer en su juego, porque lo que quiere es poner al límite al psicólogo».
Fuente: El Mundo-El Día (Balears) – Balears,Spain, 30 de mayo