La soledad como amenaza global: la OMS pide priorizar la conexión social al nivel de la salud física y mental
31 Jul 2025

La desconexión social está matando a las personas y erosionando la sociedad. El impacto es profundo, grave y global: casi una de cada seis personas en el mundo sufre aislamiento social o soledad, una proporción que pone de relieve la magnitud silenciosa de esta crisis global. Esta afirmación, recogida en un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), marca un antes y un después en la consideración de la soledad y el aislamiento social como determinantes clave de la salud mental, la mortalidad y el bienestar humano.

Bajo el título From Loneliness to Social Connection: A Global Priority for Health, Well-being and Development, el informe es el resultado del trabajo de la Comisión de la OMS sobre Conexión Social, y representa el primer análisis global que reconoce la falta de vínculos sociales como una amenaza crítica para el desarrollo sostenible y la salud pública.

Soledad e aislamiento: una crisis silenciosa con consecuencias letales

Basado en la revisión de más de 1.000 artículos científicos y múltiples informes globales, el documento destaca que la soledad y el aislamiento social aumentan significativamente el riesgo de mortalidad prematura, en niveles comparables o superiores a los del tabaquismo, el alcoholismo, la obesidad o el sedentarismo.

Según se indica, el aislamiento social se asocia con un aumento del 32% en el riesgo de muerte prematura, la soledad con un 14% y vivir solo con un 28%. En términos agregados, se estima que la desconexión social está asociada a más de 871.000 muertes al año, lo que equivale a casi 100 muertes por hora en todo el mundo.

Estas formas de desconexión se vinculan también con una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, demencia, infecciones y trastornos psicológicos. A este respecto, los autores advierten de que “la soledad y el aislamiento social aumentan el riesgo de trastornos depresivos, ansiedad y suicidio”.

soledad no deseada
Foto: freepik. Diseño: rawpixel.com/freepik. Fecha: 14/06/24
La dimensión psicológica del problema

La Comisión de la OMS dedica una parte relevante del informe a explorar los efectos de la desconexión sobre la salud mental, incluyendo su relación con trastornos psicológicos, rasgos de personalidad y factores de riesgo clínicos.

Se afirma que la soledad y el aislamiento social están estrechamente ligados a una mayor probabilidad de desarrollar trastornos depresivos y de ansiedad. En este sentido, destaca que estas condiciones “pueden tanto contribuir como resultar de la soledad”, creando un círculo vicioso difícil de romper.

Asimismo, el documento recoge evidencia de que determinadas características de personalidad (como por ejemplo, el neuroticismo), están relacionadas con niveles más altos de soledad percibida, exacerbando sus efectos adversos sobre el bienestar.

También se advierte de la existencia de factores sociales y psicológicos que amplifican el impacto negativo de la desconexión, como la baja autoestima, habilidades sociales limitadas, la percepción distorsionada de las relaciones o el miedo al rechazo.

Efectos en el desarrollo: adolescencia y edad adulta

Uno de los aspectos más alarmantes del informe es el reconocimiento de que la soledad afecta a todas las etapas de la vida, pero tiene consecuencias especialmente críticas durante la adolescencia y la adultez temprana, periodos clave para el desarrollo emocional y social. Según datos del informe, entre el 17% y el 21% de los y las jóvenes de entre 13 y 29 años declaran sentirse solos/as, con las tasas más altas entre los/as adolescentes.

A este respecto, la Comisión se muestra tajante: “incluso en un mundo conectado digitalmente, muchos/as jóvenes se sienten solos/as”. La OMS alerta aquí de que el aislamiento crónico durante estas etapas puede tener efectos duraderos en la salud mental, el rendimiento académico y la integración social.

De igual modo, se pone de relieve que la desconexión durante la adolescencia puede estar asociada con un mayor riesgo de involucrarse en conductas violentas, ser víctima de bullying, e incluso desarrollar ideación suicida.

Grupos en riesgo de desconexión social

La prevalencia de la soledad es también más alta en ciertos grupos sociales. En torno al 24% de las personas que viven en países de ingresos bajos declaran sentirse solas, lo que duplica la proporción observada en países de ingresos altos (alrededor del 11%).

Las personas adultas mayores, junto con los/as adolescentes, constituyen otro grupo con elevada prevalencia de aislamiento social: se estima que afecta a 1 de cada 3 personas mayores y a 1 de cada 4 adolescentes.

Además, grupos como las personas con discapacidad, los refugiados, migrantes, personas LGBTQ+, pueblos indígenas y minorías étnicas enfrentan obstáculos estructurales y discriminación que dificultan su capacidad para establecer vínculos sociales.

Consecuencias sociales, sanitarias y económicas de la desconexión social

Más allá de los efectos individuales, el informe destaca que la soledad y el aislamiento representan una carga sustancial para los sistemas de salud pública, la economía y el tejido social. Se estima que estos fenómenos generan un coste considerable por su asociación con un aumento del uso de servicios sanitarios, pérdida de productividad, absentismo laboral y mortalidad prematura. Además de incrementar el riesgo de muerte prematura, la evidencia muestra que la soledad y el aislamiento social están asociados con un mayor riesgo de accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, diabetes y deterioro cognitivo, lo que convierte esta problemática en un desafío de salud pública integral.

En cuanto a la salud mental, las personas solas tienen el doble de probabilidades de desarrollar depresión, y también pueden presentar mayor riesgo de ansiedad, autolesión e ideación suicida.

La Comisión de la OMS alerta sobre el impacto negativo que tienen la soledad y la desconexión social sobre el bienestar general de la población: “las personas solas experimentan niveles más bajos de bienestar subjetivo, satisfacción vital y esperanza en el futuro”, recordando que “el bienestar individual y colectivo está profundamente vinculado a la calidad y cantidad de nuestras relaciones sociales”.

La desconexión social también tiene consecuencias educativas y laborales. Los/as adolescentes que se sienten solos tienen un 22% más de probabilidades de obtener calificaciones bajas, lo que puede afectar a su trayectoria vital. En el ámbito profesional, las personas adultas que experimentan soledad pueden tener mayores dificultades para encontrar y mantener un empleo, y su salario tiende a reducirse con el tiempo.

Desde una perspectiva macroeconómica, los costes asociados a la soledad y al aislamiento alcanzan miles de millones, principalmente por pérdida de productividad y sobrecarga del sistema sanitario. Según un estudio realizado en Estados Unidos, se estima que el coste de la soledad y el aislamiento entre personas mayores supera los 6.700 millones de dólares anuales, debido al mayor uso de servicios sanitarios.

Urgencia de intervención: medidas basadas en evidencia

El documento constituye también una llamada a la acción y plantea un conjunto de intervenciones escalables y basadas en la evidencia para revertir esta crisis global de desconexión social. Entre las propuestas se incluyen campañas nacionales para reducir el estigma asociado a la soledad, programas de entrenamiento en habilidades sociales, creación de espacios comunitarios inclusivos, y la integración de la conexión social como objetivo transversal en políticas públicas.

Asimismo, se propone que la salud social reciba el mismo nivel de prioridad que la salud física y la salud mental, recomendando que los sistemas sanitarios evalúen de forma rutinaria el grado de aislamiento y soledad de los pacientes.

Un ejemplo de estas medidas es el caso del Reino Unido, uno de los países pioneros en abordar esta problemática, donde la iniciativa de “prescripción social” ha mostrado resultados prometedores, reduciendo en un 21% las visitas a médicos de atención primaria entre personas que participaron en programas de conexión social.

Más allá de las intervenciones específicas, el informe subraya que las causas de la soledad y el aislamiento social son múltiples. Entre ellas se encuentran la mala salud, los bajos ingresos, el bajo nivel educativo, vivir solo, la falta de infraestructuras comunitarias y de políticas públicas adecuadas.

También se llama la atención sobre el papel ambivalente de las tecnologías digitales, señalando la necesidad de vigilar el efecto del tiempo excesivo ante pantallas o de las interacciones en línea negativas, especialmente sobre la salud mental y el bienestar de las personas jóvenes, lo que refuerza la urgencia de integrar la conexión social en todas las políticas que afectan a esta población.

Teniendo en cuenta todo lo expuesto, la OMS plantea en su informe una hoja de ruta global articulada en cinco ámbitos prioritarios: políticas, investigación, intervenciones, mejora de la medición —incluido el establecimiento de un índice mundial de conexión social— y compromiso público, con el objetivo de transformar las normas sociales y consolidar un movimiento internacional en favor de la conexión social.

La hoja de ruta propuesta contempla acciones aplicables a distintos niveles —nacional, comunitario e individual—, que abarcan desde cambios legislativos y políticas públicas, hasta mejoras en la infraestructura social (como bibliotecas, parques o cafés), así como la implementación de intervenciones psicológicas dirigidas a reducir el aislamiento y fortalecer los vínculos entre las personas.

Psicología y profesionales de la salud mental: un papel crucial

El informe destaca el papel clave de los psicólogos y profesionales de la salud mental en el diseño e implementación de estrategias para fomentar la conexión social. Subraya que la formación en psicología debe incluir herramientas para identificar y abordar la soledad, tanto en contextos clínicos como comunitarios. De hecho, resalta que muchas de las intervenciones exitosas que han demostrado reducir la soledad están fundamentadas en principios psicológicos, incluyendo técnicas cognitivas conductuales, trabajo grupal, y terapia centrada en la mejora de las relaciones interpersonales.

En la misma línea, la Comisión pide mayor inversión en investigación psicológica sobre los mecanismos que vinculan la desconexión social con los problemas de salud mental, así como en el diseño de estrategias de prevención del suicidio asociadas a la soledad.

Conclusión: una prioridad mundial para el desarrollo humano

La Comisión de la OMS concluye con un mensaje rotundo: la conexión social debe convertirse en una prioridad mundial para el desarrollo humano, al mismo nivel que la salud mental y física. La evidencia señala que las conexiones sociales sólidas no solo protegen la salud mental y física, sino que también contribuyen a una vida más larga y saludable, siendo la relación humana un determinante esencial del bienestar.

Tal como afirman los autores: “una población más conectada socialmente es una población más saludable, resiliente y próspera”. Y añaden: “Promover la conexión social reduce muertes evitables, mejora la salud mental, impulsa el rendimiento educativo y fortalece la cohesión social”.

Más allá de la esfera individual, las comunidades con redes sociales sólidas son más saludables, seguras y resilientes, especialmente ante situaciones de crisis o desastre, lo que refuerza la necesidad de abordar la conexión social como un determinante colectivo del bienestar.

El informe no solo realiza una radiografía de esta «crisis silenciosa», sino que constituye una invitación urgente a construir un mundo más conectado, justo y saludable. Un mundo donde la soledad deje de ser una condena invisible y la salud social se reconozca como un pilar esencial del bienestar global.

Se puede acceder al informe completo desde la página web de la OMS o bien directamente aquí:

WHO (2025). From loneliness to social connection – charting a path to healthier societies: report of the WHO Commission on Social Connection. Geneva: World Health Organization. Licence: CC BY-NC-SA 3.0 IGO

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