La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado recientemente nuevos datos y recomendaciones sobre la situación de la salud mental de las personas refugiadas y migrantes, advirtiendo de la magnitud creciente del fenómeno y de los retos sanitarios, psicológicos y sociales que conlleva. Según las últimas cifras, en 2024 había 123,2 millones de personas desplazadas por la fuerza en el mundo, lo que representa una cifra sin precedentes. De ellas, 73,5 millones eran desplazados internos, 36,8 millones refugiados, 8,4 millones solicitantes de asilo y 5,9 millones personas necesitadas de protección internacional.
Un aspecto fundamental es que los países de ingresos bajos y medios acogen al 71% de la población refugiada mundial, lo que, para la OMS, refleja una distribución desigual de responsabilidades y subraya la necesidad de un apoyo internacional más equitativo.
Asimismo, advierte de que los refugiados y migrantes expuestos a la adversidad presentan una mayor probabilidad que las poblaciones de acogida de experimentar problemas de salud mental, incluyendo depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático (TEPT), suicidio y psicosis. Sin embargo, muchas de estas personas enfrentan barreras significativas para acceder a los servicios de salud mental, así como interrupciones en la continuidad de la atención.

Además del mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental, refugiados y migrantes enfrentan barreras estructurales y sociales
Hoy más personas que nunca viven en un país distinto al de su nacimiento. Aunque algunas migran por elección, muchas lo hacen por necesidad, ya sea para escapar de la persecución, los conflictos, la violencia, los desastres o el trato inhumano. También existen quienes se ven obligadas a desplazarse para huir de la pobreza, acceder a derechos sociales o reunirse con sus familias.
La OMS subraya que las necesidades de salud mental de refugiados y migrantes son diversas y están determinadas por múltiples factores: las experiencias en el país de origen, las vivencias en el viaje migratorio, las políticas de entrada e integración en el país de destino, así como las condiciones de vida y trabajo. En muchos contextos, esto se traduce en un riesgo más elevado de desarrollar trastornos mentales en comparación con la población autóctona.
A estas dificultades se añaden barreras estructurales y sociales que dificultan la inclusión y limitan tanto la accesibilidad como la aceptabilidad de los servicios de salud mental. Para afrontarlas, la Organización Mundial recomienda acciones multidisciplinarias específicas, que integren cuidados culturalmente sensibles, apoyo social, asistencia legal y participación comunitaria.
Estrés y salud mental en cada etapa de la migración
El proceso migratorio constituye un determinante clave en la salud mental de refugiados y migrantes. Cada fase conlleva estresores particulares que pueden incrementar el riesgo de desarrollar condiciones psicológicas:
- Etapa pre-migratoria: marcada por la falta de medios de vida y oportunidades educativas, la exposición a conflictos armados, violencia, desastres naturales, pobreza y persecución.
- Viaje migratorio y tránsito: donde las personas afrontan condiciones desafiantes y potencialmente mortales, violencia, detención y carencia de servicios básicos.
- Etapa post-migratoria: caracterizada por barreras en el acceso a la atención en salud mental, malas condiciones de vida, separación de familiares y redes de apoyo, incertidumbre en el estatus legal y, en algunos casos, detención en centros de inmigración.
- Integración y asentamiento: que incluye condiciones precarias de vivienda y trabajo, desempleo, dificultades de asimilación, amenazas a identidades culturales, religiosas o de género, obstáculos burocráticos, racismo, exclusión, aislamiento social e incluso riesgo de deportación.
Factores de riesgo y de protección
La salud mental de refugiados y migrantes está condicionada por una amplia gama de factores individuales, familiares, comunitarios y estructurales, que la OMS agrupa en cinco áreas principales:
- Apoyo comunitario: la pertenencia a una comunidad con antecedentes compartidos, así como la escolarización de los niños y las niñas, se asocia con un mejor bienestar psicológico.
- Necesidades básicas y seguridad: la falta de ingresos, vivienda, empleo, estatus legal o acceso a alimentos deteriora la salud mental.
- Estigma y discriminación: el racismo y la exclusión retrasan o impiden la búsqueda de ayuda, generando consecuencias adversas.
- Adversidad y trauma: la exposición a conflictos, abusos, violencia o detenciones prolongadas se vincula directamente con la aparición de depresión y TEPT.
- Acceso a servicios: las barreras lingüísticas, la falta de información y las preocupaciones sobre confidencialidad dificultan el acceso a la atención psicológica.
Prevalencia de los trastornos mentales
La evidencia científica muestra que muchos refugiados y migrantes experimentan síntomas de distrés psicológico, tales como ansiedad, tristeza, desesperanza, problemas de sueño, fatiga, irritabilidad, ira y dolores físicos. Para la mayoría, estas reacciones tienden a mejorar con el tiempo; sin embargo, una proporción significativa desarrolla trastornos de salud mental más graves.
Las investigaciones indican que la prevalencia de depresión, ansiedad, TEPT y suicidio es superior entre refugiados y migrantes en comparación con las poblaciones de acogida. En diversos países, la incidencia de psicosis también es más alta en migrantes, atribuida a la acumulación de desventajas sociales a lo largo del proceso migratorio.
Consideraciones de política para mejorar la salud mental
La Organización Mundial de la Salud recomienda a los gobiernos y organismos internacionales una serie de acciones estratégicas para proteger la salud mental de refugiados y migrantes:
- Fomentar el apoyo comunitario y la inclusión social, evitando la separación de familias y niños.
- Abordar los determinantes sociales, garantizando acceso igualitario a vivienda, alimentos, apoyo legal, educación y empleo, mediante la colaboración intersectorial.
- Integrar la salud mental en la atención sanitaria general, formando a profesionales de la salud, trabajadores sociales, docentes y funcionarios de migración en la detección y derivación.
- Ofrecer servicios de salud mental flexibles, adaptados al idioma y la cultura, con opciones de lugar, proveedor y tipo de tratamiento.
- Proteger los derechos humanos, previniendo la violencia y discriminación, especialmente contra menores no acompañados, personas con discapacidad o colectivos LGBTIQ+.
- Reforzar la capacidad comunitaria, a través de la información, la participación de asociaciones de migrantes y la mejora de la continuidad asistencial.
Conclusión
Los datos de la OMS ponen de relieve que la salud mental de refugiados y migrantes es un desafío prioritario para los sistemas sanitarios y sociales en todo el mundo. Las cifras actuales —más de 123 millones de personas desplazadas por la fuerza— evidencian la urgencia de implementar estrategias inclusivas, culturalmente sensibles y centradas en los derechos humanos.
La integración de la salud mental en las políticas migratorias, el refuerzo de los sistemas de apoyo comunitario y la eliminación de barreras de acceso constituyen pasos esenciales para garantizar que los refugiados y migrantes no solo sobrevivan, sino que puedan desarrollar todo su potencial y contribuir positivamente a las sociedades que los acogen.
Fuente: WHO (2025). Refugee and migrant mental health. Fact Sheets. Newsroom. World Health Organization.
