Los niveles de ansiedad y depresión en la población siguen siendo altos, según la OECD
02 Ene 2024

La salud mental de la población aún no se recupera de la pandemia: los niveles de ansiedad y depresión han mejorado ligeramente en algunos países, pero siguen siendo mucho más altos que los niveles previos a la pandemia.

Así lo advierte el último informe sobre el panorama de la salud en Europa (Health at a Glance: Europe 2023), publicado por la Comisión Europea y la OCDE (Organización para la cooperación y el desarrollo económico), un documento a través del cual se presenta un análisis comparativo del estado de salud de los ciudadanos y las ciudadanas de la Unión Europea y el rendimiento de los sistemas sanitarios de sus Estados miembros, con el fin de identificar sus puntos fuertes, las principales tendencias y las oportunidades de mejora. Esta nueva edición incluye también un capítulo especial dedicado a la salud digital y su potencial para transformar los sistemas de salud.

Tal y como afirma la Secretaría General de la OECD, “en medio de la creciente demanda de servicios como resultado del efecto combinado del envejecimiento de la población y los estilos de vida poco saludables, los sistemas de salud deben facilitar un acceso mejor y más oportuno a una atención médica asequible, a la vez que abordan las secuelas persistentes de la COVID-19 en la salud mental y física”. En la misma línea, señala, “acelerar la transformación digital de nuestros sistemas de atención médica y la adopción de tecnologías de salud digitales puede transformar aún más los sistemas de salud y mejorar su eficacia. El acceso oportuno y asequible a una atención sanitaria de alta calidad es un imperativo económico y social, ya que permite a las personas participar plenamente en nuestras sociedades, impulsando la participación del personal laboral y la productividad de los trabajadores”.

ansiedad y depresión
Fuente: freepik. Foto: jcomp. Fecha: 27/12/23

A continuación, resumimos las principales conclusiones del informe de la OECD:

  • Los sistemas de salud de la OCDE se encuentran bajo una renovada presión financiera, debido a una situación económica desafiante, con prioridades contrapuestas, que reducen los fondos públicos disponibles para la salud
  • En 2019, antes de la pandemia, los países de la OCDE gastaban en promedio el 8,8% del PIB en atención médica, una cifra que se mantenía relativamente sin cambios desde 2013. En torno al año 2021, esta proporción se elevó al 9,7%. Sin embargo, en 2022 se registra una caída significativa del ratio hasta el 9,2%, lo que refleja una menor necesidad de gasto para hacer frente a la pandemia, pero también el impacto de la inflación.
  • El gasto sanitario promedio per cápita en los países de la OCDE alcanzó aproximadamente los 5.000 dólares en 2022. Estados Unidos fue el país que más gastó en atención sanitaria, con un gasto per cápita de 12.555 dólares, seguido de Suiza con 8.049 dólares y Alemania con 8.011 dólares (si se ajustan las diferencias en el poder adquisitivo).
  • Las preocupaciones sobre la escasez de personal laboral de atención sanitaria y social son cada vez mayores. El envejecimiento de la población es una de las razones por las que la demanda de trabajadores sanitarios y de cuidados a largo plazo parece estar superando la oferta.
Muchas personas luchan todavía por su salud mental y física
  • La alta inflación ha erosionado los salarios del sector de la salud en algunos países, lo que dificulta atraer y retener a los y las profesionales sanitarios/as. Al analizar tendencias a más largo plazo, el crecimiento de los salarios reales de los trabajadores de la salud ha variado notablemente, con grandes aumentos en la mayoría de los países de Europa central y oriental desde 2011, mientras que Finlandia, Italia, Portugal, España y el Reino Unido registran salarios reales estancados o en descenso.
  • La esperanza de vida se redujo 0,7 años de media en todos los países de la OCDE entre 2019 y 2021. Si bien los datos en 2022 apuntan a una recuperación en algunos países, en 28 de ellos, la esperanza de vida se mantiene por debajo de niveles anteriores a la pandemia.
  • Los datos muestran que la esperanza de vida a los 65 años es alrededor de 3,3 años mayor para las mujeres que para los hombres. Entre los países de la OCDE, la esperanza de vida a los 65 años en 2021 fue más alta para las mujeres en España (23,5 años) y para los hombres en Islandia (20,5 años).
Un 8% de las personas adultas perciben que tienen mala salud
  • De acuerdo con el informe, la forma en que las personas evalúan su propia salud proporciona una visión holística de la salud física y mental. Agregar esa perspectiva sobre la calidad de vida complementa los indicadores de esperanza de vida y mortalidad que solo miden la supervivencia. Además, a pesar de su naturaleza subjetiva, la autoevaluación de la salud ha demostrado ser un buen predictor de las necesidades de atención sanitaria y la mortalidad futuras.
  • A este respecto, las cifras relativas a la autoevaluación de la salud correspondientes a 2021 revelan que, alrededor del 8% de las personas adultas, perciben que tienen mala salud (porcentaje menor, en comparación con el 10,1% obtenido en 2011).
  • Las personas con ingresos más bajos se muestran menos positivas con su salud, frente a aquellas con ingresos más altos. Asimismo, la salud autovalorada tiende a deteriorarse con la edad. En muchos países, hay una reducción especialmente significativa en la forma en que las personas califican su salud cuando llegan a los 40 años, con una disminución adicional después de alcanzar la edad de jubilación. Se observa que los hombres son más propensos que las mujeres a calificar su salud como buena.
  • Los ataques cardíacos, los accidentes cerebrovasculares y otras enfermedades circulatorias fueron responsables de más de una de cada cuatro muertes; una de cada cinco muertes se debió al cáncer, y la COVID-19 causó el 7% de todas las muertes (cifras registradas en 2021). Casi un tercio de todas las muertes podría haberse evitado mediante intervenciones de prevención y atención sanitaria más eficaces y oportunas.
Si bien los niveles de ansiedad y depresión han mejorado ligeramente, siguen siendo mucho más altos que antes de la pandemia
  • Según afirma la OECD, “una buena salud mental es esencial para poblaciones y economías saludables”. En este sentido, recuerda que, cuando las personas viven con mala salud mental, les resulta más difícil tener éxito en la escuela, ser productivas en el trabajo y mantenerse físicamente saludables. La pandemia de la COVID-19 alteró gravemente la forma en que las personas viven, trabajan y aprenden, e impulsó aumentos significativos de malestar psicológico. Al comienzo de la pandemia, la proporción de la población que reportaba síntomas de ansiedad y depresión aumentó en todos los países de la OCDE y hasta se duplicó en algunos de ellos. Durante el transcurso de la pandemia, la salud mental de la población aumentó y disminuyó, empeorando generalmente durante los períodos en los que las tasas de infección y mortalidad eran altas o cuando se aplicaban medidas estrictas (por ej., medidas de contención).
  • Los indicadores apuntan a una ligera mejora en la salud mental de la población a medida que nos recuperamos de la pandemia, pero los problemas de salud mental siguen siendo elevados: la proporción de la población que reporta síntomas de depresión en 2022 continúa siendo, al menos, un 20% más alta que antes de la pandemia.
  • A juicio de la Organización, “los niveles persistentemente altos de angustia mental ‘más allá de la pandemia’, podrían reflejar la confluencia de múltiples crisis: la crisis del coste de vida, la crisis climática y las tensiones geopolíticas”. Crisis como las pandemias, los fenómenos meteorológicos extremos y las crisis financieras, advierte, “también pueden aumentar el riesgo de comportamiento suicida”. Si bien complejos factores sociales y culturales influyen en este grave problema, la mala salud mental aumenta el riesgo de morir por suicidio.
Aunque las tasas de suicidio varían entre países, se han registrado aumentos significativos en algunos de ellos, especialmente, entre los y las jóvenes
  • Las cifras muestran que las tasas de muerte por suicidio varían actualmente casi seis veces entre los países de la OCDE y son más de tres veces más altas para los hombres que para las mujeres. Las muertes por suicidio tenían en general una tendencia a la baja antes de la pandemia, cayendo un 28,4% en promedio en el período comprendido entre 2000 y 2019. Existía la preocupación de que la crisis de la COVID-19 provocase un incremento, y, de hecho, en algunos países se han observado aumentos significativos de ideación suicida, especialmente entre los y las jóvenes.
  • La Organización manifiesta que, hasta cierto punto, estas preocupaciones no se hicieron realidad durante el primer año de la pandemia: en los 27 países de la OCDE (para los que se cuenta con datos disponibles), las tasas de muerte por suicidio disminuyeron un 2,4% en promedio entre 2019 y 2020. Sin embargo, este porcentaje varió en función de los países: en un tercio de los países con datos disponibles, los suicidios aumentaron entre 2019 y 2020, mientras que, en otro tercio, se redujeron en un 5% o más.
El coste económico de los trastornos mentales se estima en más del 4,2% del PIB
  • La carga de los trastornos mentales es sustancial y afecta a una de cada dos personas en algún momento de sus vidas. Durante la pandemia de COVID-19, los niveles de angustia mental aumentaron y la prevalencia de ansiedad y depresión se duplicó en algunos países.
  • Se ha estimado que los costes económicos debidos a los trastornos mentales ascienden a más del 4,2% del producto interno bruto (PIB), y cubren tanto los costes directos del tratamiento, como los costes indirectos relacionados con tasas de empleo más bajas y una productividad reducida.
  • Una atención oportuna y de alta calidad tiene el potencial de mejorar los resultados y reducir las tasas de suicidio y el exceso de mortalidad entre las personas con trastornos mentales. Sin embargo, los datos señalan deficiencias en la continuidad de la atención y dificultades constantes para mejorar los resultados, especialmente, para las personas con trastornos mentales graves.
Las tasas de suicidio se han reducido significativamente en los países que cuentan con un programa y/o una Estrategia de prevención de suicidio
  • Las tasas de suicidio después del alta hospitalaria pueden constituir un indicador de la calidad de la atención en la comunidad después de la hospitalización, así como la coordinación entre el entorno hospitalario y el comunitario.
  • Las diferencias entre países con respecto a estas tasas, pueden reflejar también diferencias en el acceso a la atención de la salud mental y la gravedad de las condiciones de los pacientes que son tratados en entornos hospitalarios (dado que las altas hospitalarias varían ampliamente entre países). Así, entre 2011 y 2021, la tasa promedio de suicidio se mantuvo estable en los países de la OCDE, pero hubo una marcada reducción en países como Chile, Finlandia y Suecia. Tras la implementación exitosa del Programa de Prevención del Suicidio en 1992-96, en el año 2020, Finlandia introdujo la Estrategia Nacional de Salud Mental y la Agenda de Prevención del Suicidio 2020-30.
  • Según indica la OECD, las personas con un trastorno psiquiátrico tienen una tasa de mortalidad más alta que la población general: las tasas de mortalidad de las personas con esquizofrenia y trastorno bipolar son más del doble que las tasas de la población general en la mayoría de los países. Durante la última década, el exceso de mortalidad entre las personas con trastorno mental grave ha aumentado en la mayoría de los países, excepto en la República Checa y Suecia. El progreso es notable en la República Checa, que comenzó a implementar estrategias de atención a la salud mental en 2017, centrándose en brindar servicios sociales y de atención multidisciplinarios (incluyendo la Psicología), a personas con trastornos bipolares y esquizofrenia en centros de atención a la salud mental de la comunidad.
En España y Corea las tasas de consumo de benzodiacepinas superan los 110 pacientes por 1.000 habitantes de 65 años o más
  • El consumo farmacéutico ha ido aumentando durante décadas, impulsado por una creciente necesidad de medicamentos para tratar enfermedades crónicas y relacionadas con la edad, así como por cambios en la práctica clínica.
  • Se observa una variabilidad en el uso de benzodiazepinas, si bien su uso se ha reducido entre 2011 y 2021 en los países de la OCDE. El uso y consumo crónico de benzodiazepinas en los países de la OCDE se redujo de los 39 pacientes por 1.000 habitantes de 65 años o más registrados en 2011, a 28,2 por 1.000 en 2021. En el caso de las benzodiazepinas de acción prolongada, la cifra media de la OCDE cayó de 76 pacientes por 1.000 habitantes de 65 años o más en 2011, a casi 44 por 1.000 en 2021. Las tasas volvieron a ser relativamente bajas en Italia y Turquía, y también en Letonia, con menos de 2 pacientes por 1.000 habitantes de 65 años y más, mientras que en España y Corea las tasas superaban los 110 por 1.000.
  • El informe destaca en este punto que la mayoría de las directrices recomiendan evitar por completo (es decir, una tasa ideal del 0%) la prescripción de benzodiazepinas a personas mayores, “debido a los riesgos asociados de mareos, confusión y caídas”. Aun así, alerta que se siguen prescribiendo benzodiacepinas a adultos mayores para los trastornos de ansiedad y del sueño, a pesar de que su uso prolongado “puede provocar eventos adversos (sobredosis), tolerancia, dependencia y aumento de la dosis”. Además, “se desaconseja el uso de benzodiazepinas de acción prolongada en adultos mayores porque el cuerpo tarda más en eliminarlas”.
El tabaquismo, el consumo nocivo de alcohol, la inactividad física y la obesidad: principales causas de muchas enfermedades crónicas
  • Las tasas de obesidad continúan aumentando en la mayoría de los países de la OCDE, con un 54% de adultos con sobrepeso u obesidad. Una dieta saludable y la actividad física son fundamentales; no obstante, sólo el 15% de las personas adultas consume cinco o más porciones de frutas y verduras al día, y sólo el 40% practica al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada a intensa a la semana.
  • Con respecto al tabaquismo, si bien las tasas de consumo diario continúan cayendo en la mayoría de los países de la OCDE, el 16% de las personas de 15 años o más todavía fuman a diario y el uso regular de productos de cigarrillos electrónicos (vapeo) se está incrementando, registrando un aumento en alrededor de dos tercios de los países de la OCDE, siendo más común entre los y las jóvenes (6,1% frente a 3,2% de la población en general).
  • Por su parte, el consumo de alcohol es una de las principales causas de muerte y discapacidad en todo el mundo, especialmente entre las personas en edad de trabajar. Un consumo elevado es un importante factor de riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares, cirrosis hepática y ciertos cánceres, pero incluso un consumo bajo y moderado aumenta el riesgo a largo plazo de estas enfermedades.
  • El alcohol también contribuye a más accidentes automovilísticos y lesiones, violencia, homicidios, suicidios y trastornos de salud mental que cualquier otra sustancia psicoactiva, especialmente, entre las personas jóvenes. Las enfermedades y lesiones relacionadas con el alcohol suponen un alto coste para la sociedad: un promedio del 2,4% del gasto en salud se debe al abordaje de los daños causados por el consumo de alcohol, y la cifra llega hasta el 4% en algunos países.
El consumo regular de drogas ilícitas se asocia con mayor riesgos de enfermedades cardiovasculares, problemas de salud mental y accidentes
  • El consumo de drogas ilícitas es una de las principales causas de mortalidad evitable, tanto directamente por sobredosis, como indirectamente por enfermedades, accidentes, violencia y suicidio relacionados con las drogas.
  • Particularmente, entre personas que las consumen regularmente y en grandes cantidades, se asocia con mayores riesgos de enfermedades cardiovasculares, problemas de salud mental y accidentes, así como enfermedades infecciosas (como el VIH y la hepatitis C cuando se inyecta la droga).
  • El consumo de estas sustancias ilícitas está relacionado también con una amplia gama de los problemas sociales y de salud más apremiantes de la actualidad (problemas de salud mental, autolesiones, criminalidad juvenil, explotación de personas vulnerables, etc.), complicando, a su vez, la eficacia de las intervenciones para abordarlos.
Las enfermedades crónicas pueden prevenirse modificando los factores de riesgo
  • Las enfermedades crónicas como el cáncer, los problemas respiratorios crónicos y la diabetes no sólo constituyen las principales causas de muerte en los países de la OCDE, sino que también representan una importante carga de discapacidad en la población. Muchas enfermedades crónicas se pueden prevenir modificando los principales factores de riesgo, como el tabaquismo, el consumo de alcohol, la obesidad y la inactividad física.
  • Más de un tercio de las personas de 16 años o más informaron vivir con una enfermedad o problema de salud a largo plazo. Las disparidades socioeconómicas son grandes aquí: en promedio, el 43% de las personas en el quintil de ingresos más bajo reportaron un problema a largo plazo, en comparación con el 27% en el quintil de ingresos más elevado.
  • A medida que las poblaciones envejecen, aumenta la prevalencia de enfermedades crónicas, incluida la multimorbilidad. Los sistemas de salud deben estar cada vez más preparados para ofrecer una gestión de la atención crónica de alta calidad y satisfacer las necesidades de las poblaciones que envejecen.
El control eficaz de la diabetes es una prioridad de salud pública
  • Una de las enfermedades crónicas más importantes es la diabetes, que tiene una carga de discapacidad particularmente grande, y causa enfermedades cardiovasculares, ceguera, insuficiencia renal y amputación de miembros inferiores, entre otras consecuencias. Ocurre cuando el cuerpo es incapaz de regular los niveles excesivos de glucosa en la sangre.
  • Se estima que alrededor de 537 millones de adultos/as viven con esta afección en todo el mundo y 48 millones de personas tienen una diabetes no diagnosticada. Entre los países miembros de la OCDE, la prevalencia de esta enfermedad es más alta en México, Turquía, Chile, Estados Unidos y España, con más del 10% de las personas adultas que conviven con ella (datos estandarizados por edad). Se registra un aumento notable en Turquía, Islandia y España, con un incremento del 60% o más. A juicio de la OCDE, estas tendencias ascendentes “se deben en parte a las crecientes tasas de obesidad, mala nutrición e inactividad física, así como a sus interacciones con el envejecimiento de la población”.
  • La carga económica de la diabetes es sustancial: se estima que en 2021 se gastaron 650 mil millones de dólares en el tratamiento de la diabetes y la prevención de complicaciones.
  • Por lo tanto, el control eficaz de la esta afección es una prioridad de salud pública. La importancia de su prevención y tratamiento también se destacó durante la pandemia de COVID-19, ya que la infección se asocia con altos riesgos de hospitalización y mortalidad entre las personas con diabetes. Las muertes por diabetes continúan aumentando a nivel mundial, y se prevé que, para 2045, aproximadamente 783 millones de adultos serán diagnosticados de diabetes, siendo probable que la carga de esta enfermedad aumente aún más.
La edad sigue siendo el mayor factor de riesgo de demencia
  • La demencia es uno de los mayores desafíos del envejecimiento de la población en todo el mundo. A pesar de los prometedores avances, actualmente no existe cura, e incluso los tratamientos orientados a retrasar su progresión, pueden causar efectos secundarios preocupantes.
  • Según datos de 2021, más de 21 millones de personas en los países de la OCDE presentaban demencia. Si las tendencias actuales continúan, esta cifra podría aumentar casi un 50% para el año 2040, hasta alcanzar casi 32 millones de personas en los países de la OCDE. La edad sigue siendo el mayor factor de riesgo de demencia: a medida que aumenta la tasa de envejecimiento en los países, el número de personas que viven con demencia también se incrementará, en particular, en función del aumento de la proporción de la población mayor de 80 años.
  • Los sistemas de atención sanitaria y social pueden hacer mucho para mejorar la atención y la calidad de vida de las personas que viven con demencia y sus familias. En los últimos años, al menos 25 países de la OCDE han desarrollado o anunciado planes o estrategias nacionales para su abordaje. Se está prestando cada vez más atención a reducir el estigma en torno a la demencia y a adaptar las comunidades y los centros de atención para satisfacer las necesidades de las personas con esta afección.
  • La disponibilidad de intervenciones no farmacológicas eficaces para reducir los síntomas conductuales y psicológicos que afectan a muchas personas con demencia, así como los riesgos para la salud asociados con la medicación antipsicótica y las cuestiones éticas, hace que esta medicación se recomiende sólo como último recurso. Sin embargo, la OECD advierte del uso inadecuado y generalizado de estos medicamentos, por lo que “reducir su uso excesivo es una prioridad política para muchos países”.
Las personas en situación económica desfavorecida tienen más dificultades a la hora de acceder a la atención que necesitan
  • Aún persisten las barreras en el acceso a la atención de la salud, a pesar de la cobertura sanitaria universal en la mayoría de los países de la OCDE. Un enfoque renovado en la atención primaria y la prevención es una forma importante de mejorar simultáneamente la accesibilidad y la eficiencia.
  • Las personas en situaciones socioeconómicas desfavorecidas tienen más dificultades a la hora de acceder a la atención sanitaria que necesitan, con tres veces más probabilidades que las personas con mayores ingresos socioeconómicos de retrasar la búsqueda de atención o de no intentarlo siquiera. Los tiempos de espera son la razón principal citada para las necesidades de atención médica no satisfechas en la mayoría de los países (un problema exacerbado por la pandemia), y el coste supone también una barrera importante.
  • La atención primaria representó el 13% del gasto en 2021, una proporción similar a la de 2019. Si bien se observaron grandes aumentos en el gasto en prevención durante el mismo período, gran parte de este crecimiento puede atribuirse a medidas de emergencia de duración limitada relacionadas con la gestión de la COVID-19, en lugar de inversiones planificadas a largo plazo en la salud de la población.
  • Las teleconsultas pueden mejorar el acceso a la atención sanitaria, particularmente en áreas remotas. Las teleconsultas han aumentado sustancialmente desde la pandemia y representaron el 19% de todas las consultas médicas en 2021 en 20 países de la OCDE. Concretamente, en España, Portugal, Estonia y Dinamarca, fueron particularmente importantes, representando más del 30% de todas las consultas médicas.
El uso de la atención en emergencias fue especialmente alto en Portugal y España
  • La seguridad de los y las pacientes sigue siendo una preocupación: el 57% de los médicos y enfermeras de los hospitales perciben que los niveles de personal laboral y el ritmo de trabajo son inseguros.
  • Las admisiones hospitalarias evitables han disminuido en la mayoría de los países de la OCDE durante la última década, lo que indica que la atención primaria está ayudando a mantener la salud de las personas y a tratar los casos no complicados.
  • El uso de atención en emergencias fue particularmente alto en Portugal y en España, con más de 50 visitas al servicio de urgencias por cada 100 personas. Si bien los servicios de urgencias brindan un servicio crítico, su uso elevado “puede ser indicativo de una atención médica inadecuada e ineficiente, especialmente si muchos pacientes acuden a los servicios de urgencias por afecciones no urgentes que podrían manejarse mejor en entornos de atención primaria y comunitaria”.
  • Los servicios de cuidados intensivos continúan mejorando en su tarea fundamental de mantener con vida a las personas. En casi todos los países de la OCDE, las tasas de mortalidad a 30 días después de un ataque cardíaco o un derrame cerebral son más bajas que hace diez años. Sin embargo, estas tasas de mortalidad aumentaron ligeramente entre 2019 y 2021, debido a retrasos en el tratamiento durante la pandemia.
Un 13% de las personas de 50 años o más, brinda cuidados informales, según datos de la OECD
  • Los cuidadores informales son una fuente importante (y a menudo la única) de atención para las personas con necesidades de cuidados de larga duración en los países de la OCDE. En 19 países de la OCDE, alrededor del 60% de las personas mayores reciben solo cuidados informales. Este tipo de atención la brindan familiares y/o amigos -predominantemente mujeres-, a personas que necesitan apoyo en las tareas cotidianas. Debido a la naturaleza informal de la atención, es difícil obtener datos comparables. Los datos de la Organización provienen de encuestas nacionales e internacionales, con diferencias entre encuestas, lo que puede afectar a la comparabilidad de los datos.
  • En 25 países de la OCDE con datos comparables, más de una de cada ocho (13%) personas de 50 años o más brinda cuidados informales. La intensidad de la atención varía entre países. En promedio, el 8% de los encuestados en 25 países de la OCDE indican que brindan cuidados informales a diario, en comparación con el 6% que brindan cuidados semanalmente.
Se prevé un aumento en la demanda de cuidados de larga duración debido al envejecimiento de la población
  • La prestación intensiva de cuidados informales se asocia con efectos negativos sobre la salud mental y el acceso al mercado laboral en quien los brinda. Al mismo tiempo, las políticas de activación del mercado laboral pueden reducir la cantidad de cuidados informales brindados. Alrededor de dos tercios de los países de la OCDE han introducido políticas para apoyar a los trabajadores informales y aliviar la carga del cuidado informal, como beneficios económicos a las personas cuidadoras, a quienes necesitan cuidados, o a ambos.
  • La demanda de cuidados de larga duración aumentará debido al envejecimiento de la población. Al mismo tiempo, la disminución del tamaño de la familia, el aumento de la movilidad geográfica y la creciente participación femenina en el mercado laboral están provocando reducciones en la oferta de cuidadores informales. Por lo tanto, los países tendrán que ampliar su sector formal de cuidados de larga duración para compensar las necesidades de atención insatisfechas.
El potencial de la salud digital para transformar los sistemas de salud
  • La salud digital tiene un enorme potencial a la hora de transformar los sistemas de salud; sin embargo, muchos países no están preparados para una transformación de la salud digital. De acuerdo con la Organización, la preparación de un país para tal fin, depende de una sólida gobernanza de los datos sanitarios, de enfoques coherentes en materia de seguridad digital y de la capacidad de utilizar de manera responsable las herramientas digitales (incluida la inteligencia artificial) para el bien público.
  • Las cifras actuales muestran que el 90% de los países de la OCDE cuentan con un portal electrónico de salud, pero sólo en el 42% de ellos, el público puede acceder e interactuar con todos sus datos a través del portal.
  • Asimismo, alrededor de un tercio (38%) de los países no tienen estándares clínicos ni certificación de proveedores de sistemas de registros médicos electrónicos, lo que limita la interoperabilidad de los datos de salud.

Se puede acceder al informe completo desde la página Web de la OECD o bien directamente aquí:

OECD (2023). Health at a Glance 2023: OECD Indicators. OECD Publishing, Paris. https://doi.org/10.1787/7a7afb35-en

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