“Sentirse en familia” es clave en la protección a la infancia
01 Oct 2025

España vive un momento crucial en el debate sobre la protección de la infancia: la Estrategia Estatal de Desinstitucionalización (2024–2030), impulsada por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, marca un cambio de rumbo en el modelo de los cuidados a los 16.365 menores que se encuentran en cuidados residenciales. La premisa es clara: es necesario pasar de estructuras institucionales a entornos más familiares. Sin embargo, esta transición plantea interrogantes conceptuales y prácticos importantes. ¿A qué nos referimos al hablar de “lo familiar”? ¿Cómo se garantiza que los niños, niñas y adolescentes se sientan verdaderamente en casa, más allá de la arquitectura o de la etiqueta administrativa? ¿Cómo hacer para que perciban que tienen un hogar?

Foto: Freep!k. Descarga: 9/9/25

Un estudio reciente de Celia García-deLeón y Laura Vallejo-Slocker (2025) aporta claves valiosas para responder a estas preguntas, al analizar qué factores hacen que los y las menores que residen en recursos residenciales en España logren “sentirse como en familia” y cómo este sentimiento, esa percepción, influye definitivamente en su calidad de vida.

Causas que llevan a la institucionalización de menores en España.

En España viven más de ocho millones de niños y adolescentes menores de 18 años y alrededor de 300.000 se encuentran en situación de riesgo, según estimaciones de organizaciones sociales. De ellos, más de 51.000 están bajo la protección del Estado al haber perdido el cuidado parental, y unos 16.000 residen en centros de acogida repartidos por todo el país.

Las principales causas que llevan a la institucionalización de menores están relacionadas con la negligencia familiar, el maltrato emocional, el maltrato físico y, en menor medida, el abuso sexual. Datos oficiales muestran que el 45% de los casos se deben a negligencia, el 33% a maltrato emocional, el 16% a maltrato físico y el 4% a abuso sexual.

Estos datos reflejan la importancia de seguir investigando y fortaleciendo los sistemas de protección para garantizar el bienestar y los derechos de la infancia en España.

Más allá de los muros: ¿Qué es sentirse en casa?

El trabajo de las autoras se ha desarrollado con 318 niños, niñas y adolescentes en una primera fase cualitativa y con 254 en una segunda fase cuantitativa. En lugar de limitarse a indicadores materiales, las investigadoras preguntaron directamente qué momentos, situaciones o recuerdos hacen a esos menores sentirse en casa.  

Las respuestas dibujan un mapa muy concreto. Lo familiar se construye, según identifica la investigación, sobre la base de participar en actividades compartidas (jugar, ver una película, comer juntos), de contar con tradiciones y celebraciones (cumpleaños, Navidad), de emociones positivas (cariño, tranquilidad, diversión), de relaciones significativas (con cuidadores/as, amigos/as o familia biológica) y de un entorno físico personalizado (tener un cuarto propio, poder decorarlo y personalizarlo).

En otras palabras: la pertenencia no surge el hecho de vivir en un edificio, sino de poder crear vínculos, rutinas y espacios que se sientan. como propios.

La paradoja de la desinstitucionalización.

Aquí aparece una paradoja importante. La estrategia oficial de desinstitucionalización, financiada con recursos europeos —Fondo Social Europeo Plus, Fondos Next Generation y el Plan de Recuperación y Resiliencia— busca transformar los cuidados y dirigir los modelos residenciales hacia modelos más pequeños, comunitarios o familiares. Sin embargo, según señalan las autoras, si el proceso se limita a “cerrar centros” o “abrir pisos”, se corre el riesgo de olvidar lo esencial: que un hogar no se decreta, sino que se construye día a día en torno a las rutinas y lo cotidiano.

El estudio demuestra que más del 50% de los participantes afirmaron sentirse parte de una familia dentro de su residencia. Esa percepción, según el artículo, no depende del tamaño del recurso, sino de que se promuevan unas dinámicas muy concretas, entre las que se incluyen que las normas sean justas y consensuadas, que exista intimidad, que los espacios se personalicen y que las relaciones sean cálidas y estables. Cuando faltan estos elementos, los y las menores perciben el lugar como ajeno, por mucho que formalmente se llame “hogar”.

Sentirse en familia mejora la calidad de vida.

Los hallazgos no se quedan en lo anecdótico: las autoras muestran que el sentimiento de pertenencia familiar se correlaciona directamente con mejores puntuaciones en escalas de calidad de vida (KidScreen). Quienes sienten que “su residencia es familia” reportan mayor bienestar emocional, social y psicológico.

Foto: Freep!k. Descarga: 9/9/25

Por el contrario, aspectos como la rotación frecuente de cuidadores, la imposibilidad de decidir normas, la ausencia de privacidad o la falta de espacios propios disminuyen esa sensación de familia. Además, a medida que van creciendo y entran en la adolescencia, el sentimiento tiende a erosionarse, lo que indica la necesidad de estrategias específicas para mantener la cercanía en etapas de mayor autonomía.

Implicaciones para las políticas públicas.

En el marco de la Estrategia Estatal de Desinstitucionalización, este estudio plantea un reto mayúsculo: la operativización del concepto de “familiar”. Según señala, no basta con establecer que los cuidados deben sucederse “en entornos familiares”, sino que hay que garantizar las condiciones mínimas para que los niños y niñas se sientan acogidos como en un hogar. Esto implica políticas y prácticas muy concretas como:

  • Favorecer la estabilidad de los equipos profesionales para evitar la rotación excesiva.
  • Asegurar la personalización de los espacios: cada niño necesita un lugar propio, decorado a su gusto.
  • Impulsar la participación en la toma de decisiones, especialmente en la definición de normas.
  • Cuidar las rutinas compartidas, desde las comidas hasta las celebraciones.
  • Garantizar vínculos afectivos significativos, más allá de la mera cobertura de lo material.

Si la desinstitucionalización se centra solo en estructuras físicas y no en estas dinámicas relacionales, corre el riesgo de convertirse en una política vacía.

Una transición con riesgos y oportunidades.

El estudio de García-deLeón y Vallejo-Slocker refuerza una idea clave: desinstitucionalizar no es solo cambiar el dónde, sino, sobre todo, ante todo transformar el cómo. La pregunta que debe guiar la estrategia española es si los niños, niñas y adolescentes sienten que tienen un hogar y una familia, con independencia del modelo de cuidado y garantizar así l protección a la infancia.

De no responder afirmativamente a esta pregunta, la transición corre el riesgo de reproducir los mismos déficits preexistentes en las nuevas formas de recursos, sin garantizar el bienestar emocional de los y las menores.

La oportunidad está en aprovechar los fondos europeos y el impulso político para rediseñar los cuidados desde dentro, con el foco puesto en lo que de verdad importa: la experiencia subjetiva de los niños, su sentido de pertenencia y su seguridad.

Conclusiones: sentirse en familia no es un lujo.

En un momento en que España inicia su primera estrategia de desinstitucionalización, este estudio ofrece una brújula indispensable. Nos recuerda que “sentirse en familia” no es un lujo simbólico, sino un derecho básico vinculado directamente al desarrollo y la calidad de vida de la infancia en protección.

Las políticas públicas deberán garantizar no solo nuevas estructuras, sino también aquellas condiciones invisibles —pero decisivas— que convierten cualquier recurso residencial en un hogar: la calidez de los vínculos, la intimidad o la justicia cotidiana.

Fuente.

García-deLeón, C., & Vallejo-Slocker, L. (2025). Home and family sense for children and adolescents in residential care: Evidence from Spain. Child Indicators Research. https://doi.org/10.1007/s12187-025-10274-2

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