La soledad no deseada, un reto creciente para la salud de los jóvenes con impacto político
24 Sep 2025

Daniel Galvalizi, periodista especializado en temas sociales

La sensación solitaria involuntaria es un fenómeno tan típico de nuestra era como difícil de abordar. Las nuevas tecnologías disparan un proceso que afecta en particular a los menores de 30 y del cual alertan muchos especialistas y la academia. Su consecuencia social y electoral, cada vez más visible.

Más de un tercio de la población de la Unión Europea afirma sentirse sola al menos de vez en cuando y un 13% se siente así frecuentemente, siendo la soledad no deseada un fenómeno más habitual entre jóvenes y apareciendo más en la transición entre etapas (fines de estudios, entrada al mercado laboral, rupturas sexoafectivas) como un momento de especial vulnerabilidad.

Es la conclusión del informe “Loneliness and social connectedness: insights from a new EU-wide survey”, encargado hace dos años por la Comisión Europea. El trabajo cualitativo también señala que las personas con menores ingresos reportan más niveles de soledad y que quienes menos se sienten aislados son quienes mantienen relaciones de calidad por sobre lo cuantitativo. En paralelo, se denuncia que el desempleo y la ausencia de participación comunitaria disparan la soledad.

“Casi una de cada seis personas a escala mundial afirma sentirse sola. Entre los adolescentes y los adultos jóvenes la tasa es aún mayor. Pero la soledad y el aislamiento social no son solo estados emocionales, también pueden ser letales. Entre 2014 y 2019, la soledad se asoció a más de 871.000 muertes anuales, lo que equivale a 100 muertes por hora”, señala un ensayo publicado hace pocas semanas firmado por tres académicos, uno de ellos, el director de la OMS, Tedros A. Ghebreyesus.

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Foto: Majkl-velner – Fuente: Unsplash – Descarga: 22/09/2025

En España también es un problema. El Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada encargó un informe el año pasado en el que constata que dos de cada diez personas sienten soledad, una cifra que escala casi el 26% en el segmento que va de los 16 a los 29 años (y el 69% responde que se sintió solo alguna vez en el pasado). El estudio además calcula que la soledad involuntaria tiene un coste de 14.100 millones de euros al año.

Puede decirse que la soledad involuntaria también produce vulnerabilidad. Una persona que se sienta aislada se sentirá probablemente más desprotegida, con menos redes de contención y hasta quizás menos posibilidades de desarrollo material. La revolución tecnológica digital que viene calando con mucha fuerza en los últimos veinte años no hace más que amplificar este fenómeno, obteniendo provecho de ese aislamiento con los algoritmos psicologizados que, además, ya han demostrado tener un profundo impacto político electoral.

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de soledad no deseada y por qué tiene tantas consecuencias? Vamos a ello.

Años de soledad

El gigante escritor colombiano Gabriel García Márquez nunca hubiera imaginado cuando en 1966 acababa su emblemático libro que esa sensación solitaria que él mencionaba como una condena en la historia que dio la vuelta al mundo, sería uno de los grandes retos de la salud mental medio siglo después.

“Desde el punto de vista de la psicología, la soledad es una emoción, desde la sociología, no. Para un sociólogo una persona que está rodeada de otras personas no está sola, para un psicólogo, esa persona puede sentirse sola, aunque esté rodeada de personas. Se trata de una soledad emocional; se debe diferenciar entre las personas que se sienten bien estando solas, a pesar de que somos seres humanos y por tanto sociales, y las personas que aunque estén acompañadas se sienten solas”, explica en conversación con Infocop el psicólogo sanitario Jaime Gutiérrez Rodríguez, profesor de Psicología Criminal y responsable del área de Envejecimiento del Consejo General de la Psicología de España.

También señala que algunas instituciones públicas “a raíz de que las nuevas tecnologías resultan un recurso accesible, están intentando combatir la soledad no deseada con conexiones a internet a personas físicamente solas, sociológicamente, y esto es un error de cálculo”. Igualmente, hace la salvedad de que a veces pueden cumplir una función: “Mi abuelo estuvo en la Primera Guerra Mundial y le escribió a mi bisabuela dos veces en un año. Sin embargo, ahora una abuela puede comunicarse por videollamada con su nieto en la otra parte del mundo. Que sirven para acercar, sí”.

Según Gutiérrez, el proceso “va a más, la sociedad se está aislando cada vez más” y da un ejemplo claro: “Antes, en una comunidad de vecinos, el primero que compraba una televisión en blanco y negro se aseguraba muchas visitas; un TV saciaba la necesidad de entretenimiento para muchas personas, mientras que ahora se sacia individualmente; el mensaje que se está dando a los más jóvenes es ‘móntatelo tú mismo’”. Si bien dice que todavía las consecuencias a gran escala no están, asegura que se registra un “fenomenal aumento de la depresión y la ansiedad”.

“Cuando los chavales solo se relacionan con otros de forma virtual, a través de redes, eso está totalmente descompensado. Hay que buscar el equilibrio, no dejarnos asustar por la nueva realidad. Si el relacionamiento está equilibrado y la persona también tiene vínculos afectivos con grupos de amigos y establece relaciones interpersonales, no hay problema”, añade.

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Foto: Omar Ramadan – Fuente: Unsplash – Descarga: 22/09/2025

Gutiérrez no es optimista y avizora que este problema “acabará en pandemia” y porque “no se lo quiere ver, no se está actuando, España está a la cola de los países de la OCDE en cantidad de profesionales de la psicología en la sanidad pública, tiene la mitad de Portugal”. Además, apunta a que las nuevas tecnologías, con la IA como estrella del momento, “no son virtudes que han caído del cielo sino que son cosas que tienen que ver con empresas diseñadas para ganar dinero, no para hacer al ciudadano feliz, creando dependencia psicológica… si hasta se registra un aumento de ataques de ansiedad en personas que dicen haberse quedado sin internet”.

“Esto le puede pasar a cualquiera, puede ser una persona sana, caer en ese círculo vicioso es sencillo, no tiene por qué haber detrás ningún tipo de patología. Hay que buscar por qué los vínculos generan estrés, porque los positivos generan atracción, no aislamiento. Sabemos que hay familias desestructuradas generadoras de enfermedad y allí no es tan positivo el vínculo como esperamos, miembros que se aíslan porque son castigados o se sienten castigados y frente a eso lo que tendemos es a huir, y muchos hunden la cabeza en esas nuevas tecnologías”, explica.

El impacto político

En esta fase histórica, la soledad emocional encuentra un compañero accesible en la virtualidad relacional que ofrecen las redes sociales y las plataformas de contenidos audiovisuales con muy poco control como YouTube. Cabe recalcar que ninguna de ellas tiene que cumplir un compromiso deontológico y de verificación en la suministración de información como sí lo tienen los medios periodísticos tradicionales.

“Uno primero escoge emocionalmente qué es y luego va buscando las ideas que lo ratifican. Esa estructura emocional de la ideología está muy estudiada, si emocionalmente lo que observa el individuo le produce malestar, eso genera ira y la ira se va a los extremos en política. Nos va a tocar vivir una época en que al parecer los pensamientos extremos girados a la derecha serán más frecuentes”, subraya Gutiérrez.

El profesor y especialista en comunicación política Antoni Gutiérrez-Rubí, ha estudiado en profundidad este proceso y su consecuencia electoral y lo difunde en su reciente libro ‘Polarización, soledad y algoritmos’ (Ed Siglo XXI, 2025). El consultor catalán habló con Infocop desde Buenos Aires, donde reside hace tres años, y explica por qué la soledad emocional lleva a una sensación de soledad política.

“La ruptura intergeneracional es muy fuerte. Ese dolor y desengaño tiene unos niveles de socialización en las redes donde estas frustraciones se pueden canalizar de manera diferente, nueva, allí los pescadores de frustraciones son capaces de ofrecer sus soluciones rápidas y extremistas y comerciar con el sentimiento. Es algo global, los jóvenes se parecen mucho actualmente, vivan donde vivan, y si bien no se puede generalizar, esta ruptura de pacto intergeneracional es un dato que aparece en muchos estudios”, explica.

Gutiérrez-Rubí expresa, y en el libro lo grafica con estudios demoscópicos, que existe “una reacción que tiene que ver con la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, una reacción de defensa de los varones, de querer preservar la situación de privilegio a la que se suma una mala digestión de la igualdad acelerada en los últimos años, se ven amenazados y sustituyen el machismo tradicional por la misoginia, es decir, el miedo a la mujer y su poder”.

 “Se ve en los estudios y es muy profundo cómo los chicos más jóvenes, absolutamente normales, se sienten amenazados y cancelados al expresas sus ideas y miedos y viven de manera subjetiva esa falta de seguridad que después canalizan en estas soledades conectadas de las redes sociales. Se produce un ensimismamiento, una desigualdad solitaria que encuentra consuelo, una comprensión, en determinados ámbitos de la vida digital. La soledad se resignifica, se encuentran con varones que sienten las mismas cosas y como los algoritmos favorecen las burbujas, evitan la disonancia cognitiva y allí se pueden mostrar sin pudor ni temor a la cancelación”, añade.

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Foto: Chris Texe – Fuente: Unsplash – Descarga: 22/09/2025

En este marco, la consecuencia electoral es inevitable. “Esto está afectando a la hora de votar porque hay una oferta política que ha visto la frustración como un caldo de cultivo para recuperar posiciones, penetrar en ellas. en el fondo es fácil llegar al corazón de la gente y a su cabeza cuando entiendes sus tripas y hay algo ahí emocional que tiene que ver con esa frustración. Es un caldo de cultivo ideal para ofertas que se presentan como un atajo rápido para hacer que tu voto sea una venganza, que parezca un ajuste de cuentas. y esto aparece mucho y cada vez más en los países de la OCDE, este voto castigo”.

Sin dudas, la confluencia del fenómeno de la soledad emocional con la revolución digital representa un reto no solo para la salud mental sino para la democracia. Entender y desgranar este proceso complejo se ha vuelto no solo clave sino necesario para entender el futuro de la sanidad pública sino también nuestro destino como sociedad.

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