¿Cómo afecta el trauma en menores con discapacidad intelectual y del desarrollo? Los estudios indican que los niños y niñas con discapacidad intelectual y del desarrollo experimentan trauma y circunstancias estresantes en tasas más altas que el resto de los menores. Para los cuidadores o padres, conocer los efectos del trauma en su salud mental es esencial para facilitar su recuperación tras una experiencia traumática. Así lo explica una guía de The National Child Traumatic Stress Network (NCTSN).
Según la NCTSN se deben atender las necesidades psicológicas y el cuidado de la salud mental de los menores con discapacidad intelectual y del desarrollo, sobre todo, tras un trauma. A este respecto, un trauma es un evento o serie de sucesos perturbadores y estresantes que hacen que un niño o niña presente riesgo de sufrir daño físico o emocional.
De acuerdo con la publicación, los menores responden de manera diferente a los eventos traumáticos según su sentido personal de seguridad. En consecuencia, los niños o niñas con discapacidades intelectuales y del desarrollo pueden estar expuestos a los mismos tipos de trauma que cualquier otro niño, pero pueden experimentar y procesar el trauma de manera diferente y, por lo tanto, responder de manera diferente. Además, debido a su dependencia de los demás para recibir asistencia y seguridad, estos niños y niñas pueden tener una respuesta traumática más intensa ante cualquier amenaza a la seguridad de sus cuidadores.
La guía tiene como objetivo ayudar a los cuidadores y adultos a comprender los problemas relacionados con el trauma y su impacto en los niños y niñas con discapacidad intelectual o dificultades de desarrollo.
Los estudios demuestran que los menores con discapacidades intelectuales y del desarrollo tienen más probabilidad de sufrir el impacto psicológico tras una experiencia traumática. A esto se suma el hecho de que suelen estar expuestos a más situaciones traumáticas que el resto de los niños y niñas. Así, pueden ser víctimas de abuso físico o sexual, negligencia, desastres naturales o presenciar violencia. Pero también están expuestos a otros eventos traumáticos de la vida cotidiana como acoso escolar, ser objeto de insultos, exclusión social, abandono, aislamiento o rechazo por parte de otros. Muchos de estos niños y niñas pueden sentir incluso vergüenza de «verse» o sentirse diferentes. Asimismo, estos menores suelen estar expuestos con mayor frecuencia a procedimientos médicos repetidos y hospitalizaciones, los cuales pueden implicar dolor, estrés y miedo. La exposición repetida a estos eventos traumáticos menos visibles puede tener también impactos profundos y duraderos, advierte la guía.
Debido a sus dificultades cognitivas y físicas, los menores con discapacidad intelectual y del desarrollo presentan también mayor riesgo de victimización. Algunos factores de riesgo propios de este grupo son las habilidades cognitivas diversas, las limitaciones físicas y las habilidades de comunicación reducidas. Así, la falta de habilidades cognitivas les dificulta realizar una integración adecuada de la experiencia. Además, las barreras de comunicación y lenguaje obstaculizan que el niño o niña pueda informar a otros sobre lo que le está ocurriendo. Esta circunstancia incrementa notablemente su vulnerabilidad, sufriendo un mayor aislamiento.
Al sufrir una experiencia traumática, estos niños y niñas pueden presentar cambios de conducta y problemas de salud relacionados con el impacto del trauma. Estos cambios de comportamiento pueden incluir el aumento de la irritabilidad, la pérdida de habilidades adquiridas previamente (atarse los cordones, vestirse…), aparición de nuevos miedos (a la oscuridad, a quedarse encerrado…), enuresis, así como evitar actividades que antes disfrutaba o evitar estar con personas. La experiencia de un trauma puede producir a medio y largo plazo, trastornos de ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático.
Una de las barreras que impiden acceder al apoyo adecuado es que el impacto del trauma es más difícil de detectar en este grupo. Así, los cambios de comportamiento asociados al trauma se suelen atribuir erróneamente a la discapacidad del niño o niña, advierte la NCTSN. Es por este motivo, que los padres y cuidadores deben estar atentos a cualquier cambio en el patrón habitual de comportamiento del menor.