“Nos preocupa si agreden a nuestros hijos, pero también tenemos que preocuparnos sobre si son nuestros hijos los que agreden” – Entrevista a Rosario del Rey

26 Mar 2021

La violencia entre menores está siendo invisibilizada en esta crisis sanitaria, convirtiéndose en un colectivo olvidado por las instituciones. Rosario Del Rey, además de doctora en psicología, profesora titular del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla e investigadora principal del grupo de investigación Interpersonal Aggression and Socio-Emotional Development (IASED), es experta en convivencia escolar, particularmente en acoso escolar y ciberacoso, el tema que ha elegido para su conferencia en el CNP2021. En esta entrevista, que hemos mantenido con ella, nos da las claves para entender la violencia entre menores que está traspasando a los entornos virtuales como ciberacoso y también nos habla de nuevos fenómenos, como el sexting, que están facilitando las relaciones online, la necesidad de popularidad e incluso la normalización de la violencia.

¿Somos conscientes, como sociedad, de este tipo de violencia entre adolescentes?

Foto: Rosario del Rey Alamillo

Yo creo que somos un poquito conscientes, pero de la existencia, pero no tengo tan claro sí de la magnitud en cuestión de cuántas personas están afectadas y realmente la normalización que tenemos. Creo que, desde mi punto de vista, y lo que nos están diciendo los resultados de las investigaciones, es que tenemos ciertas formas de violencia normalizadas y por lo tanto no actuamos para prevenirlas y/ o erradicarlas y, sin embargo, esas formas de interacción sí están causando daño tanto a adolescentes como a sus familias y al desarrollo general de todo el alumnado.

¿Cómo se convierte un menor en acosador? ¿Qué le empuja a atacar a otros menores?

Es una pregunta muy complicada porque una persona no se convierte en un acosador de un día para otro. De hecho, a mí no me gusta mucho hablar de una persona es.

La investigación nos dice que hay ciertas personas que pueden tener una predisposición mayor a una manera de interactuar que otras pero hoy en día sabemos que mucho es lo que pasa durante el proceso, lo que pasa desde que son pequeñitos, los niños cuando dan bocados, cuando se pelean, cómo aprenden a modular su agresividad, cómo aprenden cuando el otro le daña o cómo aprenden lo que le da prestigio, se integra en el grupo, se hace popular y eso se relaciona un poco con la pregunta anterior y es que, si en la sociedad vemos que le fortalece, que uno tiene mayor reconocimiento por los demás, hace bromas pesadas, insulta a los demás y eso es reforzado por el grupo, ahí es donde está la dificultad. Desde la perspectiva psicoeducativa decimos que hay variables que nos ayudan a comprender. Evidentemente, lo que sucede en la familia, lo que sucede a la propia persona, las experiencias previas, pero también defendemos sobre todo el factor protector que puede ser la escuela, todo lo que podemos hacer para proteger y fortalecer todos estos factores que hacen que una persona no se comporte de tal manera.

¿Y la víctima? ¿Hay menores más proclives a ser objetivo de los acosadores?

Hay algunos estudios sobre algunas variables individuales, más que hacerlo, más que yo sea un chivo expiatorio, el problema no está en mí. El problema está en aquellas características individuales que hay veces que el grupo cree que es mejor. Estamos empezando a ver estudios de bullying basados en el estigma, por ejemplo, donde se ve que la explicación es que hay personas que tienen más probabilidad de ser víctimas, pero no por ellas mismas, sino porque el contexto, tiene unos prejuicios, unas maneras de ser… Luego también hay estudios que nos están ayudando a encontrar cuáles son las estrategias de afrontamiento eficaces ante situaciones que son problemáticas o que pueden ser difíciles. Aquí el reto está siendo, sobre todo, en educación, donde hay unas estrategias de afrontamiento que son eficaces en unos contextos y no lo son en otros. Por eso los programas parten mucho de la percepción, de escuchar a adolescentes sobre qué es lo que funciona aquí, por qué llegó a pasar así, es que reaccionó de tal manera, o sabe que no es ni su amigo ni su amiga y sin embargo le sigue buscando. No es tanto la persona en sí sino el contexto y cómo vamos reaccionando ante los retos que la vida social nos pone por delante.

Con el auge de internet, las redes sociales, el ciberacoso se ha convertido en un nuevo tipo de agresión…

Los estudios nos están diciendo que hay un gran solapamiento entre la implicación de acoso escolar y ciberacoso pero que hay una variable explicativa común, unos factores explicativos comunes, pero otros que son singulares, por ejemplo, la importancia de la supervisión y control parental, sobre cómo se potencia, no el uso solamente técnico de la tecnología y de las redes sociales, sino también el uso socio-moral de poderme anticipar a las consecuencias de mi conducta online. Sí hay una percepción, el twenty for seven, puedo estar allí todo el día, todos los días, como además creo que soy anónimo, como además es algo que tiene un impacto grande, que es la gran audiencia, en segundos una cosa que yo digo lo puede estar viendo mucha gente por todo el reenvío, o el streaming… Sí sabemos que el impacto parece que es mucho más grave en los casos de ciberacoso que en los de acoso escolar.

Siguiendo con esa misma cuestión, esta crisis sanitaria ha propiciado un uso masivo de internet y de las redes sociales. ¿Puede influir ese crecimiento en un aumento de este tipo de violencia entre adolescentes?

Claro que puede aumentar porque estamos más tiempo. Y además porque en el centro educativo, incluso aunque estemos presenciales o semi presenciales, podemos interactuar menos porque tenemos unas medidas sanitarias que no nos permiten interaccionar tanto y entonces se ve que esa relación se termina compensando en los entornos virtuales y claro, se puede esperar que cosas que pasaban cara a cara ahora sí que estén pasando más y de manera más frecuente en los entornos virtuales.

Es esperable que haya un aumento porque las interacciones han aumentado.  Los adolescentes y las adolescentes están más tiempo y los menores también, niños y niñas, pasan más tiempo en ese entorno. Entonces, cabe hipotetizar que obviamente cosas que sucedían cara a cara y ahora, porque las limitaciones de interacción en la pandemia no lo permiten, claramente los menores están usando ese entorno y los adultos también.

¿Los adolescentes, los pequeños, que sufren ciberacoso o acoso escolar son un colectivo invisible en esta situación de pandemia?

Más que un colectivo invisible lo que suele suceder a las víctimas, tanto de acoso escolar como de ciberacoso, es la imagen que la sociedad puede tener de que es gente débil. De hecho, muchos testimonios, nos dicen que no lo cuentan para proteger a su familia o proteger a su entorno y para intentar evitar el daño a los seres que quieren. De ahí que, lo importante de la intervención psicoeducativa, es explicitar los sistemas de ayuda y saber que salir sólo de esta situación es muy complicado porque incluso las personas, si no somos conscientes de que esto está sucediendo, nuestra propia manera de interactuar con ellos, puede transmitirles el mensaje de que no los comprendemos. No siempre es fácil ser consciente de que hay una persona que está sufriendo ese tipo de violencia.

¿Cómo puede afectar a un adolescente, a un menor, ser víctima de acoso escolar o ciberacoso?

Puede afectarle a todos los niveles. Hemos visto estudios de cambios de humor, de debilitar sus vínculos sociales porque ellos mismos, a veces, se autoexcluyen, somatizaciones varias como dificultades con el sueño, fobia a la escuela… También le sucede, a diferencia del acoso escolar que a veces no quiere ir a la escuela, en el ciberacoso, hay veces, que quieren estar todo el rato pendiente de si alguien les está haciendo algo, incluso aunque no le esté sucediendo, y luego tenemos algunos casos claramente mucho más graves, con consecuencias fatales.

Los padres, ¿cómo pueden evitar que sus hijos sufran acoso escolar?

Esa es muy buena pregunta. Muchas veces preguntamos cómo podemos ayudar a una víctima o a alguien que está agrediendo y en realidad la mejor pregunta es cómo podemos, entre todos, hacer que eso no llegue a suceder. La prevención o la educación es fundamental.

Hay pautas con relación a la tecnología, que es la supervisión y el control parental de lo que hacen nuestros hijos o hijas en los entornos virtuales, controlar los tiempos… Ahí tenemos dificultad porque se conectan por la noche cuando los adultos no nos estamos dando cuenta. También potenciar la empatía en los entornos virtuales que parece que las personas que somos empáticas en el entorno cara a cara, no siempre actuamos de la misma manera o en consecuencia en los entornos virtuales.

Yo creo que, en la familia, además, tenemos que ser conscientes de que, cuando nos preocupamos, nos preocupamos sobre si están agrediendo a mis hijos, pero también tenemos que preocuparnos sobre si nuestros hijos pueden estar agrediendo. Todos los menores necesitan ayuda si no están aprendiendo a interactuar bien y de ahí la importancia de no criminalizar a quien está agrediendo a otro sino identificar cómo tenemos que ayudarles a mejorar.

La mayoría de las veces los motivos, las intenciones que están detrás del comportamiento agresivo, sobre todo en los entornos virtuales, pero también cara a cara, es que están buscando otra cosa. El reconocimiento de los iguales, están buscando llamar la atención… entonces tenemos que ayudarles a cubrir esas necesidades y no busquen en la violencia esa vía para encontrar lo que necesitan para estar bien.

Muchos padres no quieren aceptar que sus hijos son acosadores…

A veces es complicado aceptarlo porque lo pueden interpretar como un fracaso. Nuestros hijos forman parte de nuestro proyecto vital y claro si yo veo que a mi hijo no le va bien en las relaciones sociales, en el colegio, con los amigos, en cualquier contexto, hay una parte que yo veo como un fracaso. Sin embargo, simplemente es un reto más mientras se desarrollan, de poder ayudarles a relacionarse mejor, a tener mayor éxito en su vida social, porque al final eso va a redundar en su mayor felicidad.

Otro tema, que es objeto de estudio por usted, es el fenómeno del sexting. ¿Cómo se mete un/a adolescente en esta situación?

El primer debate que hay en la comunidad científica y en la propia sociedad, es que no está claro que todo el mundo está de acuerdo en que haya que quitar eso. Ese es el primer reto que tenemos. Dónde está el límite o si existe el límite entre la libertad y la libertad de demostrar lo que yo quiera de mi vida y de mi cuerpo, pero al mismo tiempo cómo educar a todas las personas, pero sobre todo a los menores, sobre cómo protegerse de posibles consecuencias que le puedan dañar. Yendo con la normalización hay un fenómeno que está surgiendo, y que hemos llamado ‘extimidad’, y es como en realidad estamos cada vez teniendo menos intimidad, una parte de nuestra vida íntima se está minorizando y se está aumentando una parte que podemos decir que es exhibicionismo, estamos viviendo, retransmitiendo nuestra vida y a veces incluso no es nuestra vida sino una vida que nos vamos construyendo y los niveles de necesidad de popularidad en los entornos virtuales, sobre todo en menores, están creciendo muchísimo y en algunos casos incluso es pornografía infantil. Son menores y están compartiendo imágenes y vídeos, que, en ocasiones, han tenido un impacto muy grande en el ajuste de las personas.

¿Qué consecuencias psicológicas podrían acarrearle a una joven que ha sido o es víctima de sexting?

Me ha encantado la pregunta porque hemos usado el genérico masculino todo el rato y ahora me dices una menor, una chica, y esta es una buena excusa para tomar conciencia de una de las características fundamentales del sexting que es el doble estándar sexual. Los estudios nos están diciendo que no hay grandes diferencias en hacerlo, en los comportamientos entre chicos y chicas, pero sí hay grandes diferencias en el impacto que tiene en chicos y chicas. Mientras que un chico, cuando lo hace, en la mayoría de las ocasiones, puede verse reforzado, reconocido por su comportamiento, cuando es una chica si lo hace se piensa que es una persona con más libertad de la que debería y si no lo hace se dice que es un poco ñoña…y que no lo quiere hacer. Entonces es un reto donde las chicas adolescentes se ven en una encrucijada sobre qué decidir y en qué momento para ser aceptada, tener unos buenos vínculos emocionales e incluso eróticos, pero al mismo tiempo protegerse a sí misma. Tenemos un gran reto de trabajo con los menores no solo con ellas porque las consecuencias son para ellos y ellas. El trabajo no es sólo con el comportamiento, que también, sino con las consecuencias y cómo juzgamos el comportamiento de los demás.

Puedes ver la entrevista completa aquí:

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