Un informe pone de relieve el impacto de los conflictos bélicos sobre la salud mental

5 Abr 2022

Las guerras producen un daño psicológico de enorme sufrimiento en la población civil. La OMS estima que el 10% de las personas que viven experiencias traumáticas (secuelas psicológicas, estrés postraumático, etc.) suelen sufrir “graves problemas de salud mental”, mientras que otro 10% puede presentar una alteración del comportamiento “que dificultará su capacidad para vivir de manera saludable”.

– Los estragos sobre la salud mental de los niños y las niñas “son palpables”: datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina indican que, en 2021, el 65% de los niños y niñas que participaron en sus programas estaban gravemente afectados y necesitaban tratamiento psicológico adicional”.

– Según Médicos Sin Fronteras, “el 70% de las personas que acudieron a consultas psicológicas individuales entre noviembre de 2020 y noviembre de 2021, revelaron que los factores desencadenantes de su deterioro mental fueron los problemas relacionados con su nueva condición como personas refugiadas”. Ante la falta de apoyo y de recursos comunitarios tradicionales se sienten frustradas y desesperanzadas, lo que les dificulta el poder enfrentar su situación actual”. Asimismo, la incertidumbre y el miedo “contribuyen a varias patologías como la depresión, los trastornos del sueño y de ansiedad”. 

Foto: ahmed akacha Fuente: pexels Fecha descarga: 30/03/2022

Estos son algunos datos preocupantes recogidos por la Confederación Salud Mental España en su informe “La Salud Mental en los conflictos bélicos”, un documento donde recopila información y datos de diversos estudios e informes sobre el impacto que generan la violencia y las vulneraciones de derechos en las guerras sobre la salud mental de la población.

El informe resalta las numerosas, graves y permanentes consecuencias de las guerras y conflictos en este ámbito de la salud para aquellas personas que las sufren. Situaciones como vivir la violencia, el asedio, las bombas, la muerte, el miedo, la separación de los seres queridos, abandonar sus hogares, no tener dónde vivir, la pobreza, o desconocer si podrán volver a su país, se traducen en un “deterioro evidente de las condiciones de vida de las personas (materiales, económicas, sociales, culturales…) y, por lo tanto, de su salud mental”.

Los datos recogidos destacan las experiencias adversas vividas tras la huida (racismo, detenciones, violencia sexual -que afecta en mayor medida a mujeres y niñas-, desempleo, exclusión social, estereotipos y prejuicios que se asocian a las migraciones, vulneraciones en los campos de refugiados, etc.), y que, sumado al trauma de abandonar su país, puede conllevar un mayor riesgo de desarrollar múltiples problemas, tales como, depresión, ansiedad, duelo, problemas de alimentación y de sueño, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia.

El documento subraya también las secuelas psicológicas que afectan a las personas que ejercen la violencia, “bien por combatir en un ejército regular o en otros grupos armados organizados (voluntaria o forzosamente), bien por verse abocadas a ejercer la violencia en actos más aislados”.

Asimismo, considera imprescindible señalar los efectos negativos de este tipo de conflictos bélicos en las personas con problemas de salud mental, entre ellos, los siguientes: el traslado o evacuación de las personas con problemas de salud mental a zonas seguras (un aspecto que requiere la formación específica en esta área del personal que realiza el traslado y puede suponer en ocasiones una dificultad añadida), y las dificultades de estas personas para acceder al apoyo o tratamiento que necesitan dentro de su país, así como en los países de destino, al carecer de la “documentación” necesaria o de las habilidades y recursos requeridos para acceder a estos servicios.

En el caso concreto de la invasión de Ucrania, la Confederación pone de relieve la intensa y continua cobertura mediática, centrada en gran medida, en las experiencias personales de las víctimas, y que provoca en los espectadores de este “horror y del sufrimiento humano”, una sensación de impotencia, incomprensión, elevando con frecuencia los niveles de estrés y ansiedad.

A este respecto, recuerda que el rol de los medios de comunicación “debe ser, como siempre, tratar de informar desde el rigor y el respeto a las víctimas, tratando de evitar la exposición explícita y sin previo aviso de las peores consecuencias sobre las personas (imágenes de cadáveres, por ejemplo), que pueden producir un trauma en las personas que reciben estas escenas (pensando no solo en personas adultas, sino especialmente en niños y niñas que les acompañan, sin ir más lejos, en el visionado de las noticias en la televisión)”.

El documento finaliza con una serie de reivindicaciones de la Confederación orientadas a la paz y al cuidado de la salud mental de todas las personas a nivel mundial:

– La paralización de todos los conflictos bélicos en activo, no solo la invasión de Ucrania sino también el cese de toda la violencia y la restauración de la paz en aquellos países que siguen en guerra y en todos aquellos territorios que estén vulnerando los derechos humanos de la población civil a la que se expone a una situación de riesgo, pobreza y sufrimiento que precariza su salud mental.

– La solidaridad real de los países occidentales en la acogida de personas refugiadas que huyen de las guerras en todos los territorios, sin discriminación por país de origen, etnia, color de piel, sexo, edad, discapacidad, etc.

– La puesta en marcha de servicios de atención a la salud mental para las personas en zonas de guerra y para las desplazadas de estos conflictos, de modo que estas personas puedan ser atendidas de manera urgente.

– La disposición de recursos de apoyo públicos, gratuitos, universales y accesibles a las personas con discapacidad que huyen de los países en conflicto.

– El apoyo material y económico a las entidades no lucrativas y organizaciones sociales que realizan actividades humanitarias y sociales en distintos contextos, para que puedan desempeñar su labor social, teniendo en cuenta siempre la atención a la salud mental que debe ser “integral, con perspectiva de género, que sitúe a la persona y sus necesidades en el centro de la atención y atendiendo a las diferencias culturales de cada persona”.

– La participación activa de las organizaciones sociales de la salud mental, tanto a escala europea como española, en el diseño, despliegue y seguimiento de las políticas y estrategias públicas de acogida a personas refugiadas o en otras situaciones de protección internacional, considerando la inclusión y accesibilidad, todo ello, desde un enfoque de derechos humanos.

– Un tratamiento mediático responsable que no relacione a genocidas, bandas terroristas y/o líderes políticos, ni sus actitudes, con un malestar de salud mental. A este respecto, la Confederación se muestra tajante: “apelar a estos problemas de salud no solo justifica las acciones de violencia perpetradas si no que estigmatiza gravemente a las personas que verdaderamente están sufriendo un problema de salud mental que no han elegido y que lo viven sin hacer daño a nadie.”

Se puede acceder al documento aquí:

La salud mental en los conflictos bélicos 

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