A igualdad de síntomas las mujeres tienen más probabilidad de ser diagnosticadas y de consumir más psicofármacos-El género como determinante de la salud mental y su medicalización. Informe SESPAS 2020

11 Ene 2021

La medicalización de la vida adquiere características propias en el ámbito de la salud mental, ya que se ha visto especialmente impulsada por el desarrollo de la industria farmacéutica. El heteropatriarcado y las diferentes expresiones del androcentrismo reproducen estereotipos sobre la masculinidad y la feminidad que permean la atención clínica y la relación médico/a-paciente. Por ello, las mujeres son especialmente vulnerables a los procesos de medicalización, ya que sufren una mayor coerción por parte de las instituciones médicas y psiquiátricas sobre sus cuerpos, con el resultado de ser más fácilmente etiquetadas como enfermas mentales.

Así lo afirma un artículo publicado en la revista Gaceta Sanitaria por el grupo de investigación OPIK de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), cuyo objetivo es el de describir, a partir de datos originales y de la evidencia de otros estudios, las desigualdades de género en la salud mental y sus principales condicionantes, poniendo especial énfasis en las desigualdades de género en la medicalización que se pueden estar produciendo. 

Foto: Puwadon Sangngern Fuente: pexels Fecha descarga: 12/11/2020

Para tal fin, los autores han realizado una revisión narrativa crítica de la literatura ad hoc y un análisis transversal de la Encuesta Nacional de Salud de España (ENSE) de 2017, sobre la población española de 25 y más años.

Según señala el artículo, los estudios internacionales han descrito importantes desigualdades de género en el ámbito de la salud mental. La hipótesis acerca de una mayor vulnerabilidad biológica de las mujeres es inconsistente, lo que, en opinión de los autores, haría que las condiciones de vida desiguales entre hombres y mujeres, junto con los modelos imperantes de masculinidad y feminidad hegemónicos, puedan estar explicando estas desigualdades de género en salud mental.

Se observa cómo, bajo el prisma del modelo biomédico tradicional, se han puesto de relieve las diferencias biológicas (ej., el sistema hormonal diferencial que varía a lo largo del ciclo vital en las mujeres), como factores para su mayor propensión a sufrir patología mental. A este respecto, los autores advierten de que la tendencia a simplificar la naturaleza psicológica de las mujeres a esta etiología hormonal ha llevado a psicopatologizar procesos naturales, como el trastorno disfórico premenstrual. No obstante, hay otras investigaciones llevadas a cabo en este ámbito que ponen en duda estas teorías y señalan la importancia del contexto social.

Tal y como manifiestan los autores, el desarrollo de la industria farmacéutica ha impulsado especialmente la medicalización de la vida -definida aquí como el proceso por el que diversas esferas de la vida humana se han patologizado al incorporarse como objetos del discurso y la práctica biomédica-, adquiriendo ésta características propias en el ámbito de la salud mental.

Las mujeres, concretamente, son vulnerables a los procesos de medicalización, una situación influida por el “heteropatriarcado y las diferentes expresiones del androcentrismo” que reproducen estereotipos sobre la masculinidad y la feminidad que permean la atención clínica y la relación médico/a-paciente, y que conlleva que sufran una mayor coerción por parte de las instituciones médicas y psiquiátricas sobre sus cuerpos, con el resultado de “ser más fácilmente etiquetadas como enfermas mentales”.

El estudio evidencia que el género es un importante determinante de la salud mental y de la gestión que se realiza de ésta en los servicios sanitarios. Destacan las mayores prevalencias de mala salud mental en las mujeres de todas las edades y de todos los grupos sociales, y además existe un efecto multiplicativo por la acumulación de experiencias de desigualdad.

De acuerdo con los datos, a igualdad de diagnóstico o sintomatología y número de consultas realizadas, las mujeres son medicadas con mayor frecuencia. Con los mismos síntomas de ansiedad y depresión, la probabilidad de las mujeres de ser diagnosticadas y de que consuman psicofármacos es mayor. Así, la prescripción de psicofármacos para la depresión -tanto ansiolíticos como antidepresivos-, puede llegar a ser del doble en las mujeres, con una tendencia creciente en los últimos años. Se detecta también que podría estar dándose un infradiagnóstico e insuficiente tratamiento farmacológico en el caso de los hombres con problemas de salud mental.

En relación con el consumo de psicofármacos prescritos, las desigualdades de género también aumentan con la edad, y es la población más joven la única en la que no se observan desigualdades, una vez considerado el efecto del estado de salud mental y la frecuencia de visitas a atención primaria.

Con respecto a las implicaciones políticas de estas conclusiones, los autores ponen de relieve la trascendencia llevar a cabo medidas políticas a diferentes niveles, en aras de reducir las desigualdades de género en la salud mental. A este respecto, destacan la clara relación entre el nivel de desigualdad de género en la sociedad y las desigualdades de género en la salud mental, de modo que todas aquellas políticas de lucha contra la discriminación que sufren las mujeres en todos los ámbitos se traducirán en una disminución de las desigualdades en salud mental entre hombres y mujeres.

En relación con la sobremedicalización, el artículo incide en la importancia de identificar a aquellas personas en riesgo y protegerlas “de una nueva invasión médica, terreno donde las mujeres han sido y siguen siendo unas de las principales víctimas”, tomando conciencia y luchando contra la “expropiación cultural del cuidado de la salud al que asistimos”.

A juicio de los autores, esta situación viene dada por la dependencia social hacia los (psico)fármacos, así como a las normas prescritas por los/las profesionales de la salud, e instan a que, desde el nivel institucional se establezca un fuerte compromiso dirigido a “frenar la medicalización de los malestares cotidianos desde una clara perspectiva de género”, que visibilice la especial vulnerabilidad de las mujeres a las presiones tanto de la industria farmacéutica como del conjunto de la maquinaria médico-institucional.

Se destaca que la medicalización del malestar es habitual en el campo de la salud mental, observándose cómo habitualmente la actuación médica, lejos de abordar la etiología de los problemas, “puede provocar daños en forma de iatrogenia farmacológica y dependencias psicológicas”. En esta línea, y para evitar la excesiva patologización y medicalización de malestares cotidianos, los autores proponen una incorporación real a la práctica clínica del modelo biopsicosocial, así como la implementación de estrategias de promoción de la salud y el bienestar emocional desde un enfoque de salud comunitaria basada en activos, adquiriendo así una visión global sobre la influencia que el contexto social ejerce sobre la salud.

Fuente: Bacigalupe, A., Cabezas, A., Bueno, M. B., y Martín, U. (2020). El género como determinante de la salud mental y su medicalización. Informe SESPAS 2020. Gaceta Sanitaria, 34, 1, pp. 61-67. https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2020.06.013

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