El trastorno dismórfico corporal (TDC) y la alta preocupación por la apariencia son condiciones comunes en la adolescencia -especialmente entre las mujeres-, y están fuertemente asociadas a trastornos mentales comórbidos, deterioro psicológico y social significativo y un alto riesgo de autolesión y suicidio. Esta evidencia respalda la urgencia de mejorar la detección, el diagnóstico y el acceso a tratamientos psicológicos eficaces en jóvenes que expresan malestar relacionado con su imagen corporal.
Estas son algunas de las principales conclusiones extraídas de un estudio reciente llevado a cabo en Inglaterra, a través del cual se advierte sobre la carga psicológica y psicosocial del trastorno dismórfico corporal (TDC) en niños, niñas y adolescentes.
Según los hallazgos, publicados en la revista Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, aproximadamente, el 1% de los/as niños/as y jóvenes de entre 5 y 19 años presenta esta problemática, caracterizada por una preocupación obsesiva por defectos percibidos en el propio aspecto físico. Tal y como señalan los autores, el TDC no es fácilmente identificado por profesionales, por lo que algunas personas afectadas podrían no estar recibiendo la atención que necesitan. Según alertan, puede estar siendo infradiagnosticado, pese a su potencial impacto devastador en quienes lo sufren: casi la mitad (46,3%) de los/as adolescentes con este diagnóstico ha intentado autolesionarse o suicidarse, y cerca del 70% presenta, además, al menos, otro trastorno mental.

Más común entre adolescentes y mujeres
Los datos proceden de la Encuesta de Salud Mental de Niños y Jóvenes del Reino Unido (2017), una muestra representativa compuesta por 7.654 menores. El estudio indica que la prevalencia del TDC aumenta drásticamente en la adolescencia, pasando de un 0,1% en la infancia a un 1,9% en adolescentes. Las chicas presentan una prevalencia mucho mayor que los chicos: 1,8% frente a 0,3%, respectivamente.
Este patrón sugiere que factores relacionados con la pubertad, el desarrollo de la identidad corporal y las presiones sociales de género podrían estar vinculados a la aparición del trastorno dismórfico corporal en esta etapa vital. Los autores señalan que las chicas adolescentes son el grupo con mayor prevalencia estimada, con el 3,4%.
Relación con ansiedad y depresión
El 69,8% de los/as jóvenes con TDC cumple criterios diagnósticos para otro trastorno mental, siendo los más frecuentes los trastornos de ansiedad (58,7%) y los trastornos depresivos (31,7%). Asimismo, uno de cada cinco presenta un trastorno de conducta o del control de impulsos.
Estos datos subrayan la complejidad clínica del trastorno dismórfico corporal en población juvenil, lo que requiere una intervención especializada y multidisciplinar. Los autores destacan la importancia de detectar síntomas de trastorno dismórfico en adolescentes que ya presentan ansiedad o depresión, para mejorar su diagnóstico y tratamiento.
La elevada prevalencia de ansiedad y depresión entre los/as jóvenes con TDC evidencia que muchos/as de ellos/as podrían llegar a los servicios de salud mental con estos diagnósticos principales, sin que se detecte el trastorno dismórfico corporal subyacente. En opinión de los autores, esta relación de síntomas de ansiedad y depresión con el trastorno dismórfico corporal es especialmente preocupante por su posible asociación con el riesgo de suicidio.
En el caso de los/as adolescentes con alta preocupación por su imagen corporal, aunque no cumplan criterios completos para el diagnóstico de TDC, se observa un patrón similar: el 40,4% presenta al menos otro trastorno mental -siendo la ansiedad y la depresión los más comunes- y el 31,7% ha intentado autolesionarse o suicidarse.
Estas cifras respaldan la necesidad de que los/as profesionales exploren activamente el malestar vinculado a la imagen corporal cuando atienden casos de ansiedad o depresión en la adolescencia.
Grave deterioro psicológico y social y riesgo de suicidio
Los efectos del trastorno dismórfico corporal no se limitan a la dimensión interna. En términos de funcionamiento diario, los/as jóvenes con este trastorno muestran niveles significativamente más altos de deterioro psicológico y social, según evaluaciones tanto de ellos mismos como de sus padres. Reportan dificultades en su vida familiar, en la escuela y en sus relaciones sociales.
Además, hay un importante riesgo de autolesión y conductas suicidas: el 46,3% de los/as jóvenes con TDC ha intentado autolesionarse o suicidarse, frente al 8% de quienes no presentan el trastorno. Desde el punto de vista de sus padres, esta cifra también es elevada: un 35% de los padres de jóvenes con trastorno dismórfico corporal reconocen estas conductas en sus hijos/as.
El sistema responde, pero no lo suficiente
En cuanto al acceso a los servicios de salud, el estudio señala que el 59,7% de los jóvenes con TDC ha buscado ayuda profesional en el último año debido a problemas emocionales o de conducta. Aun así, el 40% restante no ha recibido ningún tipo de apoyo, lo que evidencia una preocupante brecha en la atención a esta población.
Además, el 15,9% de quienes presentan trastorno dismórfico corporal está tomando medicación psicotrópica, siendo los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) los más frecuentes (7,9%).
Los autores insisten en que, aunque estas cifras reflejan cierta respuesta del sistema sanitario, el acceso sigue siendo insuficiente, y muchos casos permanecen sin diagnóstico ni tratamiento, a pesar del riesgo clínico que conllevan.
La preocupación por la apariencia: una señal de alarma
El estudio también investiga la preocupación por la apariencia física, incluso cuando no se cumplen todos los criterios diagnósticos del TDC. En este caso, el 7,8% de los/as adolescentes refiere una preocupación intensa sobre su aspecto.
Aunque menos grave que el trastorno dismórfico corporal, esta preocupación muestra un patrón muy similar: mayor prevalencia en chicas, alta comorbilidad psiquiátrica (el 40,4% tiene otro diagnóstico) y riesgo aumentado de autolesión o suicidio (31,7%). Según el estudio, esto sugiere que la preocupación por la imagen corporal puede ser una etapa previa al TDC y un marcador temprano de malestar psicológico.
Conclusiones: mejorar la detección, eliminar barreras
Los autores del estudio concluyen que tanto el trastorno dismórfico corporal como la preocupación intensa por la apariencia deben ser considerados fenómenos clínicamente relevantes en la adolescencia, especialmente entre las mujeres. Instan a los/as profesionales a mejorar el cribado y la detección del TDC, utilizando herramientas específicas y explorando activamente estos síntomas durante la evaluación clínica.
Además, consideran imprescindible eliminar las barreras de acceso al tratamiento, incluyendo la falta de formación específica en este trastorno por parte de muchos/as profesionales de la salud mental, y destacan la relevancia de aumentar el acceso a tratamientos basados en la evidencia, como la terapia cognitivo-conductual.
Este trabajo representa un importante avance en el conocimiento epidemiológico del TDC en población joven y refuerza la necesidad de intervenciones preventivas, políticas de salud mental escolar, y una atención psicosocial temprana y coordinada.
Fuente: Krebs, G., Clark, B. R., Ford, T. J., & Stringaris, A. (2025). Epidemiology of body dysmorphic disorder and appearance preoccupation in youth: prevalence, comorbidity and psychosocial impairment. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 64(1), 30-40. https://doi.org/10.1016/j.jaac.2024.01.017